Brawl in Cell Block 99: Violenta, imperfecta y conmovedora fábula carcelaria
Es el segundo film de S. Craig Zahler y el director – guionista nativo de Florida parece haber instaurado un emporio narrativo en el Festival de Sitges a partir de su conmovedora y tenaz imperfección. Es claro que la técnica y la habilidad narrativa han madurado desde su última e impactante Bone Tomahawk, pero el sistema sigue siendo el mismo: estrujar al género base hasta someterlo en una vorágine de violencia explícita que en momentos claves explota con destreza su imperfecta y lenta narración.
Quién califique como excesivo al cineasta revelación de Sitges (2015-2017), será alguien que conceda la razón a su estilo, una especie de producción comercial elocuente con base en los seriales “grindhouse” de los 70’s, pero que a diferencia de las payasadas de Tarantino y/o Robert Rodríguez, usa el elemento de “la violencia” no como morbo o causante de gracia, sino como el núcleo narrativo que provee al relato de seriedad, incluso en este caso para abordar y estructurar a su memorable antihéroe.
¿La genialidad de Brawl in Cell Block 99? Es que Zahler a diferencia de su predecesora, utiliza en esta ocasión a la violencia como objeto redentor, como un arma de expiación y justicia que es celebrada por el espectador cada vez que se hace uso de ella. En Bone Tomahawk este elemento impacta (puede dejar sin sueño o con el trauma eterno de nunca asistir a una pollería a la audiencia), pero en este drama carcelario conmueve, siendo incluso hasta la singular pizca gore que coronan sus agiles direcciones de desbordante lucha física, solo marco de varias secuencias que además de conmemorar el motif y objetivo del antihéroe, también sirven como acelerador de una trama por momentos aletargada.
Si bien Brawl in Cell Block 99 denota la carencias en cuanto al manejo dramático se refiere, Zahler se dedica a componer varias veces el camino ejerciendo un benéfico vacío argumental que comunica una sensación de ansiedad de no conocer lo que pasará; un misterio en esta espiral de violencia que un traficante consecuentemente preso, desata de manera cuestionable hasta ser acarreado a un descenso dantesco en una cadena “desevolutiva” de la libertad, cediendo sus derechos como humano y acercándose cada minuto más a un infierno sin salida, donde el “salvajismo” no es impuesto, sino elegido, una decisión propia del antihéroe en pos de un bien mayor, casi celestial.
El cineasta es truquero; sale de su apuro rítmico gracias a la convergencia de varios elementos, tonos emocionales y géneros. En su escondida simpleza narrativa Brawl in Cell Block 99 es una oda violenta con tintes gore, pero también un drama carcelario, un testimonio de amor paternal y un cuento romántico poco convencional y enternecedor ¿La unión perfecta para un grindhouse? La segunda cinta de Zahler de nuevo logra ese extraño efecto en la audiencia en mucha parte también gracias a su protagónico, un genial Vince Vaughn que con su poca expresividad facial pero sobrexpuesta manifestación física logra delimitar un íntimo y entrañable personaje, una objetable víctima del sistema en la que Zahler deja caer su abandono de la lógica y coherencia para abordar un cuento de hadas penitenciario, una fábula correccional.
En el rubro actoral esta desfachatez dramática se extiende hacia todos sus inmiscuidos, con Jennifer Carpenter como una dócil damisela en peligro y Udo Kier, Dom Johnson, Tom Guiry y Dion Mucciacito como los agentes de este infierno de “mínima libertad”
Desinhibida, aunque Brawl in Cell Block 99 tarda en arrancar lo que será un imparable frenesí, dentro de su imperfección propositiva Zahler de nuevo construye una de las mejores películas del año, cautivadora e hipnótica, violenta y amorosa, los mensajes de su grindhouse de nuevo siglo son tan variados como impactantemente visuales. No se la puede perder.