Minari: Un adorable sueño “no americano”
La ganadora del Festival de Sundance del 2020 por fin se ha revelado ante nosotros haciendo que su espera valga la pena cada minuto invertido en su metraje. Y es que además de que su director, Lee Isaac Chung, logra de manera natural e íntima captar el desarrollo de un momento clave dentro de una familia que coreana que trasciende la ficción, quizá su mayor valor radique en eliminar la percepción del “sueño americano” al tomar como base todos los elementos de la cultura inmigrante en cuestión, convirtiéndola en un drama no solo realista, sino verdaderamente entrañable.
El objetivo de Chung es claro: narrar la inadaptabilidad de una familia en su esfuerzo por encontrar su adaptabilidad en otra cultura. Este conflicto de intereses y la pérdida “forzada” de ciertos valores coreanos en su trasformación a “americanos”, es el punto central de un relato que interesa e hipnotiza a su espectador por tres principales razones: la primera, el lenguaje, al de manera eficaz (una decisión de guion brillante) mantener el 90% de sus diálogos en coreano, dando la mencionada sensación de credibilidad dentro de un enfoque narrativo neorrealista; el segundo, su conmovedora y funcional combinación entre drama y comedia, esta última resultado de la interacción familiar y auspiciada por una labor histriónica sobresaliente (en la que ahondaremos más adelante; y finalmente la tercera, su excelente diseño de producción, fotografía y ambientación, que nos trasladan a ese rural “sueño americano” a mediados de los 80 donde una familia (madre, padre, hijo, hija y abuela) cambia abruptamente de vida al hacerse de una tierras para la siembra y así, por medio de la necedad del “patriarca”, tratar de alcanzar dicha adaptabilidad cultura y económica.
Otro de los aciertos es que aunque la visión no es propia del miembro más pequeño de la familia, Lee Chung establece de manera sutil pero sustancial que mucho del desarrollo y de sus situaciones son producto de la percepción del mismo, un niño de 7 años en la que dicho cambio parece recalar de una manera más “amigable”; esto no solo se refleja de manera visual gracias a una bella variante de planos que ensalzan el entorno de aquella “ruralidad”, sino también en la estructura de cada uno de los miembros de la familia, nacientes de dicha visión: desde el patriarca (un Steve Yeun cada vez más maduro e interesante), de donde se desprende ese olvido o separación de sus valores o cultura de origen; la madre, de donde se origina el arraigo a los mismos; y finalmente la abuela, una figura que junto con el infante crean una inolvidable química. En este punto quizá una debilidad del relato es no proveer al otro miembro de la familia (la hermana mayor) de la misma estructura e importancia que los otros personajes, siendo el elemento sacrificado de manera muy evidente.
Merece remarcar esta última asociación “abuela – nieto”, que no solo provee el comedy relief, sino también los momentos más emotivos y por si esto fuera poco la propia metáfora, símbolo de esa “adaptación” (las escenas de la lucha libre son un ejemplo) y hasta el propio mensaje – título de la cinta. La abuela, interpretada de manera grandiosa por la veterana y multi premiada Youn Yuh-jung, provee de manera tan dramática como divertida tanto las despreocupaciones como las consecuencias de dicho cambio, haciendo una mancuerna poco más que maravillosa con el niño actor, Alan S. Kim, en su primer papel (la escena clímax es solo la cereza del pastel de dicha comunión).
Por otro lado, Lee Chung no deja que su relato se centre solo en el núcleo de este melodrama familiar, tocando también temas espirituales, culturales y hasta económicos (la crítica al capitalismo es evidente) que enriquecen la trama. En este punto me gustaría resaltar la actuación de reparto del actor Will Patton, un muy reconocido rostro secundario que con Minari se hace sin temor a equivocarme de la mejor actuación de su carrera, con un personaje tan incómodo como enternecedor que también es un vehículo para un discurso de afectación social, bélica y religiosa del americano dentro de los entornos rurales de los Estados Unidos.
Si notan mi regocijo en esta crítica es porque sencillamente creo que Minari es una de las mejores películas del 2020, y que junto con Wolfwalkers y Sound of Metal, para el gusto y análisis de su servidor, logran separarse de todos los demás esfuerzos narrativos del año, loables, pero al fin al cabo olvidables. Minari no es olvidable, su discurso e imágenes logran quedarse contigo y quizá trascender algunos o más años, siendo una cinta con la que Sundance vuelve a retomar su rumbo de calidad tras algunas malas decisiones, y en donde el 2020 puede ver todos sus valores de inclusión cultural, de género y cuotas “idiotas” varias (cuando se ponen porque sí), sin que estas se tornen absurdas, mal enfocadas y/o forzadas.
2 Comments
Corea nuevamente se posiciona como lo mejor del año con esta propuesta. Lee Isaac Chung parece haberse inspirado en Edward Yang para crear esta historia, pues hay demasiadas semejanzas a algunas de sus obras, en especial Yi Yi. Desde el minimalismo de la puesta en escena hasta las relaciones de sus personajes, pasando por la forma en que están filmadas algunas escenas y el desarrollo de temas como la decadencia de las tradiciones familiares y la pérdida de los valores culturales en una sociedad deshumanizada por el capitalismo, cada escena está llena de honestidad y autenticidad. Lo único que lamento es que la hermana no tiene tanto tiempo en pantalla como los demás.
Hablando de Yi Yi, ¿ya la vio? En caso de que la respuesta sea no, búsquela en Youtube y dele una oportunidad, no se va a arrepentir.
Anotada mi estimado, anotada , la veo y le cuento. Muchas gracias