Las Mejores Películas de Yasujiro Ozu

Para comprender la importancia de la figura de Yasujiro Ozu en el séptimo arte se necesita dividir su vida y obra en segmentos repartidos en 4 bloques tan simbólicos como su filmografía: sus orígenes, su etapa preguerra, su etapa postguerra y su legado.

Orígenes: Nacido el 12 de diciembre de 1903, la infancia siempre marca los pasos del resto de la vida. El tercero de 5 hermanos no tuvo una buena relación con su padre porque siempre estaba ausente por viaje de negocios, por eso tuvo un fuerte apego a su madre y vivieron juntos hasta su muerte, lo que le daría la sensibilidad necesaria para canalizar la emotividad en su obra. Tampoco fue un buen estudiante, prefiriendo pasar su tiempo yendo al cine a ver películas de Rex Ingram, Charles Chaplin, King Vidor y Ernst Lubitsch (según sus propias palabras, prefería el cine extranjero porque el cine local le aburría). Éstas serían su principal inspiración para comenzar su carrera, siendo uno de los pioneros del cine japonés con experimentos más anclados a la comedia y muy alejados del estilo neorrealista que lo caracterizaría más adelante. Lamentablemente casi todas las películas mudas de Yasujiro Ozu están perdidas (incluyendo su ópera prima).

Etapa preguerra: Su asociación con la compañía Shochiku (la cual se convertiría en la principal distribuidora de casi toda su filmografía) le abriría las puertas a mejores proyectos, pues siempre tuvo libertad para escribir y rodar no importando que trabajara en condiciones precarias. Por mucho tiempo Yasujiro Ozu se rehusó a dar el paso al cine sonoro, pero en cuánto se dio cuenta de las posibilidades se adaptó al formato. Aquí empezaría a vislumbrarse su gusto por el drama, usando elipsis para construir las relaciones interpersonales a través de la naturalidad de las conversaciones más banales. También se notan atisbos de su futura característica cámara estática (o tatami shot), casi siempre al nivel del suelo para crear una perspectiva íntima, pero objetiva e imparcial de los personajes y su entorno. Por desgracia, es obligado a servir en la Segunda Guerra Mundial y es hecho prisionero de guerra durante el conflicto

Etapa postguerra: Tras ser liberado, Yasujiro Ozu regresaría a un Japón desolado y tardaría en arrancar debido a la falta de oportunidad de los estudios que lo consideraron anticuado en comparación a otros directores como Akira Kurosawa (por quien sentía respeto, pero también le guardó rencor porque él esquivó el servicio militar, y por lo tanto, no vio interrumpida su carrera como sí pasó con la suya). Pero es en esta etapa que llegaría la consagración y el reconocimiento internacional con sus obras más conocidas, en las que perfeccionaría el estatismo y naturalismo del tatami shot, convirtiendo a objetos cotidianos en parte relevante de la puesta en escena. Las historias se volverían más personales y plasmarían sus temas más recurrentes como las relaciones familiares, la modernización de la sociedad, el choque generacional, los problemas matrimoniales y la conservación de las tradiciones. La transición al color sería breve y se conformaría por remakes de sus primeras películas, pero reflejan de forma indirecta el mundo interior y la despedida de un hombre nostálgico que siguió trabajando hasta el final.

Legado: Aunque nunca ganó un premio importante (apenas una decena de galardones locales), Yasujiro Ozu es uno de los mayores exponentes del humanismo dentro del cine. Tener la cámara quieta todo el tiempo ayudó a crear una composición que aprovechaba la simetría de tal manera que cada detalle en la imagen transmitía algo y convertía a la cotidianidad en magia, mostrando con sutileza la esencia de la vida misma y el día a día de la clase media. Esto inspiraría a varios directores a seguir sus pasos: Wim Wenders, Claire Denis, Hou Hsiao-hsien, Edward Yang, Jim Jarmusch, Richard Linklater, Ingmar Bergman, Satyajit Ray, Abbas Kiarostami, Aki Kaurismaki, Chantal Akerman, Paul Schrader, Wes Anderson, Terrence Malick, Béla Tarr, Pawel Pawlikovsky y Hirokazu Koreeda. Lamentablemente, todos estos elementos lo han hecho un director poco accesible para la mayoría. No sólo porque hay que saber adaptarse a un ritmo contemplativamente lento y a la constante repetición de las principales temáticas, sino porque ver y apreciar su obra pide algo a cambio: una autorreflexión moral sobre muchas verdades duras relacionadas a la familia y la vida

