Asteroid City: Un plano, seco y desértico fracaso de Wes Anderson

La importancia de Wes Anderson dentro del cine no se limita a la creación visual de un universo. Dentro de su ya conocida simetría color pastel, con sus decorados altamente estilizados y un diseño de producción que combina lo artesanal con la animación, este gran director ha demostrado su valía narrativa al construir también un rico mundo repleto de emociones y sensaciones, y que logran combinar la tragedia humana (a menos o a alta escala) con un sentido del humor que relaja, que apacigua la ansiedad dentro de la cotidianidad diaria.

Así pues, Anderson no solo ha conservado un equilibrio entre su distintivo sello visual y la calidad narrativa, sino que, en términos artísticos más profundos, ambos se conjugan para crear un colorido microcosmos que sirve como una fábula – metáfora del diario humano; desde el primer amor hasta el resquebrajamiento de un núcleo familiar, o bien desde la Guerra hasta el sacrificio de la identidad.

Pero ¿Qué pasaría si Wes se cansara? ¿Si se viciara? ¿Si se ensimismara en sus pensamientos de superioridad? O peor aún ¿si se perdiera ese equilibrio y por ende la conjunción de sus conceptos? La respuesta la encontrarán en la horrenda “Asteroid City”.

Nunca pensé en mis 12 años como crítico de cine decir esto, pero Wes Anderson ya tiene una película MALA. No mediocre, no aceptable, no con fallas… sino sencillamente MALA.

Fiel a sus conceptos narrativos, Anderson encausa otra fábula coral sobre un grupo de individuos y familias que se quedan atorados en medio de un pueblo desértico, con motivo de la premiación de parte del gobierno militar y científico de los Estados Unidos a varios jóvenes y sus inventos. De manera conveniente, el director revela desde el primer segundo que la fábula es una metaficción teatral, una puesta en escena donde el actor interpreta a un actor que hace a un personaje. Para conservar dicho hilo durante todo el metraje, Wes combina la puesta en escena (que el espectador percibe como la ficción) con lo que sucede en la preproducción, montaje y los sucesos tras bambalinas durante la propia presentación de la obra ¿Confuso? No, no lo es, pues en su ahora pretensión artística por homenajear al teatro, Wes divide todo el metraje en escenas y actos, como si se tratase prácticamente de una obra (y los orígenes de la misma)

El primer gran problema no es lo complicado que pueda sonar este montaje (ya que de alguna manera y gracias a su experiencia, Wes lo vuelve sencillo y hasta educativo), sino lo soporífero en lo que se convierte, empeorando gradualmente. Algo irónico, pues estamos ante una película de 100 minutos y con más de 20 personajes en escena. Si algo había dentro de ese exquisito equilibrio y conjugación entre el apartado visual y narrativo de Wes, es que, a pesar de siempre haber conservado una técnica fija, simétrica y teatral, este era desarrollado a través de un gran ritmo, cambios de escenas, juegos de diálogos y tiempos precisos para presentar y construir a sus coloridos personajes y motivaciones. Cosas que en Asteroid City se encuentran totalmente ausentes

Imaginen entonces este fracaso, donde un director que ha desarrollado un estilo fílmico en base a la teatralidad, a la hora de hacer una metaficción al teatro, pierde el ritmo y el humor que lo caracterizaban.

Y ese es otro tema agravante, el humor. Anderson no solo se cicla en escenarios y escenas, sino que también su sentido de comicidad se torna patético en lo que supone ser una crítica social hacía las relaciones parentales, al duelo, a la indiferencia, pero, sobre todo, a la misma construcción de personajes dentro de una escena fílmico – teatral. Estos temas, tan distintos entre sí guardan un común denominador, y ese es que son tan superficiales, planos y secos como el desierto en el que se narran, presentando una trama que no va hacía ningún sitio, sin mensaje, sin moraleja, sin emoción o cualquier otra sensación, pero aún peor, sin ningún crecimiento o desarrollo en cualquiera de sus más de 25 personajes.

Desgraciadamente el desfile de actores ya tampoco es un aliciente o justificación para tan pobre narrativa. La falta de profundidad en el guion afecta tanto a los protagonistas como a los cameos. Un ejemplo protagónico es el papel de Jason Schwartzman, en el que Anderson intenta verter una doble exploración, la del actor y la del personaje, sin ahondar o profundizar en los motivos, duelos o circunstancias de su “maduración” frente a la pérdida, concepto que se respeta frente y detrás de bambalinas de una manera poco funcional, pero sobre todo nada interesante; el otro ejemplo es el cameo de Jeff Goldblum, con un personaje que solo sirve como presencia morbosa, pero que al final no guarda o aporta ningún sentido a la trama.

Quizá en el rubro actoral la que más destaque es Scarlett Johansson, a la cual favorece también el libreto en un papel de una actriz que interpreta a una actriz, misma que representa al hartazgo no solo de una fama. Además, ella y Schwartzman tienen los mejores momentos de diálogo, fotografía y de diseño de producción, en una serie de conversaciones de ventana a ventana que nutren de cierta manera al currículo visual de su director, pero como todo en este film, aporta muy poco a la estructura narrativa (mención aparte, Scarlett luce fenomenal).

En conclusión, la magia visual de Anderson se encuentra ahí, pero congelada, sin movimiento, sin emoción o sensación, sin esa costumbrista “dopamina fílmica” que hacía a nuestro cerebro conectarnos y transpórtanos a otra de sus fábulas.

Un cineasta clave de la contemporaneidad ha tenido su primera MALA película, en lo que también ha sido una gradual disminución de calidad narrativa desde que tocara el olimpo con aquel Gran Hotel Budapest. Solo queda esperar que este sea su punto más bajo, para que de aquí comience otra curva ascendente que nos pueda entregar otro clásico. Wes Anderson, te perdonamos, pero también necesitamos que retomes tu nivel.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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