Las 5 Mejores Películas de Bernardo Bertolucci
¿Qué significado tiene el prefijo “último” para describir la importante injerencia del cine de Bernardo Bertolucci? ¿Fue el último emperador del cine italiano? ¿Fue el último tango en París la culpable de su conocimiento mundial? Alfa y Omega, Bertolucci fue un extraordinario vestigio del cinema italiano y el último en su estirpe en despedirse, pero también fue el primer influyente en una estela de posteriores cineastas de la mostra cinematográfica. Si bien Bernardo nació del neorrealismo de su Maestro Pier Paolo Pasolini, su obra fue adecuándose a los requerimientos de una era donde América embestía las tendencias y gusto fílmicos del viejo continente, 70’s y 80’s donde esta leyenda supo preservar las enseñanzas y papiros de sus maestros para afrontar y llegar a conclusiones fílmicas tan exquisitas como polémicas.
La historia fue también uno de sus aliados, y es que a pesar de que Bernardo se mantuvo como una figura abandonada en este lapso de tiempo como el “último” testigo del viejo mundo fílmico en la Italia post neorrealista, construyó dentro de su casi veintena de títulos un par de obras de épica histórica que han quedado grabadas para la posteridad, como si él mismo hubiese sabido que en el interludio de su propio camino era necesario cambiar de manera momentánea sus grises ambientaciones (centradas más en la presencia humana), por los vistosos escenarios de China y de su propia Italia comunista (sin olvidar también su paso polémica por la sexual Francia) para poder sobrevivir y que su innegable talento fuera recordado.
Primero poeta pero ante todo cineasta, venido de una estirpe artística que definió su camino cuando desde los 15 años ya filmaba sus primeros cortometrajes y escribiría sus primeros versos. Bertulocci nos abandonaría en el 2018 dejando 16 largometrajes, 49 galardones (entre ellos 2 Oscar, 2 Globos de Oro, 1 BAFTA, 2 premios de Berlín y la Palma y León honoríficos) y una leyenda fílmica para celebrar y rememorar. Lo recordamos con sus 5 mejores films.
5 – La Luna (1979)
Quizá en este quinto puesto debería estar su labor como guionista en “Once Upon a Time in the West”, pero hablando de su faceta como realizador y buscando la pieza más cercana a sus 4 muy obvias superiores por venir, se encuentra La Luna, obra que no fue ajena a la polémica al sugerir un tema incestuoso que Bertolucci quizá de manera muy astuta (y sutil) construyó como una máxima “dependencia”. Un viejo zorro, La Luna sirve como ejemplo para ejemplificar una de las manías y características narrativas más peculiares y fuertes del cineasta, siendo esa delgada línea entre la sexualidad y la codependencia el lapsus que usó en varias de sus obras, ya sea de manera referencial o protagónica, explotando la psique de sus personajes solitarios y su búsqueda por la aceptación.
4 – Ultimo tango a Parigi (1972)
Cinta que le abrió la puerta a la internacionalización, pero que también se la cerró en varias industrias al ser prohibida durante casi 10 años. Si bien esta sexual y potente obra puede recaer en desequilibrios narrativos más sujetos a la explosión del morbo que la narrativa, Bertolucci la carga de un inquietante ritmo y misterio al dejar a sus dos personajes como dos extraños sujetos y poseídos solamente por la pasión. Irónico es pues, que a pesar de su exceso, la cinta haya sido mejor recibida en la mocha América que en Europa, en mucha parta gracias a un Brando increíble, víctima de la exteriorización de la ya mencionada y peligrosa peculiaridad artística de su director y que aquí si traspasa la delgada línea. Odiada por algunos, reverenciada por otros, debemos comprender que este último tango es uno de los testimonios fílmicos más fieles sobre el tópico “pasión”, su real y único protagonista, siendo todos los demás elementos secundarios y a merced de este.
3 – Novecento (1976)
314 minutos. Si bien su visionario puede ser descartado por el espectador promedio, lo hecho por Bertolucci es un compendio fílmico – histórico sobre la Italia de comienzos del Siglo XX, abarcando 5 décadas (1900 – 1950) en donde el cineasta toma como excusa una historia de amistad y fraternidad para exponer no solo la ideología política y social de un país dividido y caracterizado en aquellos tiempos por su fascismo, sino también como un remanente de vital importancia de la revolución industrial europea. Una obra monumental, quizá para algunos diste de ser un baluarte fílmico, pero Bertolucci trasciende el arte para posicionar su pieza como un baluarte histórico. Como dato colateral, si bien ya había dado señales de coqueteo hacía con la industria hollywoodense, es aquí donde acepta la comunión de su lenguaje y el de su propia corriente
2 – Il Conformista (1970)
Una de las piezas clave del cine italiano y la que tal vez sea su obra más íntima y adepta a un tono y estilo instaurados desde aquí, su comienzo y entrada a las grandes ligas de la cinematografía mundial. Medio thriller, medio drama, medio noir, medio espionaje, Bertolucci construye a su eterno arquetipo, el personaje solitario obligado a cambiar su modus vivendi e ideología por circunstancias ajenas, a la par que también concibe el discurso en el que descansará toda su obra: el político, revelado aún en una sutil crítica hacia los pecados y vestigios del fascismo italiano y al cambio de dicha corriente ministerial que lo marcó en su niñez y juventud, dejando que su “conformismo” se torne en un “anti heroísmo”, símbolo que traspasó la pantalla y que tal vez sea una expiación de su propia personalidad, cuando en la vida real cambió varias veces de partido.
1 – The Last Emperor (1987)
Prodigiosa por donde se le vea. Un logro injustamente olvidado por el cine y estas generaciones, El último Emperador ejecuta con perfección todos los elementos su filmografía e influencias, exponiendo a su “solitario” anti héroe a una épica histórica y de cambios sociales, bélicos y políticos, de nuevo teniendo como ambiente la opresión fascista, y en un segundo plano, una preciosa China, filmada de manera avasallante con secuencias inolvidables. La sensualidad, un sutil y pequeño toque neorrealista, su coqueteo con el ritmo “gringo” y la fastuosidad de sus escenarios ahora son culminados con un elemento que se la había resistido durante toda su carrera, el de la emotividad, logrando ahora que su resquebrajado protagonista, víctima de una obligada metamorfosis ideológica, se convierta en un emblema que logra inyectar de emoción y empatía al espectador con un entrañable y preciso final.