Aquejado y severamente dañado por el insomnio crónico, el tabaquismo y el alcoholismo (producto de su adicción al sake), moriría de cáncer de garganta el 12 de diciembre de 1963, exactamente en su 60° cumpleaños. Celebramos y le damos el reconocimiento como uno de los mejores directores de la historia con sus mejores películas.

 

20 – Una Mujer fuera de la Ley (1932)

POR URIEL SALVADOR

En esencia, Yasujiro Ozu juega con el desencanto del hampa y le agrega una pizca de romance, siguiendo a un boxeador fracasado que se vuelve un gánster cuyo deseo es escapar de este tipo de vida, pero el estigma y los problemas lo encontrarán a él y a los suyos donde quiera que vaya. El lugar hostil, pobre y peligroso en el que viven los personajes es una parte fundamental de la trama, y la intensidad de las malas cualidades del entorno mientras intentan lidiar con las situaciones alrededor hace que sus acciones sean comprensibles. Es muy pesada debido a su ritmo lentísimo, pero es curioso cómo esta obra sirve como un antecesor del género noir.

 

19 – Otoño Tardío (1960)

POR URIEL SALVADOR

Una especie de cuarta entrega de la trilogía Noriko en la que Yasujiro Ozu cierra ciclos al variar un poco su fórmula sobre las relaciones familiares y la negativa al matrimonio con una que otra novedad como la participación de un grupo de amigos celestinos. Esta vez, muestra la perspectiva femenina hacia una sociedad japonesa donde los roles van modificándose y dan paso a situaciones con dosis sutiles de humor alrededor de la cotidianeidad. En compañía de Mariko Okada, Setsuko Hara ilumina la pantalla con su sonrisa y expresivo rostro, tomando el rol dejado por Chishu Ryu con sencillez y ligereza, como si aquella Noriko ahora lidiara con la soledad que antes enfrentó su padre.

 

18 – El Final del Verano (1961)

POR URIEL SALVADOR

A sabiendas que ya está en las últimas, Yasujiro Ozu hace una profunda reflexión sobre los prejuicios de la edad en un Japón que ve el futuro más cercano que su tradicional pasado. El par de tramas vislumbran la futura transición del país a convertirse en una potencia económica, pero todavía prioriza las diferentes relaciones entre sus miembros, el paso del tiempo y la cotidianidad como retrato de que la vida sigue lo mejor que puede. No innova en absolutamente nada y aun así se disfruta por ser absorbente, sosegada y áspera a partes iguales, sirviendo además como despedida a Setsuko Hara al ser ésta su última colaboración con el director.

 

17 – Un Albergue en Tokio (1935)

POR URIEL SALVADOR

Última película muda de Yasujiro Ozu, que capta la dureza social de la vida con el trasfondo que tiene una historia mínima, áspera y luminosa a la vez. La cámara baja aquí está todavía en proceso de construcción, más primitiva, como si aún estuviera experimentando dónde colocarla, pero implementa algunos momentos de humor y ternura para hacerla más llevadera. Aun con sus silencios incómodos, su narrativa episódica y que a veces es demasiado condescendiente con sus personajes, es un poema triste sobre el desempleo y la falta de vivienda con verdades demasiado nítidas para ignorarlas, incluso siendo una especie de precursor a la corriente neorrealista.

