Transformers One: Juguetes con valores
Sin salirse del pasillo de “juguetes”, Josh Cooley ha demostrado a través de su aún corta carrera la capacidad que tiene para poder impregnar no solo de vida, sino de emociones complejas a estos pedazos de plástico. Al director de la grata Toy Story 4 (la cual terminó por incorporarse de buena manera a la franquicia en lugar de queda como “innecesaria”) le fue encomendada el reinicio de la saga “Transformers” en “Transformers One”, logrando una muy eficiente historia sobre el significado de la amistad, pero sobre todo sobre los valores de resiliencia y fortaleza frente al fracaso y a la frustración.
Transformers One es una cinta enfocada hacía el infante, pero sin que esto signifique que el adulto no lo podrá disfrutar. Este será el principal valor de Josh Cooley, que mantiene el interés sobre su cliché y predecible desarrollo gracias a la construcción y desarrollo de la amistad, personalidades y consecuentes caminos de sus dos protagonistas, destinados a convertirse en los legendarios Optimus y Megatrón. La decisión de este propositivo tono infantil es, a diferencia de otros símiles animados, sin duda el mejor camino que pudo seguir Cooley, llevando a cabo una especie analogía en torno a la búsqueda de identidad en esa transición de la pubertad a la adolescencia; por un lado, “Orion Pax”, el paria con sueños de grandeza que irá desarrollando frente al fracaso las aptitudes de liderazgo y el valor de la justicia, y por el otro “D-16”, que ve los fracasos siempre externos a él, calificándolos de injusticia y traición en una personalidad más frágil y guiada por los roles que él mismo odia, convirtiéndolo en una réplica aún más peligrosa.
Así pues, en la construcción – deconstrucción de Transformers One, Josh Cooley lleva a cabo un retrato bastante simple, pero efectivo sobre el Yin Yang, sobre la selección de la personalidad y la separación entre la bondad y la maldad, con una historia de origen “encantadora” sobre aquellos que se convertirán en los líderes de Cybertron, Optimus y Megatrón.
Los problemas dentro de Transformers One también son muy simples, siendo los más inmediatos sus personajes secundarios, prácticamente disfuncionales y como juguetes, intercambiables, y que solo aportan convencionales presencias y diálogos para la mencionada evolución de sus protagónicos. El humor, muy presente en las tres cuartas partes del metraje, se ve forzado cuando la cinta pasa de una “buddy movie” a una búsqueda espacial de un grupo “super” heroico muy accidentado, haciendo que su acto medio sea el más deficiente.
Aunque el villano es correcto y de cierta manera se agradece que sus motivos sean inclementes, “Sentinel Prime” sufre la misma suerte al no estar soportado por secundarios competentes. Además, parece que a Josh Cooley simplemente “olvida” la presencia de “los otros” villanos, destinándolos a un relato muy efímero aún cuando estos se convierten en el motif principal del conflicto y del desarrollo alrededor de todos los personajes.
Sin embargo, las debilidades narrativas de Transformers One serán solventadas por una dirección muy ágil y astuta, y en donde Josh Cooley decide concentrar el tono adulto hacía el clímax, en un final que agradece con creces la paciencia del otro mercado- audiencia principal: el del papá y su característica nostalgia. La transformación (elección de una personalidad y destino) final se da gracias a una batalla llena de acción, buenos momentos y secuencias de muy buena hechura de donde Optimus y Megatrón emergen de manera épica, y que Cooley conecta hacía con aquel origen amistoso, impregnando dicho momento de una buena dosis de emociones sin llegar al sentimentalismo barato y en un equilibrio de tonos, adulto e infantil, que hacen muy funcional el mensaje “moral” alrededor de esta fábula.
A destacar también la única tangente narrativa que le funciona a Cooley fuera de la dupla protagonista, alrededor de la manipulación de las masas y la segregación poblacional, elementos siempre presentes en Transformers One y que al final cogen un nexo creíble gracias a su “líder” en cuestión.
Transformers One es un genial entretenimiento para aquel infante y su primer contacto con Cybertron, para aquel pre y/o adolescente en su búsqueda de identidad, y para aquel adulto con el objetivo de disfrutar una película a lado de sus hijos. Es simple, pero efectiva, con un mensaje alejado del maniqueísmo y un final altamente emocional y emocionante. Sencillamente (y tampoco sin mucho que superar), es hasta ahora la mejor película hecha sobre esta línea de juguetes