The Trial of the Chicago 7: Apasionante activismo fílmico

Aaron Sorkin es en la actualidad tal vez el mejor guionista americano de su generación; The Social Network, Moneyball, Steve Jobs, The West Wing, entre otras, patentan ya un estilo que se centra en relatos y diálogos en constante movimiento, y que representan el primer atrayente para un espectador que no puede perder la pista de la naturalidad con la que Sorkin plasma los mismos; aunado a esto la estructura de personajes, aunque mucha veces fugaz, suele ser lo bastante sólida para que Sorkin pueda tomar siempre un par de ejes protagónicos para emprender su desarrollo y conflicto, estos dos centrados prácticamente en la misma convivencia y la excéntrica, fuerte o cambiante personalidad de sus héroes o heroínas. El entorno es así un producto moldeable a partir de las acciones que ejercen sus personajes, siendo su(s) principal(es) eje(s), un individuo complejo, enriquecido con una psicología que inevitablemente surte una empatía inmediata en el espectador a pesar de sus cuestionables decisiones.

Es por eso que los relatos de Sorkin ejercen un sentido humano y emocional casi instantáneo, y es por eso que la mejora ahora en su nueva faceta como director era una cuestión tan lógica como de tiempo.

Tras su debut en la silla directiva con Molly’s Game, la cual a pesar de ser un electrizante y ágil relato (en mucha parte gracias a la presencia de Jessica Chastain), dejó entrever que Sorkin no tenía mesura para amontonar en su relato narraciones, diálogos, cuestiones emocionales y tangentes que literalmente no cupieron en 120 minutos, ahora con su segundo largometraje, The Trial of the Chicago 7, guionista – director parece pulir dicho defecto para encausar un drama judicial tan apasionante como precisamente pausado, donde si bien ahora tropieza con una nueva piedra en este largo pero prometedor camino como cineasta, logra en términos generales no solo delimitar bajo su estilo una rica y real gama de personajes, sino también encaminarlos hacía un entorno común con una naturalidad y química que momentáneamente, se convierten en la mejor película del 2020 (en cuestión de estrenos comerciales, tanto en plataformas como en cartelera).

La historia se centra en los históricos hechos de Chicago en 1969, donde una serie de manifestaciones sociales y escolares en contra de la Guerra de Vietnam, desataron una serie de trágicos disturbios que terminaron con el juicio de “siete” de los líderes de aquel movimiento en un desplante ridículo y obsceno por parte del gobierno y la política estadounidense.

¿Se ve como fue y como se escucha? En efecto, Sorkin es capaz de plantear todo el caos, pero también la estructura previa del mismo, personajes, causas y consecuencias, desde una serie de flashbacks perfectamente posicionados a lo largo de “El Juicio”, entorno donde transcurre la gran mayoría de la acción y en donde guionista .- director despliega una tan ágil y divertida como impotente y cruda realidad: la injusta criminalización social, el racismo y la incompetencia del sistema judicial, este último elemento encarnado por un personaje que funge como el antagónico, odiosa y majestuosamente interpretado por Frank Langella.

El romanticismo hacia el movimiento, tendencias sociales y la ficción obviamente se encuentran ahí. Es inevitable no caer en los mismos, donde la exaltación de algunos cuestionables héroes recae sobre la historia gringa y de donde Sorkin se agarra para inyectar personalidad, ligeros toques de comedia y por supuesto la parte emocional del film, que como todo buen drama judicial, tiene un clímax humano bastante punzante y sentimental.

Estas “libertades” son bien encausadas y no llegan a sentirse artificiales gracias también al casi perfecto ensamble actoral, comenzando por destacar a un Sacha Baron Cohen solemne como nexo entre comedy relief y la parte dramática más importante del mismo relato. Mark Rylance, John Carroll Lynch, Jeremy Strong, Joseph Gordon-Levitt, Yahya Abdul-Mateen II, la excelsa y rápida participación de Michael Keaton y el ya mencionado villano de Langella brillan de manera histriónica en todos sus momentos, pero hay un elemento suelto dentro de este relato, malformado desde la parte del guion hasta la actuación: Eddie Redmayne.

Por varias razones Redmayne no encaja desde el casting, su personaje se siente falso y forzado y dicho factor también es culpa del guion al no estructurar debidamente a uno de sus personajes principales. Difuso y artero, aunque es obvio que Sorkin usa a este personaje para desarrollar la compleja dualidad de estos manifestantes, no existe ni el suficiente bagaje ni el suficiente talento actoral (en este caso) para construir un personaje empático o creíble, siendo definitivamente el peor del reparto y por su importancia dentro de la trama, afectando también a la misma.

Así mismo y aunque no a la par de las tangentes aceleradas de Molly’s Game, Sorkin en ocasiones introduce personajes porque si,  que en lugar de beneficiar a la trama crean un distractor, e incluso en un par de ellos, lo bastante frustrantes para preguntarse “¿y qué pasó con ellos?”.

A pesar de sus fallos, la extraordinaria conjunción de un guionista en plena forma y con un material rico y adepto a su estilo, junto a un promisorio y talentoso nuevo director que muestra una pasión determinante en sus ágiles historias, dan como resultado una de las mejores películas del año (momentáneamente para su servidor, la mejor), apoyado en un cast que en su mayoría brilla en individual y en conjunto ¡Por Dios! Alguien dele a Baron Cohen el Oscar como mejor actor de reparto ¡ya!

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


4 Comments

  • Y si, tienes razon el personaje de Eddie Redmayne, el que se supone que, en una escena clave, deberia darnos el personaje que casi se torna el verdadero antagonista, termina fallando horriblemente, opacandose tan rapido como Sasha Baron Cohen retoma su personaje… Redmayne quiso vender en la cinta una imagen de chico bueno que no debia mostrar (ademas, Redmayne se vio demasiado viejo para el papel), Langella y Sasha Baron Cohen merecen la nominacion…

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  • Debo admitir que por momentos parece una combinación de A Few Good Men y 12 Angry Men, obviamente guardando distancia con ambas. Hay ciertos momentos que emocionan y la intercalación entre película y realidad una estética más parecida a un documental que permite que uno se encariñe más con los personajes.

    Curiosamente, Eddie Redmayne no me molestó tanto, diría que cumple sin nada más que destacar. Contrario a Baron Cohen, quien me sigue pareciendo molesto y metiendo chistes a cada oportunidad que se le presente, por fortuna se redime al final al ser llamado al estrado. Lo mismo con Yahya Abdul-Mateen II, por momentos da la sensación de que sobra en la película. Sé que esto es una historia basada en hechos reales (por lo tanto hay que apegarse a la realidad lo más que se pueda) y tal vez sea propositivo, pero me deja esa sensación. Eso sí, Frank Langella es un hijo de puta.

    ¿La mejor del año? Por el momento sí, y no me molestaría si llegara a ganar el Óscar, pero no le darán premio a Baron Cohen ¿Porqué? Una palabra: Borat. Indeciso entre 4 y 4.5.

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