 

16 – Historia de las Hierbas Flotantes (1934)

POR URIEL SALVADOR

Yasujiro Ozu empieza a habituarse a los planos secuencia y hace un homenaje al teatro kabuki con una atmósfera íntima. La ausencia de comedia enfatiza a un padre que pierde su derecho a la autoridad patriarcal, pero cuyo engaño hacia su hijo es necesario para darle una educación y un buen trabajo, porque no quiere que crezca como él: pobre y flotando a la deriva por no encontrar su lugar en el mundo. Un relato tan duro como esperanzador sobre la mentira, la pérdida, la cobardía, la redención y el eterno peregrinaje existencial, cuyo mayor aporte es la aparición de los créditos sobre un fondo de tela, elemento común de su cine.

 

15 – Historia de un Vecindario/Memorias de un Inquilino (1947) 

POR URIEL SALVADOR

El regreso de Yasujiro Ozu tras la Segunda Guerra Mundial es una especie de homenaje a Charles Dickens al retratar la cruda existencia de quienes perduraron al conflicto con humildad, estoica resignación e incluso humor. Apelando a la sensibilidad sin caer en el sentimentalismo, permite la unión de sus protagonistas mediante un afecto cercano al amor materno basado en la comprensión, la aceptación de la ausencia y las ironías del destino. Culminando con un discurso demoledor sobre el peligro del egoísmo individual y la necesidad del mutuo apoyo, es dura, seca y abominable en cierto sentido hacia quienes destruyeron Japón, funcionando como un testimonio verídico de la postguerra.

 

14 – El Sabor del Té Verde con Arroz (1952)

POR URIEL SALVADOR

Un melodrama puro y duro con algunos toques sutiles de humor para suavizar el contraste de la perspectiva matrimonial y el cansancio del amor causado por la abstinencia y falta de comunicación. Los pasillos de la casa vacía simbolizan la soledad en la que se las preocupaciones se quedan si no se resuelven, y aunque el conflicto principal tarda en llegar, Yasujiro Ozu introduce momentos de llanto y reconciliación, confesiones sentidas y desgarradas ante la pronta despedida por trabajo. Se echa en falta la emotividad de sus otras obras (que sólo se asoma en los últimos minutos), pero el mismo título es un exquisito retrato del perdón marital, algo tan sencillamente romántico como una cena para dos.

 

13 – Una Gallina en el Viento (1948)

POR URIEL SALVADOR

Antes de que el denso drama tome lugar, Yasujiro Ozu se toma el tiempo para plasmar la situación que atravesaba su país: un Japón devastado por la guerra y en proceso de reconstrucción. Con esto en mente, la miseria y desolación de la época intensifica el quiebre matrimonial marcado por el estatismo y las vicisitudes familiares, sumiendo a marido y mujer en el dolor y la violencia, ella por la vergüenza de ganarse la vida sin contradecir las normas sociales y él por la impotencia del honor que le impide aceptar y entender la razón del sacrificio de su esposa. Quizás lo más sobresaliente es el final, propone que la unión familiar y la redención matrimonial son inquebrantables.

 

12 – He Nacido, pero… (1932)

POR URIEL SALVADOR

Con un desenfadado tono de comedia, Yasujiro Ozu aborda las clases sociales, la hipocresía de los adultos, el sentido de la dignidad y las relaciones de poder, todo desde la perspectiva de unos niños que aprenderán sobre la jerarquía mediante la relación con su padre. La tragedia pronto toma el relevo y da paso a una reflexión sobre cómo las aspiraciones impuestas a los hijos chocan con nuestra propia hipocresía, haciendo un paralelismo entre el mundo de la niñez con el de los adultos para exponer lo parecido de son ambos. Desembocando en un final sugestivo por su mensaje sobre el sacrificio paternal, permanece como su mejor película muda.

