Wish: 100 maneras de cómo NO celebrar tu cumpleaños
La situación en la Casa del Ratón ya no solo roza lo ridículo, sino en lo triste. A pesar de la creciente animadversión hacia sus productos, resulta deprimente observar la falta de amor propio de la compañía. Esta empresa, que durante casi 100 años ha entregado grandes joyas (aunque con altibajos) y ha dejado una marca indeleble en la infancia de varias generaciones, parece carecer de aprecio por la esencia de su marca original y los pilares que fundaron este imperio, especialmente en cuanto a la animación se refiere.
La película conmemorativa de los 100 años, “Wish”, es como un pastel comprado a última hora en el Sanborns: simple, seco y que se queda corto en relación con la importancia del evento y, por supuesto, del nombre y significado que Disney tiene para la industria.
El lado dulce del pastel se encuentra en algunos aspectos positivos de la cinta, como el villano. Quizás es pronto para afirmar que es uno de los mejores, pero está bien construido, representando a un hombre corrompido por el poder. Es un hechicero que, cuando una persona del pueblo “Rosas” cumple 18, le entrega su deseo para que él lo guarde, dándole el poder de decisión de si cumplirlo o no. A través de este antagonista se construye toda la tensión del acto final (lo más rescatable) y se exploran ideas interesantes, como la representación de un gobierno totalitario mediante la magia.
El lado amargo del pastel viene de elementos insípidos, casi comparables a añadir fruta descompuesta al pastel. La mayoría de los personajes tienen poco desarrollo y nulo carisma, siendo el más conflictivo Asha, una combinación de Rey 2.0 y Katniss: perfecta, sin defectos y sin contratiempos. Los escritores repiten la fórmula de la Mary Sue y crean una protagonista que lo tiene todo, excepto personalidad y carisma. El desarrollo de los personajes secundarios es igualmente pobre, a excepción de La Estrella; Valentino (la cabra) es una hoja en blanco y el resto del reparto son unidimensionales y utilizados como referencia a Blanca Nieves. Con personajes tan débiles, la película se siente desequilibrada en cuanto a conflictos, generando una narrativa inconsistente.
Otro problema de la cinta es la falta de ritmo. Intenta ser un musical, pero comete dos errores: las canciones tienen una composición genérica, resultando en un soundtrack; además, la película no sabe cuándo insertar sus momentos musicales, interrumpiendo abruptamente la parte dramática y cómica. Por si esto no fuera suficiente, el estilo de animación 3-D con trazos 2-D se siente genérico e inútil en el lenguaje visual, sin encajar con las intenciones de la narrativa. Si buscaban algo más rústico pero colorido, el 2-D tradicional habría sido una mejor solución. Aunque la cinta plantea ideas interesantes, las desarrolla de manera simplista.
Una de las ideas cuestionables es la explicación del antagonista sobre por qué pide deseos a los habitantes del pueblo: para evitar que un deseo malévolo se convierta en un peligro. Esta idea podría haber sido un mensaje importante sobre el cuestionamiento de la pureza de los deseos, pero la película la descarta de manera abrupta.
Calificaciones:
Guion: 1.8. – Rescatable por el antagonista y sus ideas interesantes, pero muy débil en el resto de los aspectos.
Dirección: 1.9. – Mala dirección que no logra manejar las escenas musicales.
Actores: 1.3. – Las voces son decentes.
Extras: 0.3. – Canciones desangeladas; para ser la película del centenario, se queda corta.
Calificación final: 5.3. Mediocre tirando a mala.
Añadiendo los tropiezos en casi todas sus divisiones, la crisis comercial, creativa y la baja taquilla, el fracaso del aniversario de Disney es equiparable al del niño prepotente y rico que organizó una fiesta para todo el vecindario y nadie asistió. Es una demostración de que hay cosas que ni el dinero puede comprar.
¡Feliz, pero desabrido y triste cumpleaños, Disney!