La Dolce Villa: Pan con lo mismo.
Aunque tal vez su nombre no nos evoque al instante sus películas, Mark Waters es el director que se ha encargado de proporcionar al público trabajos que se anidaron en los corazones de una generación, debido a su encanto, su comedia y sus actores icónicos. Cintas como ‘Mean Girls’, ‘Just Like Heaven’ o ‘Freaky Friday’ se convirtieron en clásicos modernos a los que hoy en día aún acudimos como si fuera un refugio, nuestro lugar feliz. Este año tenemos en el catálogo de Netflix una nueva entrega de este cineasta, que lleva por título ‘La Dolce Villa’.
La Dolce Villa es protagonizada por Eric Field (Scott Foley), un padre en sus 50’s que decide viajar a Italia para impedir que su hija Olivia (Maia Reficco) adquiera una desvencijada propiedad en la pequeña localidad de Montezara. Ahí conocerá a Francesca (Violante Placido), una viuda joven que se desempeña como alcaldesa y tiene como proyecto inyectarle vida a la zona. Los tres irán pavimentando sus respectivos caminos para encontrar el amor y sus verdaderas pasiones.
Como puede adivinarse desde su sinopsis, ‘La Dolce Villa’ es una comedia romántica que utilizará los paisajes italianos como un personaje principal más para hipnotizar a la audiencia y envolverla en un ambiente idílico. Este propósito visual se logra gracias a dos individuos clave: el director de arte Luca Tranchino, quien tiene ya un extenso bagaje en lo que respecta a filmes que se han vuelto notables por sus sets, como ‘Casanova’, ‘Cold Mountain’, ‘Hugo’ o ‘To Rome With Love’, por lo que crear la villa comprada por Olivia – y gradualmente restaurarla – es una tarea que se cumple a la medida de lo esperado. La otra pieza clave es el cinematógrafo Theo van der Sande, quien cuenta con un variado historial que incluye largometrajes como ‘Wayne’s World’, ‘Cruel Intentions’ o ‘Stripe Down Rise Up’, y utiliza estas experiencias para concentrar las miradas en las puestas de sol, la bella arquitectura y la sugestiva vegetación. Forman una mancuerna que funciona para quienes gustan descentralizarse de las ciudades y soñar despiertos con entornos más ligeros y luminosos.
Desafortunadamente, ahí acaban el número de aciertos que existen para apreciar en ‘La Dolce Villa’. Cuando pretendemos profundizar en su hechura, nos topamos con un guion que peca de simple, careciendo deliberadamente de texturas o complejidad para mejor concentrarse en marcar las casillas de lo que debe suceder en una película de este corte: atestiguaremos eventualidades graciosas y bochornosas entre la pareja, una conversación que deriva en un reencuentro familiar, papeles secundarios acartonados, e incluso un “villano” cuya única relevancia es llegar en un momento clave para arruinar los planes de todos, que luego desaparece de la manera más mediocre posible. Si bien Scott Foley tiene carisma para darle presencia suficiente a Eric, poco es capaz de hacer con una trama insustancial y acompañantes que no consiguen evocar emociones o interés.
Filmada en Roma, Lazio y Toscana, ‘La Dolce Villa’ termina acumulándose en una pila de obras similares, muchas de las cuales son abandonadas en el olvido en cuanto finalizamos de verlas. Como espectadores, somos responsables de cuestionar cuántas veces más vamos a aceptar que nos den pan con lo mismo, sin importar si esto viene de un realizador que otrora nos regalara platillos generosos y memorables. A propósito de su propia analogía, podemos construir la moraleja: dejemos atrás los helados sencillos, y exijamos un auténtico gelato de stracciatella.