The Bikeriders. Moteros en su momento más Vogue.
En este, su sacrosanto blog de sabiduría fílmica ya habíamos anticipado desde el inicio de año (https://cinescopia.com/la-45-peliculas-comerciales-mas-esperadas-del-2024/2024/01/ ) que esta adaptación del libro homónimo no estaba exenta de polémicas; no sólo Disney se negó a distribuirla por considerarla ‘muy adulta e intensa’, sino que eso también hizo que se cancelara su estreno en el Festival de Telluride.
Y la verdad es que la película no es muy adulta ni mucho menos intensa. Y es que en esta historia, el director Jeff Nichols (Take Shelter), en sus palabras, quiso contar la historia del club de moteros Chicago Outlaws (originalmente McCook Outlaws Motorcycle Club) a través de la nostalgia, el romanticismo y la masculinidad… ¡Ahaaaa!, difícil la combinación, más si nos situamos en las afueras del Chicago de los 60’s.
Es verdad que el hecho de contarla desde las vivencias de la mujer de uno de los integrantes de la pandilla se siente como un acierto para la narrativa, sin embargo, la película decae después de un prólogo potente y ágil, llegando en momentos a ser aburrida al no ser tan capaz de mantener el interés de la audiencia, y esto sucede principalmente porque no ahonda ni es contundente en los momentos que quiere contar… Nunca vemos fuertemente marcado por qué se apasionan por las motos, tampoco conocemos qué mueve realmente a los personajes y ni siquiera sabemos por qué un personaje está enamorado del otro (¿quién de quién? Usted decídalo)
Y hablando de los personajes, quizá no haya ninguno que esté perfectamente definido, resultando en un relato superficial y poco interesante sobre un club de motociclistas cualquiera. Los actores hacen lo que pueden con lo que tienen para llevar a buen puerto este guión que languidece poco a poco. Una magnífica Jodie Comer (con todo y un acento espantoso) intenta hilar las relaciones entre los cabecillas de la banda; y aunque Tom Hardy hace una decente suerte de Marlon Brando, Austin Butler tira esta tripleta protagonista con una personificación ridícula de James Dean, mucho más cercana a Zoolander que a la leyenda del Hollywood clásico. A inicio de año esperábamos que Butler se quitara por fin el halo de Elvis, pero la verdad es que sólo lo cambió de vestimenta, haciendo sus miradas muy a lo ‘Blue Steel’ y luciendo siempre como para una sesión fotográfica de una revista de moda y estilo.
Otro desacierto en la parte coral, pues hay personajes secundarios y figurantes que tienen mucho potencial, como un renegado y pintoresco motero que viene de California, burbujeantemente personificado por Norman Reedus (The Walking Dead) o un renegado y atormentado adolescente que quiere pertenecer al club, que desafortunadamente nunca entendemos su razón de estar ahí, pero de los que nos hubiera gustado conocer su historia.
En los aspectos técnicos se siente correcta, la fotografía tal vez está un poco desaprovechada, centrándose más en captar la esencia y contexto de la época, cuando pudo haber reforzado la psique de los personajes con planos más cerrados en momentos clave. Es verdad también que aunque el diseño de producción y el estilismo están muy bien logrados, se esfuerzan demasiado en que todo parezca perfecto y demasiado estético, muy como en una editorial para el Vogue.