Last Night in Soho: Cuando la nostalgia puede ser terroríficamente entretenida.

Para Edgar Wright, director inglés nacido en 1974, aquella pujanza del vibrante Londres de los años 60’s y en particular del famoso barrio de Soho (epicentro cultural en muchos sentidos de aquellos alocados años), causa tal fascinación en él que quizá y al igual que el personaje de su más reciente cinta “Last night in Soho”, Eloise (Thomasin McKenzie), ansía irse a vivir por Carnaby Street a estudiar lo que le apasiona (diseño de modas) y a respirar todo aquel ambiente del que solo ha escuchado historias por su madre y abuela,  y que muy probablemente al igual que el director las escuchó de sus padres. Y pienso que tiene ese efecto en él porque el mayor acierto y punto a favor de su película es la recreación de aquella época y lugar: las luces de las marquesinas, los colores, la ropa, los carros, ¡la música¡ Todo ayuda a colocarte ahí y a hacerte sentir una especie de añoranza y/o anhelo por haber vivido ahí en ese momento de la historia.

Volviendo con Eloise, su sueño de estudiar moda se cumple, por lo que llena de ilusiones y con la bendición de su abuela, se va a vivir a Soho no sin antes ser advertida por ella: “Londres es un lugar peligroso”, y más para una chica pueblerina e inocente como ella, por lo que debe tener cuidado de todos. Pero por favor ¿Qué puede ser tan peligroso en ese maravilloso lugar? Además, lleva la compañía de su madre, fallecida hace muchos años y con quien Eloise tiene una especie de encuentros paranormales (algo que la película no termina de explicar bien). Así emocionada emprende su camino y desde que llega a la gran ciudad, una serie de eventos la desmotivan y desilusionan, al grado de orillarla a irse a vivir sola a una extraña casa que se adecuaba a sus posibilidades.

Y es aquí donde comienza a seguir los pasos de una misteriosa e interesante chica que vive en la época de los 60’s,  Sandie (Anya Taylor-Joy), al parecer primero durante sus sueños colocándola con un ingenioso juego de cámaras y fotografía dentro de la cabeza de Sandie, aunque después esa extraña conexión con la chica la sigue aún despierta. Digo que son ingeniosos esos juegos con las imágenes, porque ese ir y venir entre pasado y presente, los trucos de las cámaras y los espejos, coordinados con el atinado soundtrack son un verdadero deleite que te hace querer adentrarte más en la historia de Sandie de la misma manera que Eloise anhela descubrir los misterios que la rodean, al grado de enajenarse un poco de la realidad. Sin embargo, entre más conocemos lo que ocurre con Sandie, más se va desmoronando la película. Y es que, lo que comienza como un cuento nostálgico y bien narrado que te atrapa al inicio, se convierte de repente e inexplicablemente en una película de terror, que está a nada de caerse manteniéndose a flote solo por lo impredecible e inquietante de su final. Pero todos los aciertos de la primera parte de la película, en la segunda están ausentes o mejor dicho, se olvida de ellos.

Last night in Soho, es una historia demasiado ambiciosa y quizá ese sea su mayor problema. Quiere ser una película que retrata una época con una obsesiva nostalgia, pasando por viajes en el tiempo, tocando temas como el bullying, la salud mental y la trata de personas, para cerrar con una aterradora tragedia que resulta demasiado ambigua y con lección moralina incluida; y todo eso en solo 116 minutos. Sin embargo y a pesar de todo, vale la pena verla por la actuación de las dos protagonistas, ambas lo hacen muy bien y en perfecta contraparte una de la otra, pero Anya es magnética como siempre; por su edición y bien construido diseño de producción, por su inesperado final que por un momento te hace replantearte aquello de que toda época pasada siempre fue mejor, y por el bien logrado uso del maravilloso soundtrack de Wright como su ya sello característico. En conjunto la película si se anda colando entre lo mejor de este año. Y si, de preferencia hay que verla en el cine.

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Acerca del autor

Clementine   @@lupistruphis  

Escéptica ante todo, pero con una gran curiosidad. Amante del café y del aroma a libros viejos. Nostálgica e idealista sin remedio. Alguna vez de niña me llevaron al cine, y siempre vuelvo a él porque siempre me salva.


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