Momentos Favorito del Cine (Cutre): Intrépidos Punks

Usted no está para saberlo querido lector, pero, resulta ser que, en una noche de insomnio, una gentil dama tuvo a bien -conociendo la “exquisitez” de mis gustos cinematográficos- recomendarme la película que a continuación le resumo, dicho sea, sin albur.

En inicio trepidante, un séquito de monjas asalta una sucursal bancaria más pinche que las de Banco Azteca. En realidad, las madrecitas, quienes tienen muy poca ídem, forman parte de una banda de punketos malparidos, fachosos, indecentes, lacras de la sociedad, destinados a vagar por el mundo con la etiqueta de “Agárrame si puedes” o, en el mejor de los casos, a vivir esperanzados a que los llamen para ocupar un puesto en la política.

Persecución harto emocionante protagonizada por los punks corriendo en las motos al grito de ¡Ábranla que llevo bala! Escapando de un par de ineptos policías quienes, se empachaban unas tortas de huevo mientras se cometía el atraco. Volcadura sin sentido de la patrulla que, explota como si hubiera traído dinamita en la cajuela, pirotecnia gratuita calculada para que el espectador menos exigente, deje salir desde lo más profundo de su ser un extasiado ¡Ay güeeey!

Los punks la libran sin broncas y se reúnen con el resto de la banda, a decir verdad, una bandota. Al igual que en Siete en la mira (Pedro Galindo III, 1984), la representación de estos pandilleros es francamente ridícula; vaya a usted a saber de dónde sacaron la idea de que son el producto de la cruza entre un travesti y una india cherokee, digo, porque eso parecen, con grito apache incluido.

Hablando de Siete en la mira, se echa de menos en este churro la presencia de los inigualables hermanos Almohada, los viejitos justicieros por antonomasia, teniendo que conformarnos con ver en la pantalla a los anti carismáticos rancherones Juan Gallardo y Juan Valentín, encargados de interpretar a la dupla de polis expertos en capturar a peligrosos traficantes de armas, colchones, refrigeradores, tambores, estufas y algo de fierro que vendan ¡Mta!

Pero permítame regresar a donde me quedé querido lector. Momentazo erótico entre la Fiera (Princesa Lea, ícono del cine de ficheras, no confundir con la de Star Wars) y su renegrido amante, un tal Tarzán, con quien le da alegría al cuerpo macarena durante la visita conyugal a la penitenciaria del pueblo.

Justo en ese lugar, los funcionarios no se quedan atrás en el arte de la calentura y, arman una orgi-fiesta con las chavas del sindicato que se nota a leguas son jaladoras. La situación es aprovechada por la Fiera quien, con un grupo de punks disfrazados de vendedoras de Avon, cae de sorpresa en una casa donde las esposas de los responsables del penal se hallaban reunidas para platicar sus fantasías (en ese pueblucho, todo mundo trae la hormona alborotada). Como es de esperarse, los malosos abusan de las señoras. La frenética escena filmada con las patas al ritmo de Three Soul in My Mind es de lo peor que se haya visto.

Los responsables de la ley, para no variar, terminan cediendo a las exigencias de los malandros (pasa en la vida real, pasa en las películas). ¡Ni hablar mujer, traes puñal! Liberan a los cabecillas encerrados en prisión y para celebrar se van a dar un rol por el pueblo pinchurriento. Se escucha un tema arjonesco de fondo: En las motocicletas, con sus chavas van, buscando aventuras, adoran a Satán ¡Intrépidos punks! ¡Intrépidos punks!

Penosa media hora, solo equiparable a la odiosa actitud de los policías responsables del caso, más atentos a echar taco de ojo con los registros de las punketas homicidas que, a ya ponerse las pilas para atraparlas. “Son mujeres altamente peligrosas, pero bien guapotas, jajaja” bromean los Juanes.

Acto seguido, mientras los polis se enfrascan en una balacera de locura, los punks se pelean entre ellos para ver quienes se quedan con las mejores hembras (término muy usado en el género), no obstante, a la mera hora, el Tarzán (doblado con la voz de He-Man, no es broma) aplica la de ¡Uya! ¡Uya! ¡Que cada quien agarre la suya!

Cinco minutos de sexo dizque rudo, masoquismo, onanismo y cinturonazos, cortesía de un director quien seguramente a esas alturas ya filmaba bajo el efecto de alguna sustancia enervante, dicho en otras palabras, andaba bien pacheco. De otra forma, no hay justificación para tales locuras.

Batalla campal entre punketos baratos y mineros imposibilitados hasta para defenderse con una pala ¡Da coraje! ¡Verdad de Dios! Seguida del secuestro de los policías ¡Lero! ¡Lero! Por pasárselas diciendo tonterías y andar empinando el codo toda la película en vez de ponerse a chambear.

Spoiler:

La juridicción chotal se entera – gracias a una escena que se les olvidó filmar – el sitio donde se encuentran los Juanes y va a su rescate. Se avientan un tiro con los punketillos y le echan montón al Tarzán que se defiende como gato boca arriba.

Responsable de dirigir una treintena de producciones cutres dignas de comentar en este espacio, Francisco Aguirre dio la bienvenida a los años ochenta con este bodrio mexicano influenciado por Mad Max (George Miller, 1979), pero sobre todo por la cinta de culto Nacidos para perder (Tom Laughlin, 1967) de la cual no solo se fusila la premisa, sino también un par de escenas.

“Francisco Aguirre junto a Damián Acosta Esparza, Alfredo Gurrola, Ramón Obón, el ya citado Pedro Galindo III y otros más, es uno de esos grandes cineastas a quien vale la pena seguir”

                                                                                                                                             Nadie nunca en la vida

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Acerca del autor

Flaco Cachubi     blogcinefantastico.blogspot.mx/

Amante del séptimo arte desde que tiene memoria o lo que es lo mismo desde que vio Superman. Sus géneros favoritos son el horror, la fantasía y la ciencia ficción. Ferviente admirador de Hitchcock y asiduo lector de Stephen King. El cine de luchadores, su máximo placer culposo. Se describe a sí mismo como un ser viviente que cultiva su mente, para ser un cadáver muy culto.


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