You de Netflix: Una Perspectiva Psiquiátrica
Nota: Sucede que este es el post número 100 en que escribo para este espacio… ¿Cómo celebrarlo? ¿Con un pretencioso auto homenaje? ¿Con un emotivo discurso sobre lo privilegiado que soy, pero sobre todo lo privilegiados que son quiénes tienen la dicha de leer mis artículos (noten el sarcasmo, por favor)? Ni soñarlo, la mejor forma de agradecer el gran gusto de poder compartir opiniones y sobre todo haber ingresado a este grandioso grupo de amigos en este fantástico espacio es haciendo justamente lo que más me gusta: Con una crítica y una opinión médica sobre una película o serie que aborde temas científicos y, como en este caso, psicopatológicos. Sin más preámbulo, a lo que nos ocupa, no sin antes decir: un millón de gracias a todos por aceptarme y seguir las loqueras que escribo.
Su amigo, el Dr. Dark.
No hay duda: Las historias románticas, sean dramáticas o comedias, son narrativas francamente incompletas. Cuando el chico-conoce-chica llega al momento en que la susodicha da el ansiado “sí”, la historia está lejos de terminar, sino que apenas comienza.
No solo en ese aspecto la narrativa de este género se queda corta. El ser humano y su psique son tan complejas que la historia habitual de la chica ingenua y virginal que se deja engatusar por el maleante para luego ser rescatada por el chico sencillo de buen corazón es un muy parco relato de lo que sucede en la vida real. Aquel deportista popular que las tiene a todas rendidas bien podría ser también bondadoso; la joven hermosa de alta posición económica igualmente podría ser un alma caritativa; la gordita marginal, despiadada y cruel; la ingenua tal vez no lo sea tanto y sea ella la cazadora de hombres y no al revés; el chico raro, libre y encantador, un psicópata en potencia…
Todo aquel que ha vivido un romance prolongado sabe muy bien sobre estos innumerables matices. Justamente sobre esto versa You, serie basada en la novela homónima de Caroline Kepnes (2014): Aquellas historias de amor perfectas que causan la envidia y el escozor de los solteros podría no ser tan hermosa después de todo.
¿De qué va?
Guinevere Beck (Elizabeth Lail), aspirante a escritora de atribulada vida, se cruza casualmente en el camino de Joe Goldberg (Penn Badgley), gerente de una librería tan misterioso como los ejemplares de libros raros de su tienda. El sujeto se enamora de ella al punto y le corteja con impresionante frenesí, estando dispuesto a todo con tal de estar a su lado y protegerle… y al decir “todo”, es literal.
Nada es lo que parece
Queda claro, sin caer en spoilers, que Joe es una mente trastornada cuya obsesión con Beck (quien prefiere se le llame por su apellido) adquirirá tintes extremos y sumamente peligrosos.
Podría darnos la impresión de que se trata de la clásica historia de la chica inocente que es víctima de la persecución de un psicópata o bien sobre el sufrimiento de un chico introvertido por el amor de una bellísima neoyorquina de grandes vuelos, pero quienes esperaban una aleccionadora fábula sobre una mujer empoderada que se deshace de un misógino obsesivo despreciable se sorprenderán al encontrar un muy intrincado muestrario casi documental de numerosas psicopatologías tanto del orden psicopatológico (para fines prácticos y a groso modo, aquellas que implican la pérdida del contacto con la realidad) como problemas del carácter, sin concesiones ni endulzantes artificiales.
El rol de víctima-victimario está claro, desde luego, pero los personajes son construidos con tan detallados e intrincados matices que por el momento podemos, por absurdo que suene, sentir tal vez no simpatía, pero sí compasión por quien ha llevado su obsesión hasta los límites más terribles.
Aquí no hay chica popular solo interesada en el glamour, no hay gordito simpático que solo sirve de adorno, mejor amiga noble y desinteresada… De hecho, tales personajes existen, pero están no solo detallados sino elaborados con complejidad, demostrando que el ser humano es un ente multidimensional por excelencia. Cada uno con sus propias motivaciones e historia.
Narrativa Efectiva
A pesar de la densidad de la trama, el guion se las arregla para narrar los eventos de forma ágil, fluida y sin caer en los baches que obligan al espectador a rebobinar capítulos al perder el hilo de los hechos.
