The Tragedy of Macbeth: Dad fotogramas al dolor
“Dad palabras al dolor La desgracia que no habla murmura en el fondo del corazón, que no puede más, hasta que le quiebra”
El lenguaje literario y teatral es difícil de traducir al cinematográfico, por lo cual en muchas ocasiones grandes cineastas han fallado en el intento de llevar ciertas obras a un formato de película.
Uno de los escritores cuyas obras han sido llevadas de manera constante al celuloide es William Shakespeare, que incluso en la actualidad implica un nivel de ejecución alto (y de donde una enésima adaptación suena repetitiva). Pero el menor de los hermanos Coen ha decidido arriesgarse dando un resultado más que interesante.
Expresionismo alemán a lo Shakespeare
El primer plus de la película es la parte del estilismo que Coen ha decidido implementar, utilizando una paleta de colores, iluminación y sombras mucho más cercanas a los tonos grises del expresionismo alemán de los años 20. Recordemos que estas decoraciones permiten dos cosas:
- Que el juego entre la realidad y la ficción sea más plausible, evitando una desconexión entre estas dos líneas
- Que las atmósferas se sientan más claustrofóbicas.
El contexto de Macbeth (y en general de las obras de Shakespeare) tiene tanto una carga dramática fuerte como con un clímax que se vale de elementos fantásticos para representar las emociones de sus personajes de una manera visceral e intensa, por lo que el juego con este estilo expresionista va de maravilla, ya que las sombras y luces lúgubres se convierten en un elemento descriptivo para la psicología de dos personajes cuya ambición de poder se transforma en demencia, y cuyo descenso a esta locura se da a través de una serie de asesinatos, acechados a su paso por demonios internos (inseguridades, culpas, paranoias) y externos (brujas, cuervos, entes mágicos); estos elementos son traducidos de manera sustancial en el lenguaje visual, adquiriendo un sabor ya no de tragedia, sino más terrorífico y vehemente (no en balde, las brujas son uno de los elementos más destacables en esta versión).
Adicional está esa sensación claustrofóbica que no solo le da una ambientación teatral (acompañado de una traducción fiel de los coloquios Shakespirianos) sino de encierro, como si el espectador una vez que entrara a esta espiral no pudiera salir (como si fuésemos traslados a esta obra sin opción de poder salir del complejo). Un acierto de Coen el meter este estilismo y dar un vuelco de la fatalidad a lo tétrico.
Los “demonios”
A pesar del acierto en el estilismo la cinta cuenta con algunos defectos que le impiden arrancar de manera eficiente el primer acto.
El primero a su vez es un acierto, al darle cierta fidelidad de los textos originales en los diálogos, se le da un aspecto de teatralidad a la película. El problema es que muchas veces se excede en este rubro que termina por sentirse bastante pesado siendo un problema en la primera hora de la cinta.
Añadan que en los primeros 60 minutos la película tiene un ritmo apresurado(como si la película hubiera inhalado cocaína y se pusiera a una velocidad 2X), la presentación de los personajes es tan afanosa que termina por dibujar un contexto a medias de sus protagonistas; esto se nota principalmente en los diálogos (que ya de por si por momentos son excesivos), acabando por desenvolverse de una manera apresurada, dando por momentos pocos espacios para que el lenguaje visual hable (hay escenas donde estos coloquios son lanzados de manera inmediata que no dejan que la secuencia se desenvuelva) por lo que termina por descuadrar los elementos estilistas con los narrativos.
Afortunadamente los últimos 45 minutos el guion y la dirección comienzan a encontrar un mejor ritmo y cohesión, y aunque la narrativa sigue teniendo esos diálogos puristas, empiezan a darle más espacios a la fotografía haciendo que el estilo teatral y la visión expresionista embonen dando una sensación de inmersión absorbente y esplendida.
Shakespeare en histrionismo no es sencillo
Dicen que en el mundo del arte interpretar una obra de Shakespeare es la demostración de que tantas tablas tienes (en el rubro de la actuación). En este terreno Denzel Washington y Francis McDormand han demostrado su calidad a pesar de que sus personajes están dibujados con un contexto a medias. Sustentando en una correcta dicción, y en un rango en expresión emocional y facial complejo.
Calificaciones
Dirección: 3.3 – Se le baja décimas por el ritmo, pero el trabajo que realiza en estilismo y manejo de cámara confirman a Coen como uno de los mejores directores americanos de su generación.
Guion: 2.1 – La parte donde cojea más; su fidelidad al texto original y su intento por crear una experiencia teatral a través del diálogo termina por ahogar la narrativa. Mejora en la última mitad, pero es más por méritos de dirección.
Actuaciones: 1.9 – Interpretar a Shakespeare jamás será sencillo.
Extras: 0.5 – Score y diseño de producción de primer nivel
Calificación 7.8 – BUENA
A pesar de no ser perfecta en guion, la dirección y ejecución del estilismo expresionista le alcanzan a “The Tragedy of Macbeth”, generando una de las cintas más redondas de esta obra en el ámbito cinematográfico. Quizás podría ser el pilar para que otros cineastas revisiten Shakespeare buscando métodos o corrientes del celuloide que se adecuan al tono de su tragedia, esperando a que El mañana, el mañana avance en pequeños pasos.