Magallanes: La inalcanzable redención
El peruano Salvador del Solar (Pantaleón y las visitadoras) deja a un lado su carrera como actor, para probar suerte como director. Con su ópera prima hace uso de la novela “La Pasajera” del escritor Alonso Cueto.
Harvey Magallanes (Damián Alcázar) solía ser soldado del ejército del Perú allá por los años ochenta, cuando el grupo terrorista “Sendero Luminoso” puso a temblar al distrito de Ayacucho. Ahora se dedica a ser chofer del que alguna vez fue su Coronel (Federico Luppi), y a manejar un taxi por las calles de Lima. Un día reconoce a una de sus pasajeras como Celina (Magaly Solier), una mujer a la que el ejército tuvo secuestrada por un año cuando era apenas una adolescente. Magallanes emprende con ese inesperado encuentro una carrera a la redención.
La producción conjunta de Perú, Colombia, Argentina y España, ha tenido varios reconocimientos, entre ellos el galardón de Cine en Construcción en el Festival de San Sebastián y la nominación a la Mejor Película Iberoamericana en los premios Goya.
Del Solar, como buen novato en la dirección, se esmera en sus planos y secuencias, logrando algunas escenas de particular belleza en momentos clave de la cinta. Sin embargo, la historia no se sostiene a lo largo de la película, haciendo sentir que se extendió demasiado en la duración de la misma.
Los actores principales inclinan la balanza a favor, es agradable ver a Damián Alcázar en otro papel que no sea de político corrupto. En Magallanes, Alcázar purga una condena moral y se flagela con la culpa, cayendo en un rol que no lo pinta ni de bueno, ni de malo. De hecho todos los personajes parecen víctimas de las circunstancias.
Extraordinario el trabajo de Magaly Solier (La Teta Asustada, Madeinusa), tal parece que a ella este tipo de papeles le vienen que ni pintados, sólo que, en esta ocasión, la historia le pega de lleno; ya que a la actriz indígena originaria de la región de Ayacucho, le tocó vivir en carne propia las atrocidades tanto de Sendero Luminoso, como del ejército que trataba de detenerlos.
Magallanes pone sal en una herida que todavía se abre con los recuerdos. No se atreve a traer toda la tragedia de esa época, pero la retrata perfecto en una escena hablada en lengua quechua que no necesita subtítulos, y que viene a rescatar el final de la cinta.
La redención no se alcanza, si la condena no se cumple y el perdón no se otorga. ¿Será que las víctimas y victimarios quieren optar por el olvido?