Ya no estoy aquí: La libertad de la cumbia rebajada

Antes de que la guerra Calderonista contra las drogas llegara como una ola arrasando todo, a las afueras de Monterrey un grupo de adolescentes “cholombianos” bailan y cantan cumbias rebajadas; la pandilla forma parte del movimiento contra cultural de la Kolombia Regia y es comandada por Ulises, un adolescente de 17 años. Los “Terkos” como se denomina su pandilla, vagan por el barrio pidiendo de vez en cuando dinero a estudiantes y aceptando a nuevos miembros a que se unan a sus filas. Pero así como la guerra de Calderón llegó para arrasar con todo, el narco y la violencia fueron los primeros en llegar y cobrar derecho de piso. Siendo desplazados por el narco y aunado a un incidente en el cual Ulises se vio involucrado, es obligado a migrar a Nueva York donde como pez fuera del agua tiene que enfrentar todos los retos que está nueva situación significa.

El segundo largometraje de Fernando Frías de la Parra, que con su ópera prima Rezeta (2012) ya había explorado el tema de pez fuera del agua, con Ya no estoy aquí narra la transformación de una ciudad y el coming of age de un adolescente que fue traicionado por su propia gente y que en cuestión de segundos perdió todo, menos la música y el baile; el sonido diegético de los acordeones y de los timbales hacen que se olvide de todo a su alrededor, y Ulises baila, brinca de un lado a otro encorvado y casi en cuclillas girando y bailando mientras el sonido alegre y pegadizo de la cumbia estalla por toda la pista improvisada de baile, ya sea en un edifico abandonado, o en la cima de un cerro con la ciudad regiomontana de fondo.

Ulises es un personaje difícil, de expresión adusta, de pocas palabras, intolerante y sobre todo terco (de ahí que el nombre de su pandilla sean “Los Terkos”), es difícil de identificarte con el, pero con forme avanza la película entiendes cada vez más el porqué del personaje, y algo que se debe de mencionar es que el director así como en su ópera prima, en esta utiliza a personas que no están familiarizados con la actuación, rasgo que dota a la cinta de un realismo y una espontaneidad única, las escenas donde está la pandilla reunida parece un ejercicio de improvisación muy bien trabajado, haciendo que Frías se mantenga como un buen director de actores. Esto sobre todo cuando Ulises conoce a Lin, una chica que trata de ayudarlo a pesar de la barrera sociocultural pero sobre todo la del idioma, las escenas entre ellos dos por un momento hacen ver que la película tomará un camino diferente al ya marcado, y que se convertiría en una especia de drama romántico, pero cuando esto está por suceder, Frías regresa al personaje al punto de partida.

Con una narración fragmentada, con viajes entre el presente de Ulises en Nueva York, y su vida anterior en Monterrey gracias al uso de flashbacks, es como Frías nos va contado la odisea de su protagonista. El cómo se retrata la violencia es algo notable dentro de la película, ya que a pesar del momento histórico en la que está planteada la historia, es solo en una secuencia donde se ve el uso de armas y de cuerpos tirados en el piso. La película narra muy bien cómo debido a la escasez y marginación de un sector muy específico de la sociedad, que se vieron obligados a cambiar las cumbias por armas, a cortar sus características patillas largas para usar gorras, el ser reclutados de formas forzosas por el narco y después la ola de violencia y la terrible guerra contra ella; si bien no se ve de forma explícita, la última secuencia de la película lo muestra de forma clara, con un Ulises regresando a casa, viendo desde lo alto de un cerro, la cámara se va alejando para mostrarnos como los carros de la policía van subiendo por una pendiente, mientras por la calle paralela los miembros del narco van bajando y escapando de ellos. Ulises a regresado a casa, a su antiguo reino, y lo único que encuentra es miseria, donde lamentablemente la cumbia rebajada ya no es lo que era antes.

Hay más cosas de que hablar de esta singular película, ganadora del premio del publico en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), pero la belleza poética de la misma invita a que uno la vea, pero sobretodo que la viva, y se deje llevar por esas notas alegres pero a la vez llenas de nostalgia de la cumbia rebajada, sin temor a equivocarme, Fernando Frías de la Parra nos ha entregado una de las películas nacionales más sobresalientes de los últimos años, con una historia sencilla pero con un trasfondo poderoso, y arriesgado en su forma de realizar, con un nivel de producción grande y locaciones en dos países, Yo no estoy aquí pasará con buenas notas a lo más destacado del cine mexicano.

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