Tercera Llamada, Intenséemos

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La primera imagen que tengo de Karina Gidi es de 2007 durante su participación en la obra “En La Meta” de Thomas Bernhard, su papel por cliché que parezca, se limitaba al de una sirvienta, si bien recuerdo con apenas un trazo sencillo en escena y sin apenas ninguna línea en escena, pero su presencia llenaba el escenario de tal manera que aún hoy lo único que recuerdo de dicha obra es el impacto que tuvo en mí la trama y la potente presencia de Gidi… y eso que “sólo” sustituía a Edzná García, la diseñadora de vestuario.

Lo demás es historia, Incendios, La Pequeña Habitación al Final de la Escalera y más recientemente La Voz Humana en teatro no han sido más que pilares de los fuertes cimientos de lo que supe desde aquella primera vez que vi a una muda Gidi pasearse poderosa y etérea por el escenario: es una portentosa actriz.

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Cecilia Suárez es otra musa de carácter fuerte, aunque más identificada por su carrera en cine y específicamente en Todo el Poder, también suele ser una figura agradable y firme en las tablas. A diferencia de Gidi, a Suárez no recuerdo la primera vez que la vi sobre un escenario, lo que sé es que, como muchas veces sucede en la vida, la vez que su actuación en el teatro me hizo vibrar fue una ocasión que fui por aburrimiento a ver una obra que, según mi gurú del teatro en ése entonces, sólo servía como entretenimiento pasajero, Pequeñas Certezas, un texto de Bárbara Colio, fue la obra que me hizo ver con otros ojos a Cecilia Suárez. Era el año de 2007.

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A Irene Azuela la conocí con Quemar las Naves, película dirigida por Francisco Franco. No puedo decir más que, raro en mí, vi tres veces la cinta tres veces en cine y es uno de mis DVDs favoritos. En teatro la vi en El Buen Canario, obra producida por el mismísimo John Malcovich donde Azuela trasciende la cuarta pared y se insertó en mi cerebro y corazón a través de una actuación desesperada y desgarradora. Después vendría Salomé y la seducción hecha mujer.

Es lugar común porque es verdad, cada presentación de una obra de teatro es única porque es irrepetible, y esto se refiere no sólo al humor o desempeño que pueda poner un actor al momento de encontrarse en el escenario, si no a la reacción del público que jamás es el mismo. El teatro es un caldero de emociones condimentado con la magia de la realidad, es espejo, creación histriónica perfecta, es amor y agonía, es el padre del cine.

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Sería ocioso hacer un ensayo detallado sobre la influencia del teatro en los albores del cine, cómo aquellos gestos que hoy nos parecen exagerados son uso común en las tablas cómo, de alguna manera, el cine es la ilusión, el sueño y magnificencia de lo que sueña el teatro. Prueba de fuego por excelencia de cualquier histrión, en el teatro no hay edición o efecto especial que distraiga la atención del quehacer actoral donde el cuerpo en escena no es sólo una masa de músculos y huesos que se mueve caprichosa a voluntad, es más un instrumento para recrear la vida misma y obliga al espectador a saltar, al mismo tiempo, a una realidad alterna.

No tengo palabras para describir mi enorme decepción al descubrir que figuras tan queridas para mí como Diana Bracho, Alejandro Camacho, Joaquín Cosío o la mismísima Silva Pinal eran sólo peces muertos en escena quienes a cada paso, en cada parlamento, en cada gesto evidenciaban un dejo de hartazgo, fatiga y desgano comparable únicamente con la prestigiosa carrera que tuvieron en cine, inevitable para mí fue pensar a cada minuto de aquella tortura ¿cuántas veces debieron repetir sus escenas en Las Poquianchis, Cuna de Lobos… Viridiana? Fatalidad.

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Otros actores “poco conocidos” como Arturo Ríos logran mantener su reputación íntegra y eventualmente se convierten en íconos de calidad que sólo se logra a través de una disciplina férrea y hacer vibrar al espectador aún sin grandes espamientos. Y es así como una obra de limitado presupuesto logra vida perenne en la memoria del auditorio que se deja seducir por la magia de la maravillosa capacidad del actor serio que sereno no sólo conmueve, sino que da lecciones de vida.

Sin duda alguna The Life of Pi me hizo vibrar durante más de una hora de una montaña rusa emocional y efectos especiales maravillosos, aún sueño a veces con una ballena de proporciones terribles que se impulsa  majestuosa como queriendo alcanzar el cielo en una noche plagada de estrellas y un mar incandescente imaginada por Yann Martell, fue, sin duda una aventura entrar al sueño que este generoso canadiense compartió con todos nosotros. Por otra parte, a Susana Alexander le tomó literalmente segundos pararse en proscenio y, con la cara descompuesta sentenciar “lo que están a punto de ver, les va a suceder a todos ustedes” (sic) y crear el mismo impacto que a Ang Lee le tomó con su adaptación de Life of Pi más de una hora, sin mencionar los millones de dólares en efectos.

