Xenia, una cuestión de Actitud: Una Odisea que baila

Después de la muerte de su madre, Dany (Kostas Nikouli) va en busca de su hermano Odysseas (Nikos Gelia). Juntos deciden  emprender un viaje de  Atenas a Tesalónica para dar con un padre biológico al que no recuerdan. A pesar de haber nacido en Grecia se les considera albaneses como su madre, por lo que les urge conseguir la nacionalidad griega del padre, para evitar ser deportados. Además de ser extranjeros en su propio país, deben de lidiar con el rechazo a la homosexualidad de Dany y con la promesa hecha a su madre de participar en un concurso de talentos en donde Ody interpreta canciones  de la Diva italiana Patty Pravo.

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El griego Panos H. Koutras (L’attaque de la moussaka géante, Real Life o Strella) presentó su cuarta película, “Xenia, una cuestión de actitud” en el 67º Festival de Cannes en la sección de “Un Certain Regard” recibiendo críticas muy favorables.

Confieso que no conozco el trabajo previo de Koutras y no sé si hay algo de cotidiano en su manera de filmar, pero me sorprendió la cantidad de temas que pudo abarcar con su fábula excéntrica. Muchos detalles hilados unos con otros sin perder la cordura. Xenia es una crítica política, un reclamo a la intolerancia, es un reflejo de los problemas de la adolescencia y una fotografía de la Grecia actual…una auténtica Odisea con toque “Queer”.

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La República Helénica tiene años atrapada en un caos interno por cuestiones económicas principalmente. La falta de fuentes de empleo y los problemas de los migrantes indocumentados han  colapsado la economía. Aunado a eso están los problemas sociales; si usted fue de los que escandalizó por la estúpida “Marcha por los niños” en Guadalajara, a través de Xenia sabrá lo que es querer vivir abiertamente la orientación homosexual en Grecia. Mire que no es lo mismo “Mochos” que “Neofacistas” y pienso: es Grecia, no  Belice, no Nicaragua, no Medio Oriente; ¡es la cuna de la civilización occidental carambas! (Iba yo a decir chingado pero me abstuve, conste).

Pero no se asuste, la problemática de 200 mil niños apatriados, que tienen derecho de sangre, más no de suelo, no es lo único que Xenia tiene que decir. Alguno de mis compañeros asomó el término “road movie” y sí, también es eso, porque el viaje de Dany y Ody se extiende por toda la película. Por momentos la puede sentir como un musical y aunque la banda sonora le resulte extraña se dará cuenta que no es desagradable para nada. El director habla sobre los problemas de la adolescencia y nos muestra a un Dany aferrado a los sueños de la niñez, al mismo tiempo que descubre su sexualidad. Su personaje nos deja pensando en un par de padecimientos psiquiátricos o alimenticios.

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Las palmas para el conejo, rayando en el término “placer culposo” puedo decir que amo al conejo. El mejor amigo de Dany se roba la película y el libreto, por la manera en que fue llevado. Mención honorífica a la música, a los personajes que la representaron y a la escena del baile poco menos que “en pelotas”.  Bien por el uso de los simbolismos y la fotografía. Tal vez le podemos poner tache a algunos detalles ilógicos o fuera de contexto, que pueden ir de algunos muebles a una que otra escena que se alarga demasiado sin razón de ser.

Koutras agarró un montón de problemas griegos, otro tanto de problemas psicológicos familiares, dos actores desconocidos, un conejo y cantidades industriales de Tutsi-pop para hacer su película. ¿Tiene errores? Sí, claro que los tiene, pero se pierden bajo el brillante sol griego. Extrañas tonalidades y música vintage fueron el marco para que el mismo director se atreviera con un pequeño papel.

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Xenia es complicada de tema pero no es tan difícil de ver, tiene sus momentos divertidos y sus momentos desconcertantes. Encontrará un par de personajes extraordinarios y dos pares que se pudieron omitir. Xenia tiene tantas cosas, que de seguro alguna será de su total agrado. Si al final no le agrada nada, al menos tendrá oportunidad de bailar por la libertad.

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