Terror a 47 metros: El Segundo Ataque, Que me come el tiburón

Se lo voy a decir con todas sus letras: Si Terror a 47 metros: el segundo ataque se hubiera filmado en 1975, hubiera opacado a Tiburón. El problema es que se estrena el próximo 18 de octubre.

No se crea querido lector, obviamente, estoy bromeando. Gracias a los dioses del celuloide, en Cinescopia no estamos para defender los intereses de ninguna distribuidora, productora o exhibidor; por el contrario, podernos darnos el lujo de comentar lo que nos venga en gana.

Con igual sinceridad, le confieso, y de no hacerlo estaría mintiendo, que tenía expectativas sobre la película que nos atañe; por supuesto no esperaba ver el blockbuster del año, ni una obra de culto digna de recordarse, pero una vez sentado en la butaca, con el switch del cerebro en off y mentalizado para pasar un buen rato, me dispuse a disfrutar hora y media de tonterías acuáticas estilo Sharknado, mismas que no llegan hasta la parte final cuando uno está a punto de decir ¿Eso fue todo?

Y es que Terror a 47 metros: el segundo ataque pudo tener un arranque más dinámico, sin embargo, el director y guionista Johannes Roberts se decanta por precisar una serie de hechos y datos totalmente irrelevantes. Tenemos que las dos protagonistas son hermanastras, hijas de un matrimonio interracial, la morena tiende a la rebeldía mientras la rubia es víctima de bullying ¿Esto tiene algún peso en la trama? en realidad muy poco. A ellas se unen dos amigas con quienes compartirán las desventuras posteriores y también hay algunos personajes secundarios que aparecen unos minutos y reaparecen de manera casi arbitraria, en resumen, solo sirven como alimento de los tiburones, literal.

Tan planos los personajes como planas las protagonistas, y no tome a mal mi comentario, pero si algo caracterizaba a las cintas de horror ubicadas en el mar, era el taco de ojo que ofrecían al espectador mostrando a mujeres voluptuosas en bikini, mientras que aquí, optan por darle protagonismo a unas cuasi chavas preparatorianas que solo consiguen hacernos extrañar a Martha Higareda.

Después de ese comentario políticamente incorrecto, pero que usted podrá constatar en caso de ir a verla, le cuento con mayor detalle de qué va el asunto: Cuatro chavas que viven en un Yucatán, México donde solo hay gringos de todas las razas (daba lo mismo que fuera Hawái o la isla de Gilligan), se van de pinta a un arrecife para adentrarse en unas cuevas submarinas donde se hallan unas ruinas ocultas. Hasta ese momento uno piensa “De acuerdo, la historia es lo de menos ¡Que vengan los tiburones!” Peroooo…antes de eso, hay que chutarse un recorrido submarino donde valdría la pena advertir que si es usted claustrofóbico va a haber un momento en que se sentirá sofocado, pues ese es el mayor efecto que consigue la película. Los sustos llegarán hasta que los tiburones hagan acto de presencia, lamentablemente sobresaltan al espectador como el fantasma que grita ¡Buuu! cuando menos se los espera uno, repitiendo la fórmula una o dos veces más. Vaya, ni siquiera el aspecto de los escualos es amenazante.

Más de la primera mitad se enfoca en los intentos de las chavas por salir a la superficie convirtiéndose en una película de supervivencia con momentos de tensión y angustia; no propiamente en una producción de horror. Entonces, es cuando otra vez como espectadores nos decimos “Está bien. Ya entendí, esto se debe tomar como algo serio a pesar de lo bobo de los diálogos”. Peroooo…como le contaba en un inicio, la secuencia final cargada de mala leche y mucho humor negro, brinda el entretenimiento que esperaba uno ver desde el minuto uno; el director se deja ir como gorda en tobogán y se descose en 10 minutos con toda clase de situaciones ilógicas, exageradas y de risa loca. Imagínese que ahora resulta que una mordida de tiburón es menos mortífera que la de un perro panteonero o que, al mismo monstruo marino se le puede vencer dándole coscorrones, solo faltaba que lo acusaran con su mamá o se alejara diciéndole ¡Fuchi! ¡Guácala!

Si ya vio las películas en cartelera que valen la pena y solo le quedan como opción los churros de videocine y Terror a 47 metros: el segundo ataque, no dude que la segunda es mejor.  No obstante, mejor espere a verla en televisión, a donde debió ser enviada directamente.

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Acerca del autor

Flaco Cachubi     blogcinefantastico.blogspot.mx/

Amante del séptimo arte desde que tiene memoria o lo que es lo mismo desde que vio Superman. Sus géneros favoritos son el horror, la fantasía y la ciencia ficción. Ferviente admirador de Hitchcock y asiduo lector de Stephen King. El cine de luchadores, su máximo placer culposo. Se describe a sí mismo como un ser viviente que cultiva su mente, para ser un cadáver muy culto.


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