We Live in Time: Un mosaico de amor enternecedor
A inicios de la década de los 2000, hubo una suerte de boom de películas románticas que se colocaron de inmediato en el gusto del público, ya que las vicisitudes de los personajes siempre prometían llegar a buen puerto: el final feliz era una oferta invariable, aún si éste estaba encaminado por melancolías e incluso tragedias. Cintas como ‘The Notebook’, ‘A Walk to Rememeber’, ‘Sweet Home Alabama’ y ‘Music and Lyrics’ son apenas unos pocos ejemplos de muchas producciones que se volvieron éxitos taquilleros, en gran parte gracias a sus historias cálidas y la intensa declaración de que el amor perdura sin importar qué.
Hoy tenemos en cartelera un largometraje que posee un espíritu similar al de las antes mencionadas, y que presume todos los elementos capaces de conquistar igualmente. We Live in Time (‘El Tiempo que Tenemos’) tiene como protagonista a Tobias (Andrew Garfield), un hombre que sufre un accidente mientras se encuentra firmando su divorcio. La otra parte de dicho evento es Almut (Florence Pugh), una chef a punto de abrir su propio restaurante. Una vez que coinciden por esta desavenencia, comienzan a conocerse de manera más íntima, que se desarrolla hacia un interés amoroso. Observaremos cómo su relación se desenvuelve en un periodo aproximado de diez años, con las altas y bajas a las que puede enfrentarse la vida en pareja.
Por supuesto que la trama de We Live in Time suena a filmes que hemos visto antes, pero habrá que concederle un par de aciertos que la hacen ponerse un escalón por encima. El primero de ellos son los papeles principales, que recaen en dos actores que poseen un talento extraordinario para brillar inclusive en las situaciones más sencillas. Andrew Garfield presenta una actitud agradable y tranquila que se siente encantadora, y su vulnerabilidad en las complicaciones se percibe muy honesta. Florence Pugh es quizá quien lleva mayor carga de disyuntivas clave y por ello demuestra un abanico de emociones más amplio, manejándolas con naturalidad y agudeza, imprimiendo notas de dulzura, de potencia y de drama donde se requiere. Proyectan juntos una química deleitable que fluye sin ser forzada, sacando provecho de cada escena que construye la película, desde la más nimia hasta las más dolorosas.
Porque ése es el otro acierto evidente de ‘We Live in Time’: La forma en la que está erigida, ya que la narración del guion de Nick Payne no es lineal. El director John Crowley y la editora Justine Wright reúnen un mosaico de momentos que brincan del pasado al futuro constantemente, transitando las tristezas, las risas, las elecciones y los enojos, balanceando cada uno de ellos con el mismo cuidado y atención. No se esfuerzan demasiado en clarificarle a la audiencia el año o la secuencia específicas, si acaso uno puede notarlo con los un tanto sutiles cambios de look de Almut, ya que a veces la vemos embarazadísima o con el pelo a rape, con el atuendo de su profesión o luciendo un pequeño fleco, pero nada que busque encausar de obvio modo. Esta decisión se reconoce porque denota confianza en la inteligencia del espectador, que sin problemas puede comprenderla y disfrutarla.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto 2024, We Live in Time cumple con entregar una historia que conmueve, y que afortunadamente no pretende más que dejar un buen sabor de boca a quienes van esperando justo eso. Si bien podríamos señalarle cuestiones menores, como su insistencia en priorizar la familia tradicional, como producto final es garantía de que tocará varios corazones y, en una sociedad en la que cada vez somos más cínicos y fríos, nunca sobra una muestra de ternura.