Scream VI: Scooby-Doo contra Ghostface en Nueva York

La suspensión de la incredulidad es una de las piezas clave para entrar de lleno en lo que Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, directores de esta remi-cuela, buscan para la sexta parte de la franquicia. Lo que empezó como una parodia del género slasher en aquel lejano 1996 de la mano del maestro Wes Craven, se ha convertido en un género dentro del género.

Para realizar una película con la marca Scream, se deben de palomear ciertos puntos, como la secuencia de inicio donde se tiene que hacer las referencias a las películas favoritas de terror para dar paso a la espectacular primera muerte, tener más de un giro de tuerca en la historia para descubrir al asesino, o ahora la nueva secuencia donde los personajes se saben dentro de una historia y empiezan por descarte a investigar quién es el asesino. Todo un juego de meta cine que hasta el momento los guionistas justifican de manera loable.

En esta sexta parte, los guionistas toman elementos de todas las películas anteriores para intentar crear algo nuevo, o al menos algo un tanto refrescante para una franquicia que está viviendo su segundo o tercer aire de renovación. Situando la acción lejos del pueblo original dentro de un ambiente universitario citadino, la gran manzana parecería el escenario perfecto para un personaje como el de Ghostface, sin embargo, los guionistas no sacan el provecho suficiente para hacer esto posible, haciendo que Scream 6 se sienta como una oportunidad perdida.

Esta vez, las hermanas Carpenter, Sam y Tara, empiezan una nueva vida en la gran ciudad, tratando de olvidar lo qué pasó en Woodsboro y acompañados de sus amigos, que muy convenientemente se mudaron con ellas para iniciar esta nueva vida. Sin embargo, Sam (Melissa Barrera) sigue muy afectada por ser la hija de Billy Loomis (el asesino original de la primer Scream, en algo que sigue siendo una trama inconclusa y sin sentido), factor que sirve para reforzar la relación protagonista entre las hermandas interpretadas por Melissa Barrera y Jenna Ortega, algo que no pasaba en la quinta película.

Un punto positivo de esta sexta parte es que se siente diferente al resto de la franquicia, no por estar en Nueva York, sino por el comportamiento de nuestro villano. El Ghostface de esta sexta parte sigue manteniendo el cinismo y sarcasmo usual, sin embargo, cada uno de los asesinatos es más violento y más creíble, como aquel primer enfrentamiento entre él y las hermanas dentro de un minisúper, donde el asesino mata sin tapujos a gente común y corriente sin importarle qué esté a punto de ser desenmascarado. O aquella secuencia donde los protagonistas tienen que pasar de un edificio a otro a través de una escalera mientras el asesino intenta entrar por la puerta. Lo directores logran manejar el suspenso en este tipo de escenas, luciéndose en aquella dentro del metro de Nueva York, haciendo un juego de luces y sombras y manejando la cámara de forma claustrofóbica, una secuencia que, a pesar de estar presente en el trailer, una vez vista completa te sumerge en la tensión necesaria para seguir dentro de la endeble historia que pretende contar.

A pesar de que en esta sexta parte Neve Campbell como la “scream queen” no está presente (al parecer muy disgustada por el bajo salario que ganó de la quita entrega), los guionistas supieron manejar esta salida y le dieron a Courtney Cox una de sus mejores participaciones en la saga. Además, regresa la cinefilia ahora convertida en agente del FBI de Scream 4, Kirby Reed (Haydee Panettiere), que ayudará a las hermanas a describir quién o quiénes están detrás de los nuevos asesinatos de Ghostface.

Sin embargo, lo que se estaba convirtiendo en un buen slasher y decente whodunit, termina con un desenlace demasiado pobre al descubrir cómo en cualquier capítulo de Scooby-Doo al/los asesinos debajo de la máscara de Ghostface y sus verdaderos motivos, haciendo que la suspensión de la incredulidad sea el ingrediente principal de una franquicia que se siente gastada.

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Acerca del autor

Ivan0     boxd.it/qEKB.

Cinefilo y seriefilo (si es que esa palabra existe) de corazón, realizador frustrado pero la opinión escrita es lo que se me da mejor. Amante de los musicales por muy malos que estos sean cof cof “Cats”, Soy millennial y no tengo problema alguno con eso; y llorar en el cine es la mejor terapia que uno pueda pagar.


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