Watchmen 1×8: A God Walks into Abar
En su penúltimo capítulo de primera temporada Watchmen no solo crece en complejidad, sino que mejora su narrativa y aunque para el gusto de algunos un poco tarde, deja establecidas las bases ahora televisivas de sus relatos individualistas que en conjunto crean una paradoja tan eficiente como impactante en torno a su historia.
Un riesgo en el que Lindelof ha incurrido más allá de la conservación de su estilo (en dónde los flashbacks son los que cuentan la historia y el trasfondo de cada una de sus piezas), es el dejar a un capítulo del final a la historia precisamente casi en donde empezó. Esto en otras series crearía un caos, pero en cuestión a la mitología del universo creado por Alan Moore y teniendo al Dr. Manhattan como total protagonista de este extraordinario episodio, el argumento adquiere de inmediato la lógica interna necesaria para funcionar con solvencia e impactar visualmente con el mismos ahínco.
En este andar cronológico por la nueva etapa del Dr. Manhattan, la audiencia quedará saciada con una especie de trágico cuento romántico que sirve como vehículo para razonar la presencia y motivos de varios otros personajes fuera y dentro de la Tierra. La química entre los dos amantes no solo es palpable sino también justificada en torno a las cuotas de inclusión racial sin ninguna especie de forzamiento a la historia, dejando que su tema y mensaje principal (la violencia racial) se apropie y encaje con perfecta coherencia.
Si bien hay un par de cabos sueltos en dicha paradoja que al parecer serán revelados en el final con respecto al embate de los antagonistas, el mismo creador es el que sorprende en esta ocasión (y de la mano de su director Nicole Kassell) al cerrar 3 de las interrogantes más importantes desarrolladas hasta ahora en la serie, una de ellas hábilmente centrada en el personaje de Regina King, que a pesar de aquí fungir como una secundaria en torno al poderoso Dios azul, ve redondear su historia y gran actuación con otro giro de tuerca brillantemente planteado y revelado.
Por otra parte habrá que aplaudir por fin la inclusión directa en la historia de Ozymandias y el toque histriónico en esta ocasión de Jeremy Irons, actor que como ya se había mencionado en esta serie de análisis, parece disfrutar en supremacía a su personaje, denotando por fin su complejidad emocional y esa delgada línea de héroe y villano.
Si hay algo que discutir a esta serie aún a expensas de su último capítulo son dos cosas: la primera, que sus villanos son menos de la mitad de dotados estructural y carismaticamente hablando que sus héroes, dando cierto desequilibrio a la historia que aunque bien se podría arreglar en su siguiente clímax, durante todo el desarrollo denotó fragilidad en sus episodios más cuestionables. Así mismo esté mal se extiende a un par de personajes a los que es más que obvio que la estructura flashback ya no alcanzará (¿O si?), especialmente a Lady Treau, pieza clave a la cuál todo pinta para una fugaz resolución.
La realidad es que atravesando un pequeño bache, Watchmen atraviesa su mejor momento creciendo de capítulo a capítulo. HBO no dejará que su nueva gallina de oro y polémica termine tan rápido, así que estemos preparados para que el cliffhanger de su último capítulo no deje suelto más de lo apropiado, regalando a Lindelof el perdón y no otro “Lost”.