TENET: y la odisea de ser estrenada en cines
“No trates de entenderlo. Sólo SIÉNTELO.”
El sonido de una orquesta afinando sus instrumentos es lo primero que escuchamos solo al iluminarse la pantalla; sonido disperso pero que en las bocinas de una sala IMAX suena ensordecedor, la cámara nos sitúa en lo que parece ser una gran sala de ópera en Kiev, grandes y pesadas puertas se cierran dando a entender que la función va a empezar, y así es, la música cambia y entra de golpe la banda sonora dé Ludwig Göransson (The Mandalorian), la música hace que tenses todos los músculos del cuerpo y vemos como el espectáculo fílmico creado por Nolan empieza a tomar forma.
Después de seis meses (en el caso del que escribe estas letras) mi regreso al cine dentro de esta “nueva normalidad” comenzó gracias a la onceava película de Christopher Nolan, un palíndromo por título llamado “Tenet” que desde sus avances mostraba toda una maquinaria audiovisual digna de ver en pantalla grande. Esos avances no decían nada de la trama y solo mostraban frases sueltas que se escuchaban interesantes pero que fuera de contexto no tenían significado alguno. Su estreno previsto para junio, se vio truncado por el enemigo al que Nolan hubiera preferido para su onceava película, una pandemia mundial y un virus mortal que atacó desde las entrañas del mundo para paralizarlo por completo.
Desde esos primero meses de pánico e incertidumbre, la película vio pospuesto su estreno en tres ocasiones, pero esa historia ya nos la sabemos, mientras que las grandes compañías cinematográficas ponían en orden su mundo, los fans del cine de Nolan nos devanábamos los sesos en teorías locas sobre lo que Nolan nos iba a contar; el hermetismo que el director impone en cada uno de sus proyectos es tal que raya en lo absurdo.
Sin pensarlo dos veces, Tenet es la película más compleja y ambiciosa de la filmografía de Nolan, y de este año. Siempre con la idea implantada de tomar un elemento como es el tiempo y jugar con él, lo veíamos desde Memento con esa idea de ir tras los pasos del protagonista gracias a las polaroids que él sacaba, o en Dunkirk con esta historia coral donde tres líneas narrativas se trazaban en un mismo punto pero que separadas empezaban ya sea una hora, un día o una semana de diferencia. Cada película de Nolan es un modo de entrenamiento para lo que será su siguiente película, siempre elevando más las apuestas en términos visuales y de alcance global.
Con Tenet, Nolan ya no nos está vendiendo una historia, lo que él nos ofrece es un producto de marca “Nolan”, con cada cinta, el director va quitando elementos dramáticos o de guion para introducir un espectáculo visual ensordecedor, recuerden lo sentimental que fue “Interestellar” o “Inception”, donde Nolan recurría al sentimiento de pérdida para que sus personajes avanzaran: Don Cobb (DiCaprio) perdiendo a su esposa y sin poder ver a sus hijos, o Cooper (McConaughey) dejando a su hija para ir al espacio.
Pero la frialdad se instaló en Dunkirk y en subsecuente también está en Tenet, donde la frialdad es tal que el personaje de John David Washington (BlaKkKlansman) se le conoce por “El Protagonista”, así como también la fotografía del ya habitual colaborador en Dunkirk e Interestellar, Hoyte van Hoytema nos muestra con su lente, imágenes imposibles de ver en nuestra realidad, y aquí es donde el concepto de la entropia se hace presente, desde ese gran epílogo que es la secuencia de la ópera de Kiev, nuestro “Protagonista” (Washington) está huyendo del lugar pero es atacado por un terrorista, en una gran coreografía en la que los dos caen al suelo, un tercer sujeto portando una máscara entra en el cuadro y sin percatarnos del momento en el que toma su pistola, vemos el orificio de una bala que en algún momento impactó contra el suelo, entonces la bala retrocede y se introduce por el cañón, la cara que pone el Protagonista, es la misma que el espectador tiene, no entiende si lo que acaba de ver realmente pasó: una bala siendo no disparada por alguien, pero la acción es tan frenética que el tiempo sigue avanzado y no hay tiempo para pensar en el “cómo” es que funciona, la película te mete de lleno a la acción y no te suelta hasta pasados cuarenta minutos de metraje.
La sola idea de poder comprender lo que estás viendo, en momentos llega a abrumar, pero es cuando el personaje de Clémence Poésy llamado solo como Bárbara, le dice a nuestro “Protagonista” que no trate de entender cómo es que funciona la entropia y que solo lo sienta; una declaración de intensiones en la que Nolan nos avienta a la cara que no tiene la menor intención de sobre explicar cosas y conceptos, aunque al final si hay un poco de eso. Conforme avanza la cinta, estas interrogantes se van resolviendo mientras otras más grandes surgen, aún con eso, Nolan firma un guion y una historia sencilla.
Esta película lleva dentro de su cabeza viviendo veinte años, la idea de jugar con el tiempo y tomar elementos de la física cuántica para crear una historia de espías clásica, tan clásica como el James Bond de Sir Sean Connery y que hasta el Bond de Daniel Craig ya quisiera. Así pues tenemos a nuestro Protagonista, que se ve implicado dentro de una guerra que está a punto de suceder, la tercera guerra mundial, pero esta vez no será en trincheras o con grandes máquinas, aquí es con el tiempo, y nuestro protagonista es contratado para impedirlo. Es aquí que se suma el personaje de Robert Pattinson llamado “Neil”, que funcionará como el sidekick pero a la vez como el personaje que sabe más que nosotros, sin duda Pattinson logra brillar más que Washington, el porte y elegancia que imprime a su personaje así como en las escenas de acción que tiene son sin duda un buen entrenamiento para el que será su versión del hombre murciélago.
Así, con esta misión, nuestro dos agentes irán viajando por todo el mundo investigando cómo es que existen objetos que pueden viajar de forma contraria a “lo normal”, el cameo de Michael Caine (The Prestige) ayuda poco pero esclarece y da pistas, y nos lleva a conocer a la damisela en peligro, una elegante y hermosa Elizabeth Debicki (The Great Gatsby) que está casada con el mafioso y villano de nuestra historia, Andrei Sator, no solo es un traficante de armas y nuevo rico, si no que tiene la ventaja del tiempo, pues el conoce a la perfección cómo usarlo a su favor para el único objetivo de un villano, la destrucción del mundo.
Una historia sencilla pero que se vuelve compleja cuando entra el factor tiempo y cuando Nolan abusa del MacGuffin de Hitchcock, la película asombra y apantalla, ver un avión estrellándose en pantalla Imax siempre es algo digno de ver, o toda una persecución en una autopista con autos yendo al revés a toda velocidad, pero el más grande fallo de Nolan es la grandilocuencia de sus imágenes, como dije párrafos arriba, la frialdad convertida en presunción de una sencilla historia, pero que Nolan llevó al límite solo para demostrar que él puede filmar cosas de gran magnitud, en pos de una lógica narrativa.
Emocionado, y lleno de adrenalina en mis venas salí de aquella sala Imax, mi primera película después de seis meses “de encierro”; la cabeza me daba vueltas tratando de acomodar toda la información que en 150 minutos Nolan había introducido en mi mente, días después sigo pensando en la película y ansío volver a verla. Sin duda Tenet es algo que se tiene que ver en pantalla grande, es toda una experiencia y un gran viaje, que siendo fan o detractor del cine de Nolan se tiene que ver, ya que se muestra como un autor completo y un hábil publicista para vendernos su marca y su producto.
No trates de entender Tenet, solo siéntelo y date un buen viaje.