The House that Jack built – Bienvenidos a la casa de Lars
No es fácil ver el cine Lars von Trier…y menos lo es escribir acerca del mismo. La mayor parte de su filmografía es compleja en muchos sentidos y tiene demasiadas capas, que hay que ir pelando minuciosamente, para poder comprender realmente lo que nos quiso decir en cada historia. El estudio de las compulsiones y emociones humanas, sobre todo aquellas consideradas como “malignas”, es el punto de partida principal del cineasta. La represión o exacerbación de dichos impulsos es lo que guiará a sus personajes en viajes repletos de simbolismos, que aludirán por un lado a la problemática interna de cada uno, y del otro a la de una decadente sociedad moderna (o “suciedad moderna”, como acertadamente dijo Mafalda).
Todo esto podría resumirse con la fría afirmación que Justine (Kirsten Dunst) hace en la grandiosa “Melancholia”, momentos antes de que nuestro planeta sea destruido por completo: “La Tierra es malvada. No necesitamos llorar por ella”. ¿Acaso hay aún alguien que crea que todas las personas son buenas? La polémica “Dancer in the Dark” y la cruda “Dogville” nos enseñaron la verdadera cara de la sociedad. Siempre habrá personas que busquen aprovecharse de la bondad de los demás y lleguen a distintos extremos para establecer algo parecido a dominio sobre ellos. En la denominada “Trilogía de la Depresión”, conformada por “Anticristo”, “Melancholia” y “Ninfomanía”, se nos dice que absolutamente todos tenemos un lado ‘maligno’ y como el negarlo va en contra de nuestra propia esencia. Incluso la naturaleza, con sus ciclos caóticos de vida y muerte, es malvada si se le quiere ver así. Es entonces que, como culminando con esta narrativa, llega la más compleja de todas las películas en el historial del danés: “The House that Jack built”.
La premisa parece sencilla: el origen y evolución de un asesino serial, llamado Jack (Matt Dillon) durante un período de 12 años, divididos en cinco estremecedores episodios que mostrarán los momentos más relevantes en la trayectoria del psicópata para lograr la construcción de lo que él considera su obra maestra. El género del asesino serial ha sido explotado en demasía en cientos de películas y series porque una especie de morbo nos hace sentir atracción hacia esos personajes. Es algo que nadie quisiera experimentar en carne propia, pero que por alguna razón gozamos ver de lejos. De manera hábil, el guión de von Trier evita caer en los cientos de clichés que la sobreexplotación ha provocado a estas historias. Jamás veremos a Jack tratar de ser parte del mundo normal, intentando llevar una vida cotidiana a la par de sus grotescas compulsiones. Jack es un asesino y sólo vive para eso. Los pocos momentos en que lo vemos en solitario, resultan ser nefastos para él. Odia estar estático e incluso las pausas entre víctima y víctima, son algo similar a bloqueos creativos. El arquitecto dentro de él pretende construir una casa en un terreno que heredó, pero esa no es su verdadera vocación, sino sólo un proyecto que no puede fluir. La estrategia de la cacería y el pensar a qué horrendas torturas habrá de someter a la siguiente desafortunada alma que se le atraviese, son su verdadero llamado. Es el único lugar donde se siente enteramente él. El estrecho entendimiento de la psique de este misógino/arrogante psicópata no vino de un extenso estudio a manuales de psicología, al final no fue necesario porque von Trier tuvo siempre a la mano al Jack de carne y hueso: a sí mismo. Y es importante entender antes de entrar al cine, que “The House that Jack built” es un trabajo autoreferencial (quisiera decir autobiográfico pero no lo es del todo) a los escándalos en los que el propio Lars ha estado envuelto a lo largo de los años.
El nihilismo que se respira durante esta gran comedia negra se siente más bien cínico. No es una obra en la que Lars pida perdón por esas pasadas intransigencias, ni tampoco pretende justificarlas. Más bien, parece gritarles a todos sus detractores que efectivamente es el monstruo misógino, pedante y racista que han dicho que es. Y si así lo quiere, puede llegar a ser peor. Nos dice que al menos él si tiene el valor de aceptar esa ‘maldad’, ese lado negativo que vive en su interior. Pero, ¿cuándo lo hará el resto de la sociedad? Actualmente, vivimos en una terrible crisis humana en que las mujeres están en peligro constante; olas de racismo y discriminación han resurgido en varias partes del mundo y todos los días desaparecen personas en algún lugar. El mayor de estos peligros es la indiferencia al sufrimiento ajeno. Ya nadie ayuda a nadie, la gente buena está en peligro de extinción. El enemigo más mortífero de un ser humano, es otro maldito ser humano. Es más fácil crucificar a alguien que está bajo el ojo público, que condenar los actos que suceden en privado todos los días. La pedrada que Lars lanza a esta hipócrita sociedad es tremenda. “Si quieres gritar, definitivamente deberías hacerlo” es la frase con que Jack sella la condena de una de sus víctimas. Él sabe muy bien cómo funciona este mundo.
