Dos visiones de CDMX: ‘El Club de los Insomnes’ y ‘Prometo no enamorarme’

Ah, Ciudad de México. Llamada Distrito Federal por décadas, rebautizada como Ciudad de México/CDMX, este monstruo de capital es escenario perfecto para cualquier historia. Después de todo, México como país está profundamente centralizado, y dependiendo del enfoque del cineasta, puede resaltar sus particularidades, cotidianidades, o volverla tremendamente cliché en la peor manera. Esta semana, por coincidencias de la vida, me tocó ver dos películas sobre historias de encuentros y coincidencias felices en la capital: El Club de los Insomnes, de Sergio Goyri Álvarez y Joseduardo Giordano Chalamanchi, y Prometo No Enamorarme, de Alejandro Sugich. Ambas la usan como escenario en las historias de forma muy diferente, y las películas padecen a la ciudad para bien y para mal.

Con un estilo realista, la película de Goyri Álvarez y Chalamanchi es sumamente entretenida, con un humor ácido y detalles sobre la rutina que facilitan que nos identifiquemos con los personajes, y la edición ayuda a evitar que la película nos cure el insomnio.

Un oficinista con severos problemas para dormir, una veterinaria con ansiedad demoledora, y una joven cajera de turno nocturno que quiere ser artista comparten las noches y madrugadas en una tienda de conveniencia. El desarrollo gradual de los personajes permite un avance en la historia pausado pero entretenido y, a pesar de los huecos narrativos, llega a una conclusión satisfactoria. Las actuaciones del trío insomne –Cassandra Ciangherotti, Leonardo Ortizgris, y Alejandra Ambrosi– son sumamente naturales, lo cual ayuda a asentar la aparente cotidianidad del filme.

En esta película, CDMX es una urbe imponente, fría y rutinaria, y los personajes buscan, a toda costa, una conexión con alguien más con tal de sobrellevar la soledad urbana. La capital se ve tal como es y, de no ser por algunos detalles clave, hasta podría pasar por otras ciudades grandes del país. El enfoque está en las historias y en los personajes, más que en la ubicación, y la ciudad ayuda a darle buen contexto.

Por otro lado, en el segundo filme de Sugich se presenta una historia insípida sobre una conexión romántica que, de hecho, cumple con la promesa de no enamorarnos de ella. Con un ritmo pausado y genial sonido, la película entretiene a momentos, sin lograr que interese mucho la historia que está contando.

Iván, un DJ hipster, y Julieta, una chelista clásica, se conocen en la Plaza de los Arcángeles mientras ella espera a su marido, Daniel. Como él la deja plantada, Julieta convive con Iván por 24 horas, tiempo suficiente para que él se enamore de ella. Con fuertes tintes de Before Sunrise y(500) Days of Summer, la historia cae en lugares predecibles, no desarrolla a los personajes principales ni les da profundidad emocional, y la conclusión pretende ser mucho más brillante de lo que es en realidad. Las actuaciones están bien logradas, pero falla la química entre Alfonso Dosal y Natalia Varela, la pareja protagonista, a tal grado que no resulta creíble el romance central. Por otro lado, Pedro de Tavira logra robarse las pocas escenas en las que sale como Luis, amigo y confidente de Ivan,

Lo que sí resulta maravilloso de la cinta es la producción de sonido: al tener como protagonistas a dos músicos apasionados por su profesión, la música, ruido y sonidos ambientales se escuchan con claridad e intervienen con precisión en la historia. La cinematografía embellece a la Ciudad de México y los bellos espacios que sirven de escenario, a tal grado que parece un largo comercial turístico.

Sea cual sea tu visión y experiencia en la Ciudad de México, estas semanas veremos dos perspectivas diametralmente opuestas sobre ella.

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Acerca del autor

Oraleia    

Snob pretenciosa en recuperación, punk de gustos refinados y valemadrista con corazón. Crítica de cine.


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