Bastarden: La Película prometida
Pocas veces comienzo una crítica con tan entusiasta aseveración, pero en esta ocasión la nueva pieza de Nikolaj Arcel lo amerita, y es que “El Bastardo”, también distribuida como “Promise Land”, es una de las mejores películas (y más ignoradas) en un repleto de calidad 2023, y eso ya es mucho decir. Dicho entusiasmo se generó por el propio Mads Mikkelsen, que en el pasado Festival de Venecia declaró haber estado orgulloso de participar en ella, creando de inmediato una expectativa que, al contrario de defraudar, quedó corta frente a tan emocionante aventura de época.
La cinta cuenta el relato del Capitán Ludvig Kahen, un militar retirado y devoto del rey, que pide a la corona le conceda sembrar un páramo para crear una colonia en su nombre a cambio de un título real. Una tarea pensada como imposible, el Capitán pronto verá su empresa peligrar debido a la ambición de un siniestro gobernante feudal que reclama dichas tierras como propias.
El primer gran valor narrativo de “Bastarden” es generar un interés genuino por su personaje histórico, que más que someterse a las tradicionales reglas del “biopic”, lo confronta con un entorno amenazante que se convierte en el primer protagonista: el desolado y salvaje páramo danés. Nikolaj de manera breve y perfecta, estructura el contexto y la ambientación de 1755, su sistema monárquico, político y social tras la guerra, en una época donde el territorio danés busca extender sus fronteras colonizando pequeños territorios.
Es aquí donde emerge la tridimensionalidad de su personaje, un rudo capitán que genera simpatía no por su carácter, sino por su objetivo y la injusticia de clases que se genera en las inciertas condiciones territoriales que proponen el relato y la historia. Construido como un “antihéroe”, Nikolaj capta el interés del público no por la común treta de la empatía hacía con su protagonista, sino por las condiciones y tangentes que se derivan de su conflicto.
Con toques de western y de cine de aventuras, es justo decir que estamos ante un thriller de época que se arriesga a tocar variados elementos que en otras manos quizá hubieran lucido como “cabos sueltos”, sin embargo, la precisión de Arcel hace que cada uno de ellos se abra, se desarrolle y se cierre en el momento que se necesita. Por ejemplo, uno de ellos y quizá el más importante sea su “mix” de razas y clases, y el folclor que se genera a partir de estas (y que a la larga se expone como la combinación que originó la población danesa actual), mostrando como la monarquía, el elemento militar, la esclavitud, la migración gitana (tomada como invasora y fuente de “mala suerte”) y la población local afectada por la guerra, se ven inmiscuidas en esta lucha, corrupción e intriga por el poder y la tierra. El segundo elemento que resaltar es “lo que se siembra” en aquel páramo, un muy conocido alimento que incluso funge como un excelso elemento narrativo para dar cierto giro y frescura a la trama en un punto clave de esta.
La parte introspectiva de su antihéroe es esencial para los objetivos de Arcel, que es ir desenmarañando poco a poco los misterios de su origen y el propósito real de su difícil tarea y sacrificio. Un bastardo que busca un honor que nunca perdió, pero al que nunca ha accedido, un héroe de guerra sin nombre tan devoto como ambicioso de su rey y corona. Sus motivos se irán descubriendo a raíz de su enfrentamiento tanto físico como emocional, y no solo frente a su enemigo, sino también frente a la incierta familia que irá formando, todos unidos por la desesperación, la hambruna y/o la venganza. Mikkelsen se encuentra inmerso en una interpretación que le acomoda de manera perfecta y que de a poco va suavizando su frialdad, llevándolo de la humildad al paternalismo (no por nada es uno de los mejores de su generación, siendo acreedor por esta actuación a la mejor interpretación masculina en los Premios del Cine Europeo).
Y para todo excelente héroe se requiere un gran villano, y vaya que estamos ante uno de los mejores del 2023 (y eso también es mucho decir). El novato Simon Bennebjerg logra dar vida a un verdadero, amenazante e imponente “hijo de puta”, un feudal codicioso y siniestro que hará frente a “la tierra prometida”. Sus motivos, que bien se podrían resumir en el simple poder, van más allá, desarrollando a través de este una visión racista, clasista y violenta tan cercana a lo salvaje del páramo, como también alejada de la gratitud de este frente a la llegada del sembrador bastardo. Una metáfora muy pura reflejada en esta villanía.
A destacar también las actuaciones de Amanda Collin y la niña Laura Bilgrau Eskild-Jensen (que logra un cautivador papel como la gitana huérfana Anmai Mus), dos papeles clave para el desarrollo y desdoblamiento tanto del héroe como del villano (y también del círculo social que emerge con la colonización)
Ganadora también de mejor diseño de vestuario y de la mejor fotografía en los Premios del Cine Europeo, esta última estuvo a cargo del veterano Rasmus Videbæk, siendo un elemento de suma importancia y que se adecua de manera perfecta a la oscuridad (todas las tomas alrededor del villano se suscitan de noche o en espacios cerrados), como a la luz del relato (el Capitán va pasando por los anocheceres, atardeceres y amaneceres, tal y como su propósito de vida va cambiando).
Bastarden es una poderosa película que incluso en su final provee de otro regalo al espectador, logrando bajo una libertina y entrañable “romantización” de su figura histórica, darle a aquel Capitán (al menos fílmicamente) un destino sencillamente hermoso, y que escapa de “lo cursi” gracias a la carga de tensión y credibilidad emocional vertida durante todo el metraje. El entusiasmo sigue en pie, pues esta es una “Película Prometida”.