Sentimental Value. El valor de lo sobrevalorado.

Hablar de Joachim Trier actualmente es hablar de una de las voces más prominentes de Escandinavia; junto a Vinterberg y Östlund han revitalizado el amado y odiado Dogma95 que Lars von Trier y el propio Vinterberg impulsaron en los 90s.

Trier logró fama mundial con la infladísima The worst film person in the world, que con sus nominaciones (a guion y película internacional) al Oscar, lo llevaron a los cuernos de la luna. La cosa es que ESA ni siquiera es su mejor película. Padeció el mal de los directores ‘artsy’ cuando brincan al reconocimiento internacional. Y no es que la película fuera mala, sólo que daba muchas vueltas sobre lo mismo y era, por decirlo amablemente, mucho ruido y pocas nueces. Sin mencionar que cerró con tibieza su potente ‘trilogía de Oslo’.

Con Sentimental Value nos pasa un poco lo mismo, la historia que cuenta es sólida, no nueva, no innovadora, pero sí interesante, y el trato que le da Trier es decente, sin embargo, no toda su narrativa es asertiva, al menos no para llevarse el Grand Prix de Cannes.

Sentimental Value nos cuenta el drama familiar, específicamente la relación padre – hija de Nora, una actriz de mediana edad que es localmente famosa, y de Gustav (un increíble Stellan Skarsgard), un director de cine venido a menos que, tras una década sin hacer una película, de repente quiere a su hija para su nuevo proyecto. Hasta aquí es todo muy convencional, pero las cosas se ponen serias cuando nos enteramos de la conflictiva relación que éstos dos han tenido desde sus inicios.

El guion de Eskil Vogt y del propio Trier va de menos a más, iniciando tímidamente a sentar las bases de la relación familiar, pero ese primer acto se torna lento y hasta aburrido, reiterándonos varias veces lo mucho que está resentida la hija y lo mucho que parece valerle eso al padre. Para el segundo acto, Sentimental Value  presenta una actriz internacional (una correcta Elle Fanning) que inyecta conflicto y ritmo a la trama, aunque la película ya ha consumido casi la mitad de su duración.

Lo mejor de Sentimental Value es su tercer acto, puro fuego, o puro drama, según se quiera ver. Es Joachim Trier en todo su esplendor, dándonos ese estilo personal que mezcla lo íntimo, lo psicológico, lo existencial de las relaciones humanas, sumando algo de humor. Pero este acto es el más corto. ¡¿Valen 30 minutos de grandeza los 140 que dura el metraje?! Usted averígüelo.

No vamos a negar la maestría direccional de Sentimental Value y de Tier en este punto de la vida porque tampoco somos haters nomás porque sí. Es muy correcto, y se ciñe a esto de menos a más. Incluso hace lucir mucho a los personajes secundarios.

Hablando de personajes, el cast completo es uno de sus fuertes. Empezando por Renate que, sin duda, es su mejor actuación hasta ahora, dándonos esos matices fuertes dentro de su cara un poco inexpresiva. Y de Stellan no tenemos que decir nada, perfecto. Inga Ibsdotter como la hermana menor también encaja perfecto, con una psique que te cuenta muy bien lo que es ser la pequeña de la familia. Vamos, hasta Elle Fanning se luce, y eso que no esperábamos nada de ella.

La cinematografía de Sentimental Value a cargo de Kasper Tuxen también está en su punto, con tomas muy intimistas que nos meten de lleno en la tensión dramática. Y que también diferencian muy bien las escenas de ‘cine dentro del cine’, están completamente entendibles fuera de las de la película.

Sentimental Value no es una mala película, incluso es mejor que The worst person in the world, pero definitivamente no es un Grand Prix de Cannes.

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Acerca del autor

Leo Idair    

MOCATRIZ (Modelo, Cantante y Actriz) en Instagram pero humanista en la vida real. Creo en las utopías pero sin dejar la realidad fuera. Dame una buena telenovela y estoy a bordo. Mi mamá me hizo cinéfago desde chiquito.


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