Momentos Favoritos del Cine: La llegada de los Eörlingas al Abismo de Helm
Una de mis películas favoritas es la Trilogía de LOTR. Mis novelas favoritas son precisamente el Señor de los Anillos. La literatura de John Ronald Reuel Tolkien es lo más increíble que he leído en mi vida y no solo porque me guste la literatura fantástica, sino por su forma de narrar y describir eventos, lugares y personajes. No miento al decirles que cuando Peter Jackson nos brindó una de las trilogías cinematográficas más increíbles de la historia, no podía dejar de maravillarme con el maquillaje y caracterización de los personajes; y es que si ustedes lo han leído no me negarán que la caracterización es exactamente como el libro los describe. Hasta Gollum me dejó con la boca abierta porque era justo como yo lo imaginaba cuando leía sobre él. Para mí el trabajo de Peter Jackson en esa trilogía original es muy bueno.
Los libros en los que se basa la cinta, o más bien, el libro, pues era un solo volumen que se dividió en 3 a petición de la editorial, nos habla de héroes y valores que ya no existen, y esos valores son lo que yo más amo de esta trilogía. Muchos son los ignorantes que escudan su estupidez al decir que es tonto enfrentar unos cuantos guerreros contra todo un ejército de orcos y demás cantidad de monstruos, que es imposible una victoria en tales circunstancias, que es una tontería que nadie podría creerse. Pero ellos, todos esos críticos, que estoy segura jamás han leído a Tolkien en su vida, desconocen el significado del verdadero valor, ese valor que el autor conoció en la guerra. Ese del que les hablo hoy.
La Cabalgata del Rey y La llegada de los Eorlingas al Abismo de Helm
Esta épica batalla que Peter Jackson plasmó preciosamente en la pantalla, es en sí muestra del verdadero valor de un guerrero. Justo cuando la arrogancia del Rey Theóden es aplastada por el artefacto explosivo de Saruman, en lo que es conocido como el momento del ‘orco olímpico’ y el impenetrable abismo de Helm es invadido, el Rey se ve obligado a parapetarse en el salón del trono con lo que queda de su guardia.
Y es ahí que a petición de Aragorn decide emprender la loca tarea de morir con dignidad, como sus ancestros, como mueren los reyes, cual vikingo sediento de sangre, decide cargar sobre los invasores, ese enemigo que asoló a sus súbditos y sus tierras, que destruyó el inquebrantable muro de roca sólida de la montaña, ese enemigo que lo sobrepasaba en miles contra cientos.
El Rey decide hacer La Cabalgata Final.
Tal vez lo mejor era huir y salvar el pellejo, pero no cuando se es guerrero. Theóden era un guerrero y los Eorlingas lo eran, bastaba que el rey diera el grito de ‘a la carga’ para que sus corazones se hincharan con el valor del guerrero, y sabedores se que tal vez sería su última batalla la pelearían hasta el último hombre y hasta el último suspiro. Es así que emprenden la carga sobre el enemigo que en ese momento irrumpía en el salón. Un enemigo que los hacía sollozando su derrota y esperaba que suplicaran por su vida ya que solo un loco le haría frente a un ejército de 10 mil orcos, nadie era tan tonto para enfrentarlos.
Lo que los orcos desconocían es que los Rohirrim, Eorlingas se llamaban a sí mismos, en batalla eran fieros y peleaban como si estuvieran poseídos.
Aún así a pesar de llevar a la muerte a cientos de Uruk-hai en ese ataque desesperado y a punto de encontrar la muerte, de pronto se escuchan los cuernos de Rohan que resuenan en lo alto del valle. Justo como Gandalf había dicho a Aragorn: ‘Al amanecer del quinto día mira al Este, espera mi llegada’.
El ejército que cabalgaba con Eömer hacía su llegada a Helms Deep con esa celestial música de violines que resuena en mi mente cada que recuerdo a los rohirrim. Y al ver a su rey rodeado por el enemigo basta ese instante en que Eömer grita ‘To The King’ para que se desate la carnicería. Los rohirrim no tienen piedad con el enemigo, se decía que en las más fieras batallas al grito de ‘MUERTE, MUERTE’ sus espíritus se renovaban, sus fuerzas regresaban y el enemigo huía.
Hasta ahí les alcanzó la valentía a los orcos. Nadie esperaba que al verse rodeados y superados en número por miles los jinetes de La Marca se atrevieran a enfrentarlos. En lugar de suplicar una muerte rápida la guardia del rey junto a Aragorn y Theóden por un lado y por el otro Eömer y sus jinetes junto a Gandalf blandían sus espadas y rodaban cabezas tanto de Orcos como de Uruks. Los ojos de los rohirrim estaban inyectados de la sangre de sus antepasados guerreros y ahora hervían al ver en peligro a su rey.
Nada quedó del ejército de Saruman pues fué diezmado en ambos lados por los rohirrim, y los que lograban escapar fueron a dar a la espesura del bosque de Fangorn que había movido sus raíces y caminado hacia los valles del abismo de Helm. Jamás salió de ahí ningún orco, uruk o criatura que entrase con malas intenciones.
Esa escena para mí es una de las enchina cuero que hasta me sacan la lágrimita y todo. Ver esa clase de valor en que no deseas morir, pero no le temes a la muerte y la miras de frente diciendo ‘¿me quieres?, ven por mí’ es motivo suficiente para que esta escena en Las Dos Torres sea uno de mis momentos favoritos de cine.
¿A alguien más que a mí le gustó esa escena?
2 Comments
Solo podría agregar que se me antojó ver la peli de nuevo después de tu relato.
Hoy la.veré nuevamente gracias a ti