Desde el más allá: Hitchcock

Alfred Hitchcock me sorprende una vez más con la película La Soga (1948), vuelvo a reverenciar a este director que, no por nada, fue nombrado el “maestro del suspenso”.

Dos estudiantes brillantes asesinan a un compañero (David) con el argumento filosófico de que los crímenes  pueden tener la justificación del genio, al cometer el asesinato perfecto, de manera perversa esa noche ofrecen una fiesta en donde los invitados son los familiares y la prometida de David.

Entre los detalles que puedo mencionar de este filme, digno de verse más de una vez, está el hecho de que fue la primera película en donde Hitchcock graba a color, además de que transcurre, toda, en un solo escenario: un departamento. Tenemos planos de extensa duración ya que Hitchcock pretendía  filmar la película mediante una sola secuencia, pero se le terminaban los rollos y entonces hacía acercamientos a los sacos de los personajes. También existen los clásicos clichés del cine de Hitchcock, como el uso de las ventanas como instrumento de tensión al poner a los personajes en un doble papel: por un lado son observadores, pero por otro son observados en sus actos más oscuros; este tipo de recurso es utilizado en películas como La ventana indiscreta (1954) , Psicosis (1960) y Frenesí (1972). Aparece, de igual forma, la representación de la mujer como aquella persona que se dedica a labores superficiales, que busca la estabilidad económica con el matrimonio, que es bella pero hueca, tópico que  podemos ver en la ya mencionada La ventana indiscreta y en Vértigo (1958).

Se dice que la cinta provocó un escando cuando se estreno porque sugiere una relación homosexual, algo que Hitchcock nunca confirmó, pero tampoco negó.

Es ampliamente recomendable para quien quiera sentirse atrapado por una película ya que logra en el espectador esa sensación de suspenso y de estar al borde de la butaca con las uñas encajadas pensado qué pasará.

La película también puede ser vista como una crítica a la clase alta americana y a los intelectuales. Existe, además, un cuestionamiento moral y ético-social sobre el asesinato y sus motivaciones, realmente es un filme que no deja de ser actual en su discurso.

Finalmente la película resulta un homenaje al cuento de Edgar Allan Poe Corazón delator, cuando la culpa habla a través de sus palabras:

“-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí… ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!”

 

Acerca del autor

Cinescopia   @Cinescopia   cinescopia.com

Equipo editorial de Cinescopia.


Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*

*

*