Nimona: Adiós Blue Sky, gracias por todo

Antes de empezar, este proyecto significa más que el estreno de otra película. Su sola existencia es de vital importancia para la industria, pues es la clara muestra de que, con una buena propuesta bien ejecutada y un equipo que esté dispuesto a hacer hasta lo imposible para darle vida, cualquier deseo puede hacerse realidad. Y puede ser el punto de partida para que muchos otros proyectos, que llevan años en el infierno de desarrollo o fueron cancelados, tengan la oportunidad de resucitar. Recordemos que cada película constituye el trabajo de muchas personas con limitaciones (de tiempo, dinero, etc.), que pusieron esfuerzo para que saliera a la luz.

Para quienes no lo recuerdan, ésta iba a ser la última película de Blue Sky, estudio de animación conocido por haber creado “La Era de Hielo”. Al ser una división de 20th Century Fox, la compra de Disney significaba que este estudio iba a pertenecer a las filiales del ratón de ahora en adelante. Sin embargo, debido a que la pandemia hizo insostenibles los costos, al ratón no le quedó otra opción más que cerrar el estudio, y por más que los trabajadores rogaron a sus superiores que los dejaran finalizar este proyecto (se cree que estaba casi terminado), Disney lo canceló y despidió al personal. Aquí es donde entran Netflix y Annapurna, que rescataron la película, y con ayuda de varios antiguos animadores del clausurado estudio, han logrado ser la prueba de un renacimiento milagroso.

No sólo termina por ser una cachetada con guante blanco a la hipocresía de Disney (la canceló por el discurso pro-LGBT de la historia y por tener un beso homosexual en primer plano), sino que prueba un punto que muchos han recalcado hasta el cansancio. No importa si tu personaje principal es de tez oscura, discapacitado y/o gay, siempre y cuando esté bien escrito, tenga un buen trasfondo que respalde su personalidad y sus acciones, y que el creador no se crea pionero gritándole a los cuatro vientos que inventó el hilo negro (alegando que es el primero de su clase y enfocando toda la atención del público a ese aspecto, como lo hace Disney). Por fortuna, Troy Quane y Nick Bruno saben que lo más valioso es cómo contar un relato y aquí cumplen con creces.

La historia rescata parte de los elementos de Dreamworks (las bromas manejan el mismo tipo de humor de Shrek) y los adapta a su propio universo, se centra más en lo mucho que puede costarle al marginado encajar en una sociedad que rechaza a cualquiera que no se ajusta a lo que todos esperan. Y a raíz de esto, explora la soledad de sus protagonistas y cómo esto los ha afectado en sus vidas, desde la falta de confianza al momento de entablar relaciones hasta la resignación que el dolor les ha causado a nivel psicológico, aunado a algunos giros narrativos que acentúan el cuestionamiento del pasado y la importancia de romper el sistema (tomando en cuenta que “Monstruo del Mar” y “Pinocho” trataban más o menos de lo mismo, parece que Netflix definirá el estilo narrativo de sus animaciones a partir de esta idea).

Puede que la combinación estética entre fantasía medieval con cyberpunk no siempre encaje (pareciera que metieron “Blade Runner”, “1984”, “Los Juegos del Hambre” y “Calabozos y Dragones” a la licuadora), pero lo que consiguieron técnicamente lo compensa de sobra. Tanto la iluminación como la paleta de colores y la expresividad de los personajes están bien conseguidos. Quizás le falta un poco de trabajo en los fondos y los modelados de los extras, pero el despliegue visual está bien pulido, evidenciado en creativas escenas de acción que aprovechan las habilidades y poderes de los personajes. La banda sonora llena de música punk enriquece el contexto. A veces el humor puede ser muy absurdo o se esfuerza mucho en ser demasiado reflexiva, pero lo importante es que es una propuesta original con identidad propia, un universo que refleja los valores de ND Stevenson como ella quiere, no una historia preexistente a la que le cambiaron el contexto, la raza y la orientación sexual de sus personajes porque “representation”.

Hablando de los personajes, el principal enfoque yace en la interacción entre las personalidades de Nimona y Ballister, la hiperactividad y ansias de matar de la cambiaformas choca con la nobleza y apego del caballero por adherirse a las reglas. El reparto secundario no resalta mucho y llega a ser muy básico, sobre todo la Directora, quien quede a deber en su rol antagónico. No obstante, hay algunos que tienen sus momentos, como Ambrosius y la lucha interna con la que debe lidiar. Mención honorífica para Gloreth/Gloriana que, a pesar de tener poco tiempo en pantalla, es vital en la caracterización de Nimona (y cuya relación hace un paralelismo a la leyenda de San Jorge y el Dragón).

La duda restante es si el proyecto hubiese sido el mismo si Blue Sky hubiera podido terminarla. Viendo el gran resultado final y la calidad general que tuvo el estudio (e ignorando cualquier intervención que pudiera haber tenido Disney), creo que es justo decir que una cancelación nunca se había sentido tan bien. Mientras los grandes estudios se desploman en la taquilla, Netflix tiene en sus manos una obra que, antes que cualquier cosa, es el último vestigio de un estudio que nunca destacó en vida, pero ahora que ya no está, es inevitable extrañarlo.

Debo aclarar que esta película no es para niños debido al fuerte vanguardismo de la agenda pro-LGBT de su contenido, de modo que si hay algún padre que esté dispuesto a romper las reglas, tal vez quiera hablar con su hijo o hija al terminar para despejar dudas. Los más conservadores, están advertidos.

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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