Wicked Parte I: En Contra de la Gravedad
Hablar de Wicked no es poca cosa. Es el cuarto espectáculo de mayor permanencia en Broadway (21 años) y el segundo con mayor recaudación. Con producciones en más de 10 países, es quizás uno de los fenómenos del teatro musical más importantes del siglo. Con todo esto, su adaptación fílmica enfrenta un listón altísimo por igualar y superar. ¿Ha cumplido las expectativas este musical? Para sorpresa de los más incrédulos, y para tranquilidad del fandom, si, aunque con algunos bemoles
Para quien no conoce la historia, el musical Wicked está basado en el libro homónimo, el cual ofrece una perspectiva de la Bruja del Oeste dentro de la historia de El Mago de Oz, narrando incluso sus años de adolescencia en la Academia de Hechicería donde convivió con la Bruja Buena.
De entrada, quizás la mayor cualidad de Wicked sea que, salvo la decisión creativa de dividir la obra original en dos películas, se ha hecho una adaptación casi fidedigna del material original a la pantalla. Sin embargo, no es una copia descarada, pues el director Jon M. Chu se puso a chambear y, junto con su equipo de edición y fotografía, buscó maneras de trasladar la experiencia de un musical de nivel Broadway al cine.
Uno de los elementos más destacados es cómo la cámara se convierte en un elemento dinámico que acompaña los movimientos de la puesta en escena. En el teatro, ese papel recae generalmente en los actores, pero aquí la fotografía a través de planos cenitales, nadir y largos travellings captan la inmensidad de lo que presenciamos, potenciando la experiencia sobre todo en los números musicales. A diferencia de otros musicales, en Wicked se recurre más a grandes panorámicas, integrando los escenarios como parte esencial de la cinta para encausar una inmersión mucho más natural al mundo de Oz. Además, hay muchos elementos que el director y su equipo aprovechan, logrando una de las mejores adaptaciones del lenguaje musical teatral al cinematográfico.
En sus primeros actos, el lenguaje fílmico se encarga de desarrollar mucho más el contexto de su protagonista, sintiendo más el desprecio y la marginación que sufre Elphaba (La Bruja Mala) por parte de su padre y del resto de los personajes debido a su color de piel (una clara alegoría al racismo). Además, se profundiza más en la construcción del mundo, definiendo a la mayoría de los habitantes como gente tonta, superficial y prejuiciosa que desprecia todo lo que no sea estéticamente hermoso (con una alegoría a la gentrificación) conectando está característica con una fábula de inclusión interesante y cumpliendo el objetivo principal de Wicked: contar la perspectiva de la Bruja Mala y terminar odiando a todos los personajes del mundo de Oz por su superficialidad.
Un aspecto interesante que siempre ha tenido Wicked es que, aunque la óptica siempre fue desde Elphaba, nunca se trató de victimizarla. La obra deja claro que, en algunas ocasiones, su discriminación está relacionada con su actitud fría, hostil y poco sociable, la cual, a su vez, es consecuencia del trato que recibe de los habitantes de este mundo banal, así como la animadversión de nuestra protagonista siente por el entorno.
Por otro lado, Glinda (la Bruja Buena) es aquí una versión más “rompe bolas”, representando a la perfección la frivolidad de su entorno. Su rivalidad con Elphaba sigue el arquetipo de película de secundaria: popular contra nerd, y aunque es un cliché, funciona gracias a la sólida justificación de los personajes y a cómo se integra en la fábula racial, equilibrándose con la magia y la grandiosidad del musical. El tiempo extra en este primer acto de Wicked permite que todo se desarrolle a fuego lento, lo cual es un acierto.
Sin embargo, el respeto al material original no solo trae consigo virtudes, sino también sus defectos. Una de las críticas más recurrentes hacia la obra fue lo caótico de su narrativa al intentar abarcar demasiado: explorar el mundo de Oz, desarrollar a los personajes y sus relaciones, incluir las canciones, etc. Aunque la versión fílmica controla esto mejor, hacia el final del primer acto la trama empieza a desbordarse.
El principal problema de Wicked es la amistad entre Elphaba y Glinda. Aunque surge tras un momento conmovedor, no logra asentarse del todo. Glinda es tan superficial que su relación con Elphaba resulta poco convincente, y parece más como una mezcla de amistad y enemistad. Aunque hay momentos emotivos, se sienten más logrados por el desarrollo de Elphaba que por la relación entre ambas.
Además, hacia el clímax de Wicked, la trama pierde cohesión, Elphaba se vuelve popular de la noche a la mañana, el arco racial se diluye, y el triángulo amoroso se desarrolla como una historia típica de adolescentes. Esto lleva a un a resoluciones aceleradas, añadiendo a que los giros argumentales se vuelvan predecibles. Por otro lado, en los últimos minutos, la calidad de la fotografía y el CGI decaen, habiendo escenas donde se nota demasiado la diferencia entre diseño de producción y efectos especiales.
Aunque el cierre no es malo (y, afortunadamente, se siente como una película con final independiente y que no necesitaría de una secuela), se siente agridulce. Como si el musical estuviera a punto de alcanzar una nota alta y, de repente, se le saliera un gallo y otra vez recuperara el tono
El reparto es uno de los puntos más destacables de Wicked. Cynthia Erivo ofrece una interpretación estupenda como Elphaba, tanto a nivel vocal como emocional. Ariana Grande encarna a la perfección a Glinda, siendo un acierto de cast, especialmente porque el personaje es 90% molesto. El resto del elenco cumple, destacando Jonathan Bailey, Peter Dinklage (voz del Dr. Dillamond), Michelle Yeoh y Jeff Goldblum como Oz.
Calificaciones
Dirección: 2.6
Guion: 2.4
Actores: 1.8
Extras: 0.5
Calificación final: 7.3
Aunque Wicked es un ejercicio entretenido, su fidelidad al material original termina costándole en lo narrativo. La división en dos partes prometía dar holgura a la historia, pero heredó los problemas de la obra original, y aunque esta años luz de la versión de 1939, quizás podría colocarse como la más pasable o decente de las exploraciones del mundo de Oz al cine (aunque fuera de la versión de 1939 la vara no es alta).
A pesar de sus tropiezos, Wicked consigue, de cierta manera, desafiar la gravedad, abriendo camino para una confirmada segunda parte. Si el éxito continúa, podría marcar el inicio de una franquicia musical interesante, pero aún con mucho que mejorar (otra cualidad positiva es que quizás Wicked podría revivir la lectura tanto por la saga de Maguire de “Wicked Years” como por los diez libros del Mago Oz creando un fenómeno literario interesante)
todo bien mientras no se les ocurra rehacer la película estelarizada por Judy Garland.