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Desde luego se trata de dos lenguajes totalmente distintos, sin embargo el efecto que ambas artes buscan en su audiencia es virtualmente el mismo, muchos puristas dirán que al tratarse de disciplinas distintas es un error compararlas en sus logros, y generalmente son estos puristas quienes repiten sin cesar que la adaptación de un libro jamás saldrá bien librada al ser llevada a la pantalla de plata a pesar de las numerosas evidencias que comprueban lo contrario.

El hidrocálido Francisco Franco tiene una exitosa carrera como director de teatro y más recientemente en cine, en 2007 dirigió Quemar las Naves, cuyo guión fue escrito en colaboración con la ex-actriz mexicana María Renée Prudencio. Quemar las Naves no sólo cuenta con un guión sólido, sino que la sencillez y cotidianidad de sus personajes le valió el reconocimiento del público de a pie, y así, discreta, se convirtió en una de las favoritas del cine nacional mexicano contemporáneo.

Tercera Llamada es un ejercicio íntimo de amor al arte -tal cual- al arte de transmitir, de crear, al arte de sobrevivirse como creador y de dar el alma por materializar belleza abstracta en impacto palpable. El actor, el director y todo aquél involucrado en un proyecto artístico, en esta caso escénico, siempre inicia con la firme convicción de tener una idea exacta de qué y cómo desea plasmar su obra, tan solo para encontrar el camino  del artista está construido a base de mil muertes y renacimientos, sufrimiento y gozo mayúsculo. ¿Y quién mejor que la mejor actriz joven en México para representar este calvario existencial que Karina Gidi?

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Tercera Llamada es una apuesta honesta cuyo gran acierto es desvelar las vicisitudes que conlleva “levantar” un proyecto teatral en un atinadísimo tono de comedia, vaya, está tan bien dirigida que hasta Anabel Ferreira está excelente. La película lleva al público de la risa sencilla (que no fácil) a una desesperación casi neurótica pasando por la ternura más sutil y la farsa espectacular. Todo el mundo está presente, Mariana Treviño, Fernando Luján, Ricardo Blume, Alfonso Dosal, Moisés Arizmendi, ¡Ana Ofelia Murguía! y un largo de verdad largo etcétera, cameos increíbles de creer como el de Julieta Egurrola que su sola presencia provoca un vuelco al corazón y hasta Alejandra Bogue y Regina Orozco.

Quizá el único “pero” sea la aparición, aunque obligada pero lamentable, de doña Silvia Pinal, no me malinterpreten, por años fui fan incondicional de la señora Pinal, aún después de ver su lamentable desempeño en Mame, y no entiendo cómo después de El Ángel Exterminador, Viridiana… vaya, hasta en su etapa cómica como El Despertar del Lobo pueda llegar a tener el registro más lamentable que contrasta con el evidente derroche de talento que inunda la cinta… y Víctor García (mejor conocido como Víctor de la Academia), cuyo desempeño es tan insípido que puede omitirse perfecto de cualquier reseña.

Ver esta producción nacional es no sólo refrescante sino una invitación abierta a conocer el excelente teatro que se hace en México, desde luego existe el “teatro clase “B”” si se me permite llamarlo así, donde engañabobos sin escrúpulos han hecho su agosto (Mascabrothers, Bisognos, etc.) y prostituyen y contaminan de manera vil los escenarios y distraen la atención del teatro de verdadera calidad. Tan sólo en menos de 5 años el respetado director argentino Daniel Veronese ha dirigido personalmente en México cuatro de sus obras en el país, cosa harto imposible debido a la gran demanda de su trabajo en América y Europa. Mujeres Soñaron  Caballos, Teatro Para Pájaros, La Forma que se Despliega (mi favorita), Gorda y recientemente Los Corderos han gozado de gran popularidad en los teatros del Distrito Federal ya sin mencionar el éxito sin precedentes que el director Hugo Arrevillaga ha tenido con la tetralogía de Wajdi Mouawad, de la cuál Incendios significó la catapulta para el éxito comercial de Gidi, sin sacrificar su excelencia actoral.

Tercera llamada es una invitación a pasar el rato de su vida y salir con un nudo en la garganta… ¡comenzamos!

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Equipo editorial de Cinescopia.


5 Comments

  • El trailer está bastante malito, no dan ganas de ir a verla para decir verdad… sin embargo veo casi todas las pelis mexicanas así que a ver.

    Por cierto alguno de uds hizo blog sobre fecha de caducidad?

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  • Buenas tardes Carlos, lamento discernir, en lo particular me gustó mucho el avance, aunque la película es en general una producción que, como menciono en la reseña, una invitación al teatro también es cierto que quien sea asiduo la encontrará 100% más atractiva. Respecto a Fecha de Caducidad, desde luego, yo mismo hice una reseña sobre la cinta, acá dejo enlace. Gracias por comentar.
    https://cinescopia.com/fecha-de-caducidad-cine-nacional-gourmet/2013/09/

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  • JAJAJAJAJAJAJAJAJA pues como dijera la otrora bella Silvia Pinal “Pues que chingue a su madre Derbez y su película” hay que ir a verla JAJAJAJAJJA

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