La Castración, La Vida en Gris

Vivir no sólo es respirar, es disfrutar la vida y todo lo que ofrece, sentir la emoción a flor de piel de lo que nos rodea, sentir cómo se erizan los vellos de todo el cuerpo al contacto del ser amado, llorar las desilusiones, tropezarse y caer. Nada más insensato que una vida dormida,  sin dirección ni objetivos, vivir por inercia.

Lourdes (Victoria Santaella) es una gris y apocada recepcionista de una agencia de modelos que ve pasar sus días sin afán alguno, poco le preocupa lo que sucede a su alrededor porque la carencia de estímulos ha logrado matarle toda emoción. Gris como es, desborda su apocada devoción y deseo sexual en chatrooms bajo el cómodo cobijo del anonimato, la deshinibición que ofrece el teclado la alienta a realizar todas esas “proezas” que de cualquier otra forma serían inimaginables en su minimizada realidad.

Lourdes se toca, se excita, se muestra y desnuda más que física, sentimentalmente con quien esté del otro lado de la línea, para ella no importa el peligro o el contacto físico lo único que necesita es ser leída, nis siquiera escuchada y dejar trozos de intimidad regados en un mundo fantástico donde sólo sea un nickname más, donde su historia se confunda en un mar de miseras cibernéticas que poco importan, como poco importa su vida a quienes le rodean.

Esclava colateral la enfermedad de su padre enfermo, Lourdes es una sombra que vaga y vive haciendo favores, pero aún eso la hace fácilmente sustituible, su pobreza se origina en su interior y se desliza triste y torpe hasta sus movimientos y apariencia desastrosa y desaliñada. Su rostro oculto bajo una maraña de cabellos la mantiene a salvo del juicio social. Su desgracia no es que su madre la haya abandonado para “aprovechar una oportunidad para ser feliz”, o que su vida social se limite a hacerla de niñera a su vecina, ni siquiera lo es que aunque su madre haya regresado derrotada al hogar paterno incida en una nueva infidelidad. Su tragedia es ella misma.

La cinta, interesante, corre el riesgo de volverse tremendamente monótona si no fuera por un personaje que de un plumazo equilibra toda la trama, Victoria (Keyla Wood) se vuelve un personaje toral en la historia no sólo por ser todo lo opuesto a Lourdes, sino que su función principal en la trama, evidentemente, es acentuar la desdicha de la protagonista. Juguetona, deshinibida, moderna pero sobre todo despreocupada, Victoria viene a dar un aire verdaderamente fresco a la historia, arranca carcajadas honestas y espontáneas en un papel verdaderamente genial que en ciertos momentos, hay que decirlo, incluso logra borrar a Lourdes.

Un logro admirable del director Ivan Löwenberg es el extraordinario equilibrio que logra entre estas dos actrices diametralmente opuestas aparentemente no sólo la ficción, sino en la vida real. Mientras Keyla hace gala de las tablas adquiridas de su participación en varios proyectos, Victoria aún luce ingenua e insegura, aspectos bastante bien explotados y aprovechados por el director.

La Entrevista

A pesar de que su proyección hasta la fecha únicamente se ha limitado a circuitos de cine independiente o cine de arte, el aforo convocado por La Castración en la función que asistí fue bastante decente.  Posterior a la proyección la cadena Cinépolis tuvo el tino de cerrar el ciclo de cine mexicano independiente con una ronda de preguntas y respuestas con las protagonistas de las cintas.

Cálidas en su trato, lo más interesante de esta experiencia fue tener la oportunidad de constatar lo que vemos en pantalla, la diferencia de caracteres que equilibra la cinta no se limita a la pantalla.

En esta ronda de preguntas y respuestas, Keyla ofreció su punto de vista sobre la situación del cine nacional, específicamente el cine de autor o independiente, el cuál desde su perspectiva, cuenta con apoyo suficiente para  abrirse paso hacia un público más amplio y deje de ser exclusivo de una élite. Con respuestas vagas Victoria habló de su confianza para ser incluida en otros proyectos cinematográficos que le permitan desarrollarse como actriz después de haber “descubierto el cine”.

Resulta interesante que,  Victoria desde su incipiente carrera o Keyla con más experiencia, tengan una percepción tan refrescantemente positiva de la situación del cine nacional y se alejen de los clichés desgastados y siempre insatisfechos de directores consagrados, amargados y sobreexpuestos (o en su defecto pretenciosos) y confíen no sólo en la ayuda gubernamental, sino lo que se puede lograr con esfuerzo y disciplina. Brios que espero no desaparezcan como la fábula “El Potro Salvaje” de Horacio Quiroga. Aunque me habría gustado escuchar el punto de vista del director.

La Castración cumple como cinta honesta y creo que el director aún tiene mucho que decir, historias que contar, y recursos que explotar,  interesante propuesta que como el director Michael Rowe con Año Bisiesto demuestran que aún hay mucho que contar sobre historias íntimas sin el pesimismo con humor negro mal logrado de Luis Estrada (El Infierno) o la a veces  soporífera intensidad de Julián Hernández (El Cielo Dividido).

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