 

11 – Había un Padre (1942)

POR URIEL SALVADOR

Una historia atípica para Yasujiro Ozu, no porque rompa moldes o salga de su esquema narrativo, sino porque utiliza las elipsis para acelerar el tiempo y notar cómo la ausencia paternal causada por el trabajo va calando en el hijo. Pero a la vez, el niño acepta con tristeza las decisiones que los separan indefinidamente, y aunque tiene razones para enfadarse, cuando crece no hay rebeldía o rencor, sino mucho amor por el hombre que lo alejó, esperando el día de reunirse con él y al fin vivir juntos. Junto a la majestuosa actuación de Chishu Ryu, es un análisis sobre entender el sacrificio que un padre hace por sus hijos todos los días para que seamos mejores que él.

 

10 – El Comienzo del Verano (1951)

POR URIEL SALVADOR

La más débil de la trilogía Noriko por la repetición de temáticas, pero Yasujiro Ozu refleja el choque cultural con pequeños detalles al fondo, el sake y la Coca-Cola conviven, y la armonía resultante conforma la nueva sociedad de una nación en busca de su remodelación material y moral. Asimismo, se anima a mover la cámara un poquito para mostrar el colapso entre tradición y modernidad a través de diálogos punzantes que revelan la disparidad de opinión, causando la tristeza, la amargura y la contrariedad de la familia. También destaca la forma en la que compara el matrimonio con la cosecha de cebada en un específico punto de una estación del año.

 

9 – Primavera Precoz (1956)

POR URIEL SALVADOR

La última película de Yasujiro Ozu con el matrimonio como el tema principal aborda el desafío que implica formar una familia y hacerla prosperar después de pasar por tiempos difíciles dentro de una nación que intenta recuperar su identidad destruida a través de un neoliberalismo sin alma. Unos se felicitan por ser asalariados, otros tienen problemas económicos graves, pero todos añoran un pasado que seguramente fue mejor y que ya no existe por el fantasma de la posguerra, el yugo de la vida urbana y el aburrimiento del trabajo. Establece que la miseria humana comienza por una infidelidad esperada, ambigua y fatalmente honesta.

 

8 – Flores de Equinoccio (1958)

POR URIEL SALVADOR

Su primera película a color muestra el duelo entre modernidad y tradición con la preocupación y temor de un padre hacia el deseo de su hija mayor de contraer matrimonio. Mientras las nuevas generaciones reclaman el derecho a tener voz propia y a tomar sus propias decisiones, los mayores siguen anclados a las tradiciones, y aunque han adaptado algunas costumbres occidentales, hay aspectos que siguen demasiado arraigados para alterarse. Con un cuidadoso juego de observación, Yasujiro Ozu muestra la adaptación en las tradiciones, el gradual rompimiento de la sociedad patriarcal y que los cambios generacionales se dan e inculcan con respeto.

 

7 – Buenos Días (Yasujiro Ozu, 1959)

POR URIEL SALVADOR

Una de las películas más ligeras y accesibles de Yasujiro Ozu que, a través de pequeños detalles y muchos chistes de pedos, entrelaza varias subtramas sobre la vida suburbana japonesa que revelan una crítica al creciente consumismo en el país. Mediante los hermanos protagonistas, enfatiza la importancia de la comunicación en las personas, pero también cómo la edad influye en la forma de procesarla, mientras los niños dicen tajantemente las cosas como son, los adultos disimulan sus comentarios en silencio, más que por educación, por represión y miedo a las consecuencias. Simboliza la transición de Japón a un futuro más moderno, tecnológico, occidentalizado y dominado por el consumo.

 

6 – La Hierba Errante (1959)

POR URIEL SALVADOR

Una de las películas más ligeras de Yasujiro Ozu por la transición de géneros, que parte de la comedia, sigue con el melodrama y termina con una reflexión donde el vitalismo da lugar al pesimismo. Un homenaje al teatro kabuki que se vale del poderío visual para establecer la búsqueda de segundas oportunidades, que rediman a los personajes de sus errores causados por la descomposición familiar, los celos traicioneros, la indiferencia, el fracaso paterno y el paso del tiempo. Una fábula moral cargada de reflexiones hacia la progresiva pérdida de muchas tradiciones ancestrales, devoradas por la velocidad de la era moderna.

