Triangle of Sadness: Lo más salvaje y absurdo del privilegio
Triangle of Sadness carga sobre sus hombros el mérito de ser la ganadora del Festival de Cannes de este año; su director Ruben Östlund también cuenta con la hazaña de tener dos Palmas de Oro consecutivas en su haber (2017, 2022), algo que solo otros 2 directores habían logrado en el pasado. Es por ello que las expectativas de esta película son demasiado elevadas y no podemos evitar preguntarnos si en realidad su calidad está a la altura de tan grandes y honorables hallazgos. ¿Es acaso Östlund solo un nuevo favorito del tan prestigiado festival?
Triangle of Sadness centra su trama en la pareja de modelos Carl y Yaya, quienes son invitados en un exclusivo crucero rodeado de peculiares personas de la alta sociedad.
Desde su primera secuencia, Triangle of Sadness nos muestra el lado más incómodo del glamour, en un prólogo impecable que nos da pistas de lo que nos esperará en los próximos 3 actos del filme, cada uno con una misión delimitada y específica que a su vez se conecta de manera ejemplar para presentarnos una moraleja definitiva.
Y es que ese sentimiento de incomodidad que menciono es precisamente una de las características principales que describen a esta película. Triangle of Sadness pretende generar una fuerte emoción de desagrado al espectador casi en todo momento y de formas particularmente graciosas, ya sea por una fastidiosa conversación, un sonido de fondo nada imperceptible, actos nauseabundos o simplemente una situación que se siente fuera de lugar.
La cinta es un conjunto de metáforas que se muestran incluso desde su título mismo, y, mientras que unas logran ser más obvias que otras, estas conforman una mancuerna sublime con el humor negro que es también una definición del estilo de su director. Triangle of Sadness es básicamente una sátira que utiliza ingeniosamente conceptos actuales como las redes sociales, la masculinidad y el feminismo, y los aplica de forma absurda en lo que en un principio parece una crítica solo hacia la clase alta pero que en realidad es un juicio a la sociedad entera.
Si algo comparten los filmes de Östlund, es esa cualidad de llevar las emociones y/o situaciones humanas al límite de lo disparatado, lo cual funciona como un medio para crear potentes escenas que actúan a manera de clímax en cada uno de los 3 ya mencionados actos que la componen. Estas secuencias no solamente rayan en lo hilarante, sino que también expanden la personalidad de sus personajes, indagando en sus algunas de sus motivaciones.
Triangle of Sadness está colmada de excesos, mismos que son totalmente intencionales y los cuales forman parte de la estrategia nada sutil de mostrarnos lo ridículos que llegan a ser los comportamientos de los más poderosos, y en este caso, el director parece querer dejarnos esta misma intención bastante clara, tanto que las escenas se llegan a alargar lo suficiente hasta sentirse redundantes por momentos, haciendo de la exageración una propiedad que está presente en la narrativa propia del filme.
Y mi conflicto con la película es justamente esa necesidad actual que maneja la industria al popularizar que los filmes tengan duraciones de más de 120 minutos, algo que en Triangle of Sadness también puede sentirse completamente innecesario pues como lo he dicho previamente, el radicalismo por el que esta cinta se guía deja claro que una historia de este calibre pudo ser contada en menos tiempo con la misma efectividad.
Es así como hacia el tercer acto, y dejando en evidencia el mensaje que se busca exponer, la longitud del filme empieza a surtir efecto y este decae un poco en su ritmo, solo para buscar remediarlo con una culminante escena muy efectiva que deja una sensación de satisfacción una vez llegada a su final.
En palabras del director “[…] queríamos usar el cine para lo que debería ser usado – para crear una experiencia, y cuando salgas del cine deberías preguntarte ‘¿qué acaba de pasar?’-”; esto último siendo justo lo que un extraño me preguntó al salir de la sala de cine.
Triangle of Sadness es una película tan absurda como divertida y que encuentra su mayor mérito en su modo tan ágil y perspicaz de atacar los comportamientos humanos, especialmente esos relacionados con la belleza y su relación con el poder. Sin duda, este filme termina por determinar el estilo de un director que podemos catalogar como uno de los más prominentes en la escena del cine europeo contemporáneo.
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