Momentos Favoritos del Cine: Miss Jean Louise, stand up. Your father’s passing
In the name of GOD, do your duty. In the name of God, believe… Tom Robinson.
Cambiando totalmente de género, vengo a hablar de esta joya cinematográfica que el Universo quería que atestiguara ya que fui recibiendo varias señales de que debía verla, entre ellas nuestra experta en cine retro Kim Tobías quien me la recomendó no pocas veces, así como el sitio de lecturas Goodreads, pero el factor decisivo para verla fue mi nuevo mejor amigo del internet Mr Netflix cuando la puso en mis recomendaciones. Así que me acomodé para ser sorprendido con una cinta tan sencilla y a la vez tan poderosa del mundo cinematográfico.
No todos los superhéroes visten capas y tienen habilidades extraordinarias y nadie representa mejor ese dicho en la pantalla grande que el honorable y amable abogado defensor Atticus Finch quien es interpretado por el actor Gregory Peck (de quien no se nada) y esta escena es la más emblemática del filme a mi parecer, aun por encima de ese discruso que nuestro defensor de la justicia recita justo antes de que el jurado pase a deliberar. ¿La razón? Muy simple, ya que engloba ese sentimiento de solemnidad y agradecimiento por parte de un grupo de gente que vive bajo el medio y la opresión, que en lugar de llegar a los abrazos, los cantos, las lágrimas y todos esos recursos que se sobreexplotan en este tipo de situaciones; se resuelve con un silencioso pero poderoso reconocimiento a un hombre que hizo más que cumplir con su deber, pero que jamás admitira por sus propios valores y el ejemplo que da a sus hijos.
To Kill a Mockingbird es una película que muestra la cara más honesta del cine, donde los diálogos, las actuaciones, un gran argumento y una correcta fotografía hacen de esta historia un clásico instantáneo que sobrepasa las barreras del tiempo (Ya ven, es 2015 y sigue sorprendiendo gente). Con suerte, en esta navidad me consigo el libro para terminar de apreciar esta excelsa obra de Harper Lee y traída a la pantalla grande por Robert Mulligan.
¡Hasta la próxima!
