¡Van Mis 10! -parte 1-

Crecí en una casa donde había horario para ver televisión, de mis artistas, cantantes y escritores favoritos sólo sé lo que me dice sus letras, actuaciones, gesticulaciones y sonidos, ignoro si están casados, si se acuestan con hombres, mujeres o animales (esto último tiene un sentido metafórico, soy defensor de los derechos de los animales). He renunciado a mi gurú de cine y teatro porque, desde mi punto de vista, se ha vuelto obsoleto al dar información superficial sobre películas y obras y limitarse a hacer mofa de todo y todos indiscriminadamente aún cuando sus opiniones se basan en suposiciones (cree que CLABE es un error terrible de ortografía e ignora que es una clave bancaria estandarizada), i.e. se durmió en sus laureles. Creo que el cine es una maravilla artística, pero no me impresionan los efectos especiales porque creo que se abusa de ellos y distrae del trabajo actoral de los histriones. Con esta introducción (¿justificación?) presento mi top ten de cine del 2012, ojito, me apego a lo que representa las mejores producciones estrenadas EN MÉXICO en 2012. Y acá el conteo:

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Take This Waltz

Descubrí a Sarah Polley en el año 2000 bajo la dirección de Doug Liman en una comedia de enredos postmodernista llamada Go, su rostro melancólico el alguna forma acentuaba la siempre fingida y fastidiosa pose de Katie Holmes, y aunque se trata de una comedia bastante bien lograda con una pista sonora bastante bien lograda (incluye lo que para mí es la mejor rola de No Doubt: “New”) pareciera que ambas actrices se desenvuelven en planos muy distintos, como si bailasen al compás de la misma música separadas por una gruesa pared de cristal casi imperceptible. Años después Sarah se volvería la actriz fetiche de otra de mis directoras favoritas, la catalana Isabel Coixet, pareja responsable de una cinta de belleza tan sublime como extraordinaria, desde luego me refiero a The Secret Life of Words. El debut de Polley como directora fue, sin embargo para mí, un tanto desafortunado comercialmente hablando, y es que a pesar de que Away From Her no hace sino entreabrir tímidamente la puerta hacia el  mundo de la novel directora, representa su primer paso firme hacia lo que se antoja una larga e interesantísima carrera como directora. Esta promesa se confirma con Take This Waltz, y es que la suma de gigantes de las letras, el celuloide y la música Cohen, Lorca, Williams y Polley sólo podría ser un gran desastre o una obra que acaparase todos los sentidos…. y fue esto último. El viaje sensorial de Take This Waltz es un secreto reservado para quienes estén dispuestos a abrir su mente y dejarse llenar por una secuencia de imágenes psicodélicas de melancolía sonora que traspasan al espectador mismo. Take This Waltz es sólo una cosa: liberación.

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The Help

Sé que es socialmente incorrecto decir que no sólo me aburrió Ted, sino que además la odié. No sé si realmente deseo ir al cine a ver a un osito de peluche a jugar a ser el nuevo  Chucky… pero en comedia. El encanto se rompe cuando el humor escatológico de los domingos por la noche en canal FX deja de ser fantasía y se traslada a la ficción acentuado por un Mark Wahlberg que sencillamente NO sabe hacer comedia. Help, o Vidas Cruzadas, por otra parte, no sólo ofrece una comedia finísima que logra tocar un momento muy relevante en la historia de los Estados Unidos de Norteamérica, el rompimiento del apartheid americano. La adaptación de la novela escrita por Kathryn Stockett logra hacer crítica social moviéndose ágil entre el drama, la comedia y la farsa haciéndola tan poderosa que le vale el reconocimiento de la crítica especializada, pero sobre todo, del público mismo de ese país, su máximo logro considerando lo sensible del tema para los norteamericanos aún en estos días, aunque habría que añadir otro logro más no menor, evita en todo momento caer en la sensiblería nivel programas de un peso de TV Azteca, por ejemplo. The Help se resume en una palabra: pasión.

