La Villana: Sádico Placer Culposo
Querido lectores, estoy consciente del riesgo que corro al hacer el siguiente comentario ¡Pensarán que estoy mal de la chaveta! Por lo que antes de que saquen conclusiones, aclaro que no soy ningún promotor de la violencia en la vida real. No vaya a ser que luego digan que yo soy El villano.
En los últimos años, el cine asiático nos ha obsequiado producciones deliciosamente violentas, épicas y salvajes; un verdadero festín para los amantes del género de acción más sádico, sangriento y políticamente incorrecto.
Corea del Sur, no es la excepción y para muestra tenemos La villana, la más reciente película de Jung Byung-Gil, obra que cumple con creces la promesa de ofrecer un rato de enfermiza diversión para beneplácito del tipo de público que, encuentra cierto placer culposo e incluso masoquista en las historias generadoras de angustia, estremecimiento y un sinfín de sentimientos malsanos.
¿De qué va el asunto? Hagan de cuenta que se trata de una versión oriental de la Nikita de Luc Besson. Una asesina joven con un trágico pasado y una revancha pendiente, es reclutada voluntariamente a fuerzas por la Agencia de Inteligencia Coreana para que los ayude con unos “trabajitos” a condición de recibir su libertad en 10 años. La trama no es de lo más original aunque se agradece que el personaje principal tenga hija y novio, para con ello demostrarnos que la genocida puede ser implacable pero también tiene su corazoncito.
Desde el primer minuto la cámara subjetiva a modo de videojuego, convierte al espectador en autor material de una brutal masacre que haría palidecer al mismísimo John Wick. Batalla campal en un pasillo que provoca una inevitable sensación de Deja Vú ¿Homenaje a la multipremiada Oldboy de Park Chan Wook o simple coincidencia? Lo dejo a su criterio.
La villana se erige como un thriller desenfrenado, desquiciante y de exageraciones ilimitadas que se extienden durante todo el metraje aprovechando las convenciones de un género en donde la violencia es directamente proporcional al regocijo. Lo anterior funciona querido lector, si usted como yo es el tipo de espectador que simpatiza con los antihéroes con atole en las venas, esos que se ensañan con los malosos y se dan gusto a la hora de dar puñaladas traperas, piquetes con pica-hielo y hachazos en el cerebelo, todo en pro de la venganza, misma que no se justifica pero se entiende.
La villana es un filme cargado de adrenalina, interrumpido en momentos por una serie de flashbacks que se tornan confusos y una historia de amor que derrama miel. Por fortuna, si bien Jung Byung-Gil recurre al melodrama, el tono oscuro y pesimista se mantiene presente retomando fuerza en el tramo final, para desembocar en un enfrentamiento de antología que hace valer el costo de la entrada aunque el rompecabezas no quede del todo completo.
Mención especial merecen las escenas de acción destacando la labor de los dobles y coreógrafos ¡Están increíbles! Lo digo en el sentido literal de la expresión. Mismo reconocimiento a la banda sonora que acompaña a la protagonista durante toda su odisea, obra de Ja Wan Koo.
La villana no es una película para todos los gustos. Es un espectáculo visual disfrutable siempre y cuando no sean ustedes de estómago sensible, sientan repulsión al ver sangre o les guste pensar que habitan en un mundo de caramelo. Si por el contrario, son el tipo de personas que después de un día pesado experimentan una catarsis mirando las salvajadas ficticias aquí presentadas, bienvenidos sean.