Una vez conociendo el trasfondo del guión y las razones de von Trier para escribirlo, debo decirles que la película es sumamente violenta y gráfica a más no poder. Generalmente tengo estómago fuerte para estas cosas. Vi ‘Anticristo’ por voluntad propia tres veces, y hasta creí que al western ‘Bone Tomahawk‘ le faltó violencia (tengo pedos, ¿verdad?). Pero el sádico espectáculo de “The House that Jack built” entra en una categoría aparte. La violencia aquí no es gratuita como en cualquier entrega de los bodrios de Saw. Cada golpe y cada mutilación que se nos muestra, tienen una razón de ser. El cinismo del director danés de ser ese perverso monstruo que le dijeron ser, lo llevó a exacerbar y llevar al límite de lo grotesco y de lo misógino todas las secuencias que pudo. Lars canaliza todo su neurosis en Jack, y él está ahí para torturarnos a todos parejo. Dentro de esto quisiera mencionar, sin arruinarles nada, poner atención al maltrato psicológico al que somete a una joven chica, como referenciando a lo sucedido con Björk durante la filmación de “Dancer in the Dark” y la manera en que el director destruyó a la cantante.
Otra cosa por la que von Trier ha sido criticado es su arrogancia y aires de superioridad, los cuales también decide llevar al máximo en varios momentos de esta entrega. Siguiendo lo que realizó previamente en “Ninfomanía”, la narración se verá frecuentamente interrumpida por monólogos de Jack respecto al arte y al diseño, al mismo tiempo que se nos muestran slides documentales con obras de artes y diversas clases de diagramas. El arrogante asesino no puede dejar presumir sus vastos conocimientos e inteligencia. El nombre que él mismo se elige y la canción “Fame” de Bowie en los momentos cumbres para Jack, son signos de esto. Dentro de los pequeños respiros visuales de estos slides, seremos testigos de unas sublimes animaciones cuyas metáforas nos ayudarán a terminar de comprender al psicópata y sus motivaciones.
La ultraviolencia cesará de repente al final de la historia. Lars lo compensará llevándonos a otro viaje, en el cual retomará otros estilos visuales propios de su cinematografía y que habían estado ausentes en el resto del filme. El acertado y sutil uso que hace de los efectos visuales dan por resultado un glorioso tercer acto, en el que logra hacer estéticos los lugares más terribles.
La actuación de Matt Dillon es terriblemente brillante. Otro cliché al que las historias de asesinos seriales nos tienen acostumbrados, es a un papel con una muy baja gama de matices emocionales. ¡Los cabrones son iguales toda la película! Evitando por completo esos personajes trillados, Matt entrega un Jack con varios niveles: agradable, fastidioso, nefasto, mortífero y hasta torpe en un nivel hermanos Coen. Pero cuando todo va de acuerdo al plan, su verdadera esencia sale a la luz y es capaz de hacerte temblar en tu butaca. Su mirada psicópata se siente tan natural, que hace parecer a la del Norman Bates de Anthony Perkins exagerada. ¿Quién iba a decir que el actor de “You, Me and Dupree” podría hacer esto? El resto del cast lo componen una breve, pero muy efectiva, Uma Thurman, Bruno Ganz, Siobhan Fallon Hogan (en un papel muy similar al que hizo en “Men in Black”) y Riley Keough (¡nieta de Elvis!). Ninguno está desperdiciado.
“Dogville” me dejó asqueado de la sociedad. “Anticristo” me perturbó. “Melancholia” me pone muy de buenas (¿ven que si tengo pedos?). “Ninfomanía” me impactó. “The House that Jack built” fue una combinación de todas esas emociones. No es una película sencilla. Además de un fuerte estómago y un dominio de la náusea, se requiere tener un amplio criterio de lo que se va a ver. Está cargada de mucha violencia y agresividad contra la mujer, pero no busca incitarla ni apoyarla. En su presentación durante el festival de Cannes 2018, muchas personas abandonaron la proyección por considerarla pedante, violenta y asquerosa. ¡Pues eso es lo que pretendía ser! Al final, es un crudo retrato de lo que es el mundo actualmente. De una manera muy retorcida, logra generar conciencia al respecto. Mientras haya humanidad, habrá maldad. Sigue haciendo eco aquella máxima que en “Anticristo” nos dicen el zorro, el ciervo y el cuervo: “El caos reina”…y Jack hace de ese caos su terreno de cacería.