Sin señas particulares: Los(as) otros(as) Olvidados(as)
En ocasiones al cine mexicano solo le basta con establecer su cruenta realidad en pantalla para ganar premios por doquier, pero se necesita más que un “Nuevo Orden” para lograrlo con justicia. Ganadora de Sundance y del Festival de Morelia, el debut de Fernanda Valadez nos enseña el cómo.
Sin señas particulares es tan empática y rica visualmente que es difícil encasillarla, y creo que ahí radica su genialidad: su imponente y crudo retrato neorrealista crece en complejidad y suspenso hasta llegar a un tono siniestro que fiel al folclor y al distintivo fílmico mexicano, combina lo terrorífico de su cotidianidad con tonos surreales y metáforas sobre la más pura maldad. A pesar de esta compleja combinación de corrientes, la directora Fernanda Valadez nunca pierde de vista el objetivo de su relato, que es construir un punzante llanto, crítica y hasta homenaje a aquellos(as) caídos(as) de México: los(as) desaparecidos(as) y sus familias.
Su visionado es difícil. Incluso y a pesar de comenzar con una naturalidad casi documental, Fernanda se tarda en esclarecer su objetivo poniendo a prueba la paciencia de su audiencia. Si bien comienza con experimentar con un tono crítico hacia el inútil sistema mexicano, la debutante directora se obvia sin rumbo en esta primera mitad agregando un par de personajes en los que pierde el tiempo al estructurar, contrariando su desarrollo y sentido de “road movie” en donde la protagonista emprenderá un recorrido del centro al norte del país para buscar a su hijo desaparecido, encontrándose con una serie de “elementos” que la ayudarán para dicho ¿lograr? su cometido.
¿Qué es lo que nos mantiene entonces unidos a su relato? Primero los ricos simbolismos visuales y narrativos: por un lado una serie de planos panorámicos y generales hermosos, con un uso de la luz que simboliza con su caída del sol a la oscuridad por venir; por el otro, mantener a la gran mayoría de secundarios sin rostro y/o identidad, fijando la atención en la situación y construyendo poco a poco esa apremiante empatía hacía con su protagonista, Mercedes Hernández, actriz de mayor experiencia teatral y que se nota muy adelantada a sus compañeros de reparto.
La paciencia rendirá muchos frutos cuando Valadez decida pisar su acelerador y cambiar su tono ¿Cómo? De manera ágil y muy peculiar la directora incrusta dos elementos distractores (dos macguffins): uno que parece encausar el relato hacía otro puerto de redención, y uno más que parece cambiar su perspectiva realista a algo más surreal, con un presencia maligna que no solo imprime una fastuosa tensión al relato, sino que también servirá como una inmejorable metáfora a su trágico tópico. Así pues aquel atardecer se convierte en oscuridad, y los simbolismos ahora lúgubres y sangrientos mantienen hipnotizada a su audiencia.
¡Pero espere! Que aún habrá más. Los elementos distractores convergerán en un clímax y giro de tuerca que aunque podría ser predecible (para los(as) perspicaces), sin duda es también impactante, casi conmovedor, pero realmente trágico y sin ninguna oportunidad de redención (me atrevo a asegurar que estamos también ante uno de los mejores finales que el cine mexicano ha dado).
En cuanto a la labor actoral, la realidad es que independientemente de la labor de Hernández, es pobre, y evidentemente es uno de los frenos que no la deja escalar quizá a ese olimpo; fiel al neorrealismo, esto es debido a que muchas veces el debut de actores, actrices o uso de poco experimentados termina por pesar en este rubro. Algunos diálogos e interpretaciones se notan robóticas e incluso algunos momentos dan un poco de vergüenza e incomodidad debido a su incapacidad emocional en contraste con la tragedia mostrada, sin embargo y en lo términos generales del film, este apartado mejora hacía su último tramo con la llegada de su tremendo e impactante clímax.
La realidad es triste, es maligna, y Fernanda Valadez construye en torno a esta una ficción que progresivamente mejora hasta dejarte noqueado(a) e impactado(a). Con un gran manejo técnico – visual, Sin Señas Particulares se convierte en otra punzante, cruda y bien estructurada pieza mexicana de este 2020 – 2021.