Una Familia con Madre (Mole de olla: Receta Original) – Preferible ver cómo se cuece la carne
Pasé 17 años de mi vida detestando los aciagos días en que mi madre decidía preparar mole de olla para comer. Esa extraña combinación, algo incómoda de comer, simplemente provocaba una aversión en mi y me quedaba sin probar bocado. Un día de junio, de un año que no mencionaré, el profesor de deportes se encabronó con todos los vatos del salón por una travesura. Al no poder dar con el malechor, decidió castigarnos a todos aplicando un examen de resistencia física con varias pruebas. Por más de cinco horas nos trajo en chinga sin parar, incluso prohibiendo tomar agua (así de enojado estaba). En ese tiempo no eramos los pusilánimes que llenan las escuelas hoy en día y soportamos hasta donde pudimos. Alguien hasta se desmayó y varios acabamos vomitando del cansancio. Jamás olvidaré la manera en que después de vaciar mi estómago, me llegó un antojo muy muy cabrón de un mole de olla. Tenía todos los nutrientes que mi cuerpo necesitaba y desde entonces lo amo. ¿A qué viene contarles esta medio desagradable anécdota? ¡A que está más interesante que este bodrio fílmico que tuve que chutarme por amor a la profesión! Ahí les va:
Dirigida por Enrique Arroyo, la historia comienza el día de cumpleaños de la abuela Chahuita. Esperando que sus distanciados hijos lleguen a la reunión, la señora muere de repente. Pero el luto dura poco. La familia se entera que la tierna abuelita se ganó más de 70 millones en la lotería. Cual carroñeros, sus hijos revuelven la casa en búsqueda del cachito premiado, saliendo a la luz secretos familiares que la señora no pudo llevarse a la tumba. Aunado a la búsqueda del millonario papel, la familia tiene otra misión: emular el mole de olla de la abuela para engañar a un cochino obispo que irá a comer con ellos y que ha pasado estafando a Chahuita por décadas. He de confesar que la premisa no suena mala y recuerda un poco a la hilarante comedia “Death at a Funeral”. Lo que mata la historia son un pobre guión lleno de clichés y situaciones exageradas, un elenco que sobreactúa con cualquier estupidez y una dirección que no se fija en detalles cinematográficos básicos.
Generalmente, evito ser ese crítico de cine que sólo busca cómo destruir a una película. Siempre trato de observar qué mensaje más profundo trató de dejar quien hizo el guión, o qué simbología metió el director y por qué lo hizo. Entré con esa mentalidad a la sala a ver “Una Familia con Madre”, quizá habría algo rescatable. Pero ¡oh, decepción! El resultado fueron dos horas (si, ¡dos pinches horas!) que ni siquiera sirven para distraerse un rato. Mi mente quería apagarse con el fin de protegerse a sí misma, pero no la dejé. Tenía que ver cómo acababa este pésimo sketch de 120 minutos, cuyo guión se hace más absurdo conforme avanza la película. Vamos, soy amante del chisme y es jugoso hallar secretos familiares, pero que esos secretos estén en algo tan cotidiano como en un acta de nacimiento, que creatividad caray. Es ilógico además que ninguno de los hijos haya visto jamás su acta, siendo un documento que piden para cualquier trámite y con 3 copias. Pareciera que el escritor fue improvisando sobre la marcha el guión y empezó a meter situaciones sólo porque sí, sin importar la lógica más elemental. La prueba más clara de esto es que ¡hacen el mole de olla como en 15 minutos! Ese chambarete debió haber estado más crudo que godín en sábado.
La dirección cae en varios errores como de novato o de director recién salido del programa “Hoy”: música en todo momento sin que esté si quiera acorde a lo que esté sucediendo, tomas que mochan la cabeza de actores…bueno, es que Rodrigo Murray está bien alto. Pero carajo, había veces en que sólo se le veía media cabeza y a pesar de tener diálogos. También había errores garrafales de edición y continuidad que la verdad me sacan más de onda, viendo que el director Arroyo ha trabajado con Alfonso Cuarón, Carlos Carrera y Woody Allen. Supondríamos que algo debió haber aprendido de ellos, pero su largometraje queda estancado en un producto mediocre…y hasta en Wikipedia está catalogado como tal.
Lo único que podría decir salva la película es la actuación de Héctor Bonilla como un obispo corrupto, cochino, homofóbico y libidinoso. Se sumerge en el papel y logra ser repudiado porque es lo que pretende. De ahí en fuera, el resto está sobreactuado o mal aprovechado, como puede ser el caso de Rodrigo Murray que en teatro es un actor tremendo pero aquí namás no. Al final, esta dizque farsa acaba siendo una cursilería capaz de dar diabetes y que tiene hasta un forzado incesto incluido.
En un plot twist que ni Shyamalan se hubiera podido aventar, viendo el curriculum del director descubrí que estudió en la misma prepa que yo, donde tuve aquella experiencia que narraba al inicio. El mundo es un pañuelo y ¿qué posibilidades hay de que dos estudiantes de la misma escuela tengan algo que contar acerca de un mole de olla? ¡Astronómicas! Sólo que la mía sigue estando mejor y se las conté de a gratis.
1 Comment
Soberbio, Impresionante… Tu critica la sacó fuera del estadio!! Y ya me antojaste el mole de olla. Estoy en Chicago y es difícil hacerlo. T_T