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The Perks of Being a Wallflower

Entrar al mundo de Las Ventajas de Ser Invisible es viajar a través del tiempo, y ya sea que se haya vivido en un época que en México se extendió hasta bien entrados los 90s o se tenga la capacidad para entender otras épocas, Las Ventajas… es un sorbo agridulce a una extraña bebida que es la adolescencia en circunstancias donde todo llegaba a su tiempo, el sentido de inmediatez palidecía por la consciencia del yo, y todos jugábamos a ser víctimas de las hormonas que sostenían una lucha constante contra el juicio social. Siempre ha habido inadaptados y siempre los habrá, pero creo que es difícil siquiera imaginar el sentimiento de aislamiento que se vivió antes del Internet. Ahora sabemos que si sufrimos, no sufrimos solos. Que si se siente soledad, hay por lo menos 3 millones de personas tan solo en Twitter que se sienten solos. Que si decidimos ser cínicos…. El lado extraordinario de esos años de aislamiento electrónico y, si se quiere, rudimentario, es que somos una generación de personas disciplinadas que aprendió la belleza de la investigación de campo y bibliográfica aún de forma empírica, en tiempos donde el único Google era nuestro dedo y nuestro YouTube nuestra imaginación, escuchar una “rola” (en los 80s y 90s, lo crean o no, una “rola” era una canción extraordinaria que sobresalía entre las demás) era un misterio, y no había de otra más que lanzarse a hacer investigación formal (es en serio) para conocer ya no el origen, autor o letra de la canción, sino hasta el mismo nombre. Escribir reduciendo el número de errores al mínimo en nuestras máquinas mecánicas requería el 100% de nuestra atención porque un error podía suponer repetir cuartillas completas. Y fue este ambiente “rudimentario” el que nos hizo conscientes de nosotros mismos y potenció nuestra capacidad de amar y sufrir. No todo tiempo fue mejor, de ninguna forma digo eso, sólo digo que hubo una época en que la no dependencia de la tecnología nos hizo sentir únicos. Pero quizá lo más increíble de todo este viaje, ha sido que hemos sido testigos del increíble cambio que se ha operado en nuestro entorno y atestiguar nuestra asombrosa capacidad de adaptación porque aprendimos lo mismo cincelar nuestro futuro en piedra que gritar nuestra soledad en la red. The Perks of Being a Wallflower es, por lo tanto: memoria.

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Después de Lucía

Después de Lucía es la otra cara de una misma moneda, el reverso de The Perks of Being a Wallflower, esta última es la vida que se vive, Después de Lucía es la muerte en vida. Con un final shakespeariano, el director Michel Franco hace de su cinta una amarga disección de una realidad que lacera no sólo a los jóvenes que son bulleados sino a toda la sociedad que es cómplice de este no tan nuevo tipo de tortura. Llena de planos interesantísimos y largos planos secuencia casi al estilo Ripstein, la historia avanza lenta como la agonía de Alejandra, la joven que ha de padecer los estragos de una sociedad que ha dejado a sus intelingetísimos monstruos desamparados y a merced de su propia “malda innata”. Pero no es sólo el bullying es la hipocresía de esta sociedad que se cree con el derecho a señalar, a juzgar, a espantarse de las acciones de los demás mientras se revuelcan en la mierda propia casi “sin darse cuenta”. El infierno de las redes sociales, matadero del que no se atreve a defenderse, limbo de los que se atreven a crecer con “conciencia social”, bambalinas desde la que todos pretenden subirse a un altar para ser adorados por su “habilidad” para, desde el anonimato, agredir a placer a quienes consideran inferiores, esos quienes confunden la decencia o cautela con pendejez y que cuando apagan sus computadoras vuelven a su vida de desdicha y anonimato. Los hay jueces de ortografía, los hay jueces morales, los hay psicólogos de petatiux que adoran ver vidas destruidas, que aprendieron a leer con el único fin de elevarse contra los que creen superiores y no se dan cuenta que son recipientes de datos sin ningún propósito. Después de Lucía es pues: el dedo en la llaga.

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Shame

Debo confesarlo, hay algo en los temas de autodestrucción que me despiertan morbo, y Shame es un tratado sobre la autodestrucción, el autoabandono y con la soledad de telón de fondo, es decir: la autodestrucción asumida. Después de Leaving Las Vegas (donde se aborda la vida de un suicida, no de un alcohólico) pocas cintas del tema me habían llamado la atención tan poderosamente. Un Fassbender maravilloso fuera de toda realidad disfrutando su desdicha a literalmente a cada paso. Las imágenes sexuales son poco escandalizantes cuando se descubre el trasfondo. Ya la película canadiense Escape había tocado el tema de una forma mucho más pasiva, sin embargo la espiral descendente que retrata McQueen resulta no sólo perturbadora sino hasta cierto punto apabullante arriesgándose a que la cinta se convierta en un verdadero esperpento Ripsteniano, pero McQueen no se arriesga a tocar fondo, dejando al espectador a medias salvando el día, sin embargo, con escenas de tal sutileza (Sissy cantando New York New York) que no hacen mas que acentuar la desdicha de un Fassbender que se lacera el alma, llenando un vacío que sólo el puede llenar. Shame es, por lo tanto: el fiel de la balanza.

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