 

5 – El Hijo Único (1936)

POR URIEL SALVADOR

Desde su trágica frase inicial y su conmovedora banda sonora, su primera película sonora retrata en poco tiempo y con una sencillez envidiable varias cuestiones relacionadas a la ética. Yasujiro Ozu es contundente mostrando la pobreza causada por la industrialización y aclara que el amor de familia nunca se compensa, denotado en el eterno amor de una madre hacia su hijo, aferrada a la esperanza de que las cosas pueden mejorar, aunque el panorama indique lo contrario. Una profunda reflexión acerca de muchas duras verdades sobre las expectativas familiares, que también provoca la melancolía de almas que anhelan una felicidad nostálgica más soñada que real.

4 – Crepúsculo de Tokio (Yasujiro Ozu,1957)

POR EL CINE ACTUARIO

El relato de una familia compuesta de dos mujeres; una que ha tenido una aventura y está embarazada, otra que ha abandonado a su marido, añadiendo un padre abandonado por su esposa se convierte en un pretexto para que Ozu resalta la importancia de la figura materna; todo el dolor, soledad, silencio es plasmado en pantalla a través de planos tan estéticos, hasta que el regreso de la madre genera un cambio en el ambiente a nivel narrativo y de ejecución, rompiendo esa monotonía emocional. Con una cámara correcta Ozu recrea un retrato de la soledad, y termina por ser un cuestionamiento de los estereotipos de los roles sociales familiares. Muy adelantada a su época.

 

3 – El Sabor del Sake (1962)

POR URIEL SALVADOR

La mayor prueba de la maestría de Yasujiro Ozu es que, siendo su último trabajo un remake a color de una de sus mejores obras, tiene suficientes cambios para ser su propia historia. El abrumo de la nostalgia está presente en cada imagen, el alcohol toma el protagonismo en todas sus variantes porque hace más llevaderas las penas que cargan todos los hombres: sus esposas presentes o fallecidas, sus hijos e hijas, el enviudar, el trabajo, el matrimonio, sus perspectivas de pronta paternidad, el dolor que significa envejecer y la soledad como la gran compañera de dicha etapa, sabiendo que lo mejor de la vida se ha ido para no regresar jamás. Una más que digna despedida para el maestro.

 

2 – Primavera Tardía (1949)

POR URIEL SALVADOR

Este drama familiar habla con nostalgia de los tiempos pasados, de la adaptación de las antiguas costumbres de una sociedad japonesa postguerra herida y derrotada a la modernidad. Muchas cosas no serán como antes, pero es necesario cambiar si quieren perdurar. La relación paternofilial entre Chishu Ryu y Setsuko Hara deja entrever cierta crítica social al matrimonio, pero también da a entender que así es la ley de la vida, que los hijos deben abandonar el nido y crear sus propias familias. Una joya en la que Yasujiro Ozu capta la eterna preocupación de los padres por sus hijos y el creciente dominio de la cultura estadounidense en el estilo de vida japonés

 

1 – Cuento de Tokio (1953)

POR EL CINE ACTUARIO

Experto en excavar en los temas familiares, a través de la historia de la relación de Noriko y sus suegros, Ozu crea un relato tan natural acerca de las vicisitudes de la vejez y de cómo es ignorada en mucho de las casos, no por una cuestión gerontofobia, sino que las mismas ocupaciones de la cotidianidad lo establecen, siendo el reflejo de una dinámica social post Segunda Guerra Mundial que aún existe en el Siglo XXI, con su estilo parsimonioso Ozu demuestra que en Tokio hay millones de ancianos ignorados por su familias (aunque sin quererlo llegó a demostrar que no nada más en Tokio también en Berlín, New York, Cdmx y en muchas cuidades ocurre)

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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