The Hole in the Ground: Un agujero sin fondo
¿Será que somos unos malcriados y ya nos acostumbramos a lo bueno? La productora A24 ha sido uno de los principales y más frescos referentes del género de terror en los últimos años; desde que irrumpió en el rubro en 2016 con la siniestra The VVitch, prosiguiendo con It comes at Night y la reciente y excelentemente valorada Hereditary, la casa indie ha sostenido con decencia al relato de horror con una igual de tétrica jugarreta, y es que a pesar de siempre basarse en el mismo molde del resquebrajamiento familiar frente a una amenaza externa, es dicho peligro el que se ha mantenido como una variable narrativa de calidad, adepta a temas espirituales y/o satánicos que conservan la peculiaridad de alimentarse de un miedo más auténtico por parte la audiencia, cuando esta es enfrentada a los mitos de su folclor o al mismo conflicto de sus creencias religiosas y/o sociales.
Conservando su molde familiar, retornando a ese básico pero maligno tono del horror de los 70’s u 80’s y de nuevo respetando su confianza en nuevos y prometedores directores, en esta ocasión A24 y el director Lee Cronin nos presenta The Hole in the Ground (El Bosque Maldito), que como es de costumbre fue presentada en el más reciente Festival de Sundance pero ahora con una gran diferencia, la decepción unánime del público.
Una buena idea muy mal ejecutada, el irlandés Cronin es incapaz de conectar sus dos elementos primordiales: el primero, el eterno recurso del infante “demoniaco”, poseído y/o cambiado, que sin lograr nunca una empatía actoral o un trasfondo que sustente la relación madre – hijo, el guion rinde rápidamente su giro perdiendo toda la fuerza en su metáfora de crecimiento pre adolescente, pero sobre todo el factor sorpresa, haciéndola un producto con momentos prefabricados y/o artificiales que nunca logran su objetivo por “asustar”; el segundo, una sub trama paranormal que combina ciertos elementos del folclor nórdico y el escocés, nuevamente, sin un sustento creíble o de interés, o mejor dicho, sin sustento alguno más que la mera presencia del mismo.
La decepción se agrava cuando Cronin se obvia como un cineasta estéticamente solvente, presentando ciertas cualidades técnicas que bien lo podrían librar de este primer fiasco narrativo quizá cuando los libretos vayan a parar a alguien con mayor talento y/o experiencia (y no a él mismo como en este caso). El clímax y secuencia final, sin duda lo más destacable del film desde su parte visual, es el testimonio de la falta no solo de conexión entre estos dos elementos con una muy débil estructuración, sino también de la empatía hacía con la audiencia, factor primordial que toda película de terror debe contener desde sus primeros minutos si este pretende “aterrar” o ser recordable.
El cuadro actoral en su parte adulta se muestra por momentos solvente pero nada sorprendente, reflejo de la dicha incapacidad de desarrollo, destacando por pocos momentos la madre protagonista Seána Kerslake y el veterano James Cosmo. Por su parte el niño actor James Quinn Markey queda muy por debajo del desempeño de otros escuincles malignos símiles, repito, culpa directiva sin dejar de lado que quizá algunos niños actores estén hechos más para televisión y/o comerciales que para el cine.
Pero no todos son malas noticias para A24, y es que al parecer en lo que respecta al terror, los productores se han reservado su pieza de relevancia para la mitad del año, siendo la muy esperada Midsommar quien pueda tapar y dejar en el olvido a este agujero irrelevante y efímero, que en definitiva le ha echado tierra a la hasta ahora invicta carrera en el horror de la casa indie, manchándole el currículo y acercándola al nivel de cualquier otro bodrio de fábrica salido de Estados Unidos ¡casi!