Súbete A Mi Moto: Centennials Versus Menudo

No abundaremos demasiado en la trascendencia del grupo juvenil Menudo (1977 – 1997) ya que sería labor fútil. Sólo diremos que su concepto y legado son simplemente inigualables. Quizás su música, su “look” y bailes luzcan ingenuos para los ojos y oídos actuales, pero su marca en la psique colectiva de Hispanoamérica es imborrable.

El descomunal éxito de la serie Luis Miguel (2018) dio lugar a una lluvia de bio series con calidad inconstante. El turno de Menudo era inevitable.

En esta ocasión se optó por mostrar paralelamente la historia de la agrupación y una trama ficticia sobre una familia cuya vida se vio marcada por el fanatismo hacia los músicos. Trama que, lamentablemente, resta seriamente calidad a una serie que por lo demás resulta excelente.

 

¿De qué va?

Edgardo Díaz (Braulio Castillo), creador y manager del legendario grupo puertorriqueño Menudo, se encuentra en México asesorando a una banda local. La joven bloggera Julieta (Josette Vidal), novia de un integrante de dicha banda, aprovecha la oportunidad para entrevistar a Edgardo acerca de su vida en Menudo, lo que inesperadamente la pondrá en contra de su madre Renata (Rocío Verdejo como adulta. Azul Guaita en su adolescencia), quien guarda grave resentimiento contra el grupo boricua.

De forma paralela se narra a modo de flashback la trayectoria de Menudo, desde su creación hasta su desaparición, con sus horas de gloria y sus conflictos.

 

El Productor Antihéroe

La historia de Menudo se cuenta desde la perspectiva de Edgardo Díaz (Yamil Ureña en el pasado), creador del concepto, y dando particular importancia a Joselo Vega (Sian Chiong), coreógrafo y ciertamente el alma del grupo.

Se nos muestra por un lado a Edgardo como el genio creativo que dio origen a la icónica banda, con una ética de trabajo inquebrantable y un inusual olfato para los negocios, además de realmente preocuparse por los jovencitos a su cargo; por el otro, tenemos retazos de un desalmado hombre de negocios, ególatra y autoritario. El héroe de la historia, a fin de cuentas, pero humanizado y con sus defectos.

También se nos ofrece el punto de vista de los muy jóvenes cantantes, y aunque el peso narrativo no recae en ellos, podemos ver lo que fueron y que es la historia común de los artistas infantiles: adolescentes prácticamente niños expuestos a una fama inmensa que no siempre pudieron manejar bien. Ni hablar de sus padres, demasiado propensos a estirar la mano.

 

Un viaje en el tiempo.

El diseño de producción es un verdadero logro. La recreación de la tecnología y la moda de las épocas retratadas son meticulosas y correctas, sin sentirse exagerada o ridiculizada.

Las nuevas versiones de las canciones, entre ellas la icónica “Súbete a mi moto”, que da título a la serie, son acertadas pues las voces infantiles de las originales, propias de la época, podrían resultar molestas y chillantes para los oídos actuales.

Los que tenemos suficiente edad para recordar aquellos años sin duda nos vemos transportados de vuelta a la menudo manía. Sin ser documental, la recreación de ciertos eventos es sumamente precisa. Hasta los manierismos fueron cuidadosamente estudiados. Las frases pronunciadas en momentos cruciales, salidas directamente de los programas y revistas de “chismes”.

Llama también la atención el correcto casting. Los jóvenes actores guardan un muy razonable parecido con sus contrapartes en la vida real, con la excepción quizás de un ojiverde y pálido Ricky Martin adolescente. Su trabajo es certero.

 

Millenias y Centennials berrinchudos.

La gran piedra en el zapato es la historia ficticia insertada con calzador. No resulta más que un pesado muestrario de los más molestos estereotipos de la generación X y centennial, donde cunde la auto sobrevaloración y sobre todo el innecesario e inútil intento de juzgar otras épocas con parámetros actuales.

Y, para colmo, el conflicto de la Gen – X y su centennial hija con el polémico Edgardo resulta por completo absurdo, un fallido intento por convertir a Menudo y a su creador en siniestros villanos.

 

¿Pero, entretiene?

Emulando a su obvia fuente de inspiración, la serie Luis Miguel, resulta adictiva y digna de verse en verdaderos maratones. Los nostálgicos gozarán sin parar y sentirán deseos de bailar.

¿Hay que verla?

Definitivamente. Ignorando la patética historia ficticia, tenemos otra chisme-serie épica, ahora a cargo de Amazon Prime. Altamente recomendable para soportar esta maldita pandemia (que no ha terminado, créanme) y recordar tiempos más amables

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Acerca del autor

Dr. Dark    

Médico de profesión y cinéfilo de corazón. Amante del buen cine y destructor del que no lo es.


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