Si bien se trata de un recurso un tanto gastado e incluso motivo de parodia, la serie echa mano de la narración “en-off” y lo logra como un gran acierto, ayudándonos a entrar en la muy complicada mente del delirante Joe y de la no tan inocente y pura Beck.
Pero ¿Entretiene?
Esta narrativa tan bien estructurada no solo resulta entretenida y digna de los famosos “Netflix and Chill”, sino que resulta divertidísima para el espectador pues invita a predecir los hechos o intentar comprender las motivaciones de los personajes. Sin ser un experimento interactivo como Black Mirror: Bandersnatch (2018), uno puede jugar al detective cual analista del FBI con esta serie. Es un logro monumental.
¿Hay que verla?
Definitivamente sí. Es uno de los mejores eventos televisivos/en streaming que podemos disfrutar actualmente. Y de paso, nos haría reflexionar sobre lo que debemos y no debemos compartir en nuestras redes sociales.
ATENCIÓN: SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ. No sigan leyendo si no la han visto
Análisis psiquiátrico de You
Bueno, y al final ¿Qué es lo que sucede con Joe?
Joe Goldberg presenta tres trastornos psiquiátricos:
- Trastorno antisocial de la personalidad (Sociopatía)
- Erotomanía o Síndrome de Clerambault
- Síndrome de Otelo o celotipia
Erotomanía es la creencia delirante de que se es receptor del amor de otra persona. En su forma más clásica, el paciente cree que una persona de un estatus socioeconómico superior, por lo general una celebridad, está enamorada de él. Ciertamente Joe no exhibe estos rasgos, pero es notable cómo cuando conoce a Candance, su primera novia, y luego a Beck, no solo se enamora de ellas de inmediato, sino que interpreta las menores señales de simpatía como amor correspondido. En su mente, aquellas mujeres tenían con él una relación desde el momento en que se conocieron.
De manera secundaria, esa idea intrusiva sobre un amor inmenso por parte de sus parejas le provocan celos patológicos o Síndrome de Otelo, que lo llevan a cometer actos de acoso y los asesinatos. Si bien tanto Candance como Beck ciertamente le son infieles y especialmente Beck llevaba una vida sexual disoluta antes de conocerlo, la hipervigilancia constante, violación de la privacidad y reacción homicida de Joe al confirmar el adulterio es prueba de esta patología. Llega tan lejos como para asesinar a Peach, amiga de Beck que aparenta tener deseos sexuales por ella, pero no son correspondidos dada la heterosexualidad de Beck.
Finalmente, se trata del ejemplo perfecto del sociópata: Actúa por su propio beneficio y por lo que cree correcto, no importado las consecuencias, sin remordimientos. Se auto justifica cuando ha cometido actos deleznables e inclusive asesinatos. Pese a que podría llamarse “asesino serial”, él no se ve a sí mismo como un asesino, pues las muertes que ha causado eran, en su mente, sacrificios necesarios para un bien mayor. Es un hábil mentiroso compulsivo y logra ser agradable para casi todo el que lo conoce. Su auto concepto es tan alto que pese a saberse autor de homicidios se empeña en ayudar a una familia vecina que es víctima de violencia, en especial al preadolescente Paco.
Es precisamente esa auto evaluación superior la que lo lleva a desear a Beck: La joven tiene una vida problemática, rota, y él es quien debe protegerla y recomponer su vida. Esta obsesión por arreglar lo que está mal se refleja en su gusto por los libros antiguos y su maestría en su cuidado y reparación. De allí que Karen, la novia que tuvo brevemente, no haya sido del todo satisfactoria para él pues ella no sufría las carencias emocionales de Beck.
Las ideas delirantes de ser amado, de celos irracionales y la falta total de juicio y conciencia convierten a Joe en un peligro inmenso para la sociedad. No obstante, no entra en la categoría de asesino serial sádico, pues matar no es su motivación principal, no obtiene una gratificación per sé por ello ni cuenta con un modus operandi ni victimologia específica: Solo mata a quien le estorba o percibe como tal en sus relaciones amorosas, es descuidado y no sigue un método específico. Guarda “trofeos” de sus crímenes como mementos de su vida amorosa y no como recuerdos del asesinato en sí.