Cargo: Lentos y entretenidos zombies australianos

De un tiempo para acá se han venido poniendo de moda (al menos eso creo yo), las películas de humanos que son atacados por un virus, a veces muy rápido y a veces muy lento, que convierte a los infectados en seres sin alma, agresivos y con una incontrolable obsesión por morder e infectar a otros seres humanos. Sí, podrían ser zombies, pero según el presupuesto de la película, pueden parecer gente con ataques de ira en medio de un embotellamiento a las 2:30 pm en cualquier gran ciudad.

Pues siguiendo esta línea se estrena una película original de Netflix de nacionalidad australiana, y como a mí siempre me ha llamado la atención lo que viene de la tierra de los koalas, decidí verla una tarde de domingo, que es cuando por alguna extraña razón se me antojan las películas de catástrofes naturales o de terror.

En un futuro distópico apocalíptico, vemos una embarcación tipo casa flotante navegando por un río en Australia, que es tripulada por una pareja, Andy (Martín Freeman), Kay (Susie Porter), y su bebé Rosie. De repente ven una linda familia a la rivera del río, pero cuando Andy saluda, el padre de la familia se muestra hostil. Después sacan del agua unas cajas que parecen botiquines de primeros auxilios. En otro momento encuentran un velero a medio hundir y Andy va a buscar que pueden rescatar de ahí. Consigue algo de comida y hasta una botella de vino. Después de que Andy se va a descansar, Kay decide ir al velero también y sin más algo la jala y la hiere. A partir de ahí empieza una carrera contra el reloj, desembarcan y van a buscar ayuda, sin embargo el virus es muy veloz y Kay en poco tiempo termina mordiendo a Andy, entonces este cuenta con 48 horas o menos para poner a salvo a su pequeña Rosie.

Tal vez la trama sea ya conocida por el cortometraje en el que se basa, pero ahora el director Ben Howling le da otro ritmo y enfoque al tema de los zombis. Aquí vemos una película dramática y lenta, casi contemplativa, sin escenas de sobresaltos, con tomas panorámicas que nos muestran hermosos paisajes de la geografía australiana, con un poco de la cultura aborigen del país, que tanto les gusta mostrar. Diálogos lentos y pocos zombies que no salen de la nada, sabes que vienen pero con una lentitud desesperante, tan lento como corre el reloj que determina la hora de la transformación.

Tiene sus lugares comunes como el de que a veces es más grave la naturaleza humana que la misma pandemia, pero es una película extrañamente entretenida, que te muestra como se puede abordar el mismo tema con los mismos argumentos pero desde otro punto de vista qué parece más real. Las actuaciones son buenas, los efectos especiales son casi artesanales y la hacen una película más natural, más orgánica.

Tal vez no sea la mejor película de zombies, pero resulta muy interesante ver como los australianos nos cuentan estas historias al igual que la muy buena surcoreana “Estación Zombi: Tren a Busan”. No es lo mismo ser un zombi gringo (muy agresivos y rápido se reproducen) o ser un zombie coreano (agresivos pero dramáticos) a un zombi australiano (lentos, de largo tiempo de transformación, cero agresivos y con mucho sentimiento, o sea, te atacan pero sufren). Quizá los mexicanos son de otro tipo, pero no quiero provocarlos ya que también son muy agresivos y últimamente han adquirido mucho poder.

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