Tótem: Solemne ritual a la vida y a la muerte
Narrada desde una perspectiva infantil, la segunda cinta de la cineasta mexicana, Lila Avilés, pasará a la historia como uno de los manifiestos fílmicos más profundos acerca de la muerte. Hay tantas capas, simbolismos y rituales en esta historia, que resulta impresionante como la directora puede enfocarlos y dirigirlos bajo una propia conciencia y visión, en tan solo 90 minutos, y con una sensibilidad tan honesta que logra alejarse de cualquier tono melodramático o maniqueísmo.
Participante en el Festival de Berlín y reciente ganadora a mejor película y dirección en el Festival de Morelia, la cinta no narra, sino que nos adentra en el día de una familia mexicana que se prepara para celebrar el cumpleaños de un hijo, hermano, padre y enfermo terminal, en lo que supone ser un gran evento como despedida de esta vida. Todo esto desde la visión de su hija, la cual tiene que lidiar no solo con el pre-duelo, sino también con la aceptación de ver a su joven padre partir poco a poco.
Fijada en la corriente que en los últimos años le ha dado a México sus mejores cintas, el neorrealismo, Avilés construye alrededor de este duelo conjunto y familiar, un ritual (referido oníricamente en su título) que celebra el traspaso de la vida hacía la muerte. La decisión de construirlo en el cumpleaños de aquel “navegante” hace que los inmiscuidos en el festín denoten una compleja catarsis entre felicidad, tristeza y/o resignación. El primer y principal bastión de este remolino de emociones será la familia, donde hermanas y patriarca, sobrinas, pareja y el propio enfermo terminan no solo por establecer un paso solemne hacía el portal del más allá, sino también en el proceso, aclarar ciertos conflictos relacionales que esclarecerán las personalidades de cada uno y su postura ante el ritual. Avilés explora, a través de las situaciones que se van dando en la preparación de su “tótem”, como cada uno de estos individuos vive y lidia con el duelo.
El segundo grupo inmiscuido serán los invitados externos, amigos del “navegante”, que regalan a través de los diálogos mucho del significado y contexto de su título, ahondando en la personalidad y labor artística del celebrado, y dotando al relato de cierto misticismo alrededor del folclor mexicano y sus ideologías en torno a la muerte
Esta naturalidad se percibe en cada momento y plano, pues la cámara juega a ser un testigo dentro de la casa (y fuera en la fiesta), casi siempre colocando la toma a la altura de los ojos de una niña. Si bien es necesario proveer a su narración de dinamismo al pasear su “visión” por todos los confines, tanto interiores como exteriores, para poder captar a todos los inmiscuidos en este ritual, es evidente como la directora se compenetra con su protagonista para que esta funja en la mayoría del metraje como principal testigo, sugiriendo planos subjetivos que no solo espían el exterior, sino que indagan en su interior.
En este apartado no es cuestión de aplaudir, sino de ponerse de pie ante la labor de Avilés, pero también ante una maravillosa Naíma Sentíes. Directora y actriz forman una entidad y vehículo que tan solo con la mirada pueden proyectar la profundidad emocional detrás de esta solemne ceremonia, encausando un plano final que estremece, que duele, que desgarra, pero que también es oscuramente hermoso al lograr conectar con todas aquellas personas, adultas o infantes, que han vivido ese duelo y sentimiento de pérdida en la cotidianidad de la vida. Sin duda, una de las mejores secuencias del año, embelesada por un contexto profundamente desarrollado, con una fotografía magnífica, y que, a pesar de todo su tecnicismo, prevalece por la fuerza de una sola mirada, la cual nos comunica la comprensión final alrededor del concepto de la muerte.
Muchas condolencias en la vida diaria suelen ser artificiales, no por que sean falsas, sino por que los asistentes a un sepelio o funeral les es imposible conectar con el dolor de aquellos que han perdido a un ser querido (es natural, pues puede que no sean tan allegados al núcleo familiar o bien no han tenido a la muerte rondando tan cerca de su hogar). Tótem es un condolencia sincera y universal, una pieza artística que traspasa el formato fílmico para establecerse como un discurso humano y comprensivo hacía aquellos a los que la muerte ha visitado.
No solo estamos ante una de las mejores películas del año, sino también ante otra chispa del cine mexicano que pasará a formar parte de aquel club de “Las Mejores de todos sus tiempos” (y de las mejores películas en torno al tema de la muerte). Avilés se confirma como un destello directivo al presentarnos a la muerte, una neorrealista, una palpable, tan hermosa como desgarradora, tan pacífica como oscura, tan cotidiana como difícil de aceptar.