The Wall: Un gran álbum representado por una gran película

Con motivo de uno de los mejores conciertos de toda la historia de México, sino es que el mejor, y dejando a un lado los premios Oscar, creí necesario reseñar una película representativa de la excelente combinación entre Cine y Rock: The Wall.

La obra de Alan Parker ha presentado irregularidades muy pronunciadas. Sus puntos “más altos” han sido películas, en su mayoría musicales, en donde sus personajes sufren de transformaciones intimistas. The Wall posee esta característica, sin embargo ¿podría considerarse una película de Parker? The Wall es una obra no solo cinematográfica y musical, sino una obra artística en toda la extensión de la palabra. Roger Waters autor del disco homónimo del film, padecía de una crisis familiar, artística y personal, tras años de luchar por las trampas de la fama y los excesos, impregnando a la película con sus padecimientos existenciales. El planteamiento inicial parte de la incomunicación y la incapacidad del ser humano para lograr la empatía, incluso con aquellos en los que alguna vez se rompió la barrera del miedo para mostrar el verdadero yo. El guion cinematográfico, concebido absolutamente por Waters, crea una historia de los miedos que emergen como consecuencia de esa incapacidad de no sentir, dejándose llevar por el tiempo, quien sin querer maquilla el día a día de las relaciones disfuncionales.

Pero no todo es de Roger, Parker funciona como un encargado de la lente, filmando impecablemente cada escena concebida por Waters, realzando las imágenes encargadas de reflejar las emociones fuertes de decadencia y vacio, que se repiten a través de la película; aunque Parker en repetidas ocasiones menciona que “no entiende del todo la trama” (sic). La película logra mostrar a Pink (una clara referencia a Syd Barret en una gran actuación de Bob Geldof) quien su función es reflejar al espectador el padecimiento del protagonista quien sufre a pesar de su deseo de redención.

The Wall en infinidad de ocasiones parece que caerá en esa enfermedad de los directores mediocres llamada la pretensión, sin embargo en los momentos en donde la imágenes son excesivas, Parker se detiene para mostrar lo necesario rescatando lo esencial para la narración del film. Con una música soberbia interpretada por un “Pink Floyd”, en vías de su disolución, pero en su punto interpretativo más alto, logran que las imágenes cobren vida por la fuerza musical, dotando a la película de una manufactura de videoclip largo pero no cansado, dándole una cualidad que pocas veces se observa en “un musical”.

Mención aparte, merecen las animaciones de uno de los genios de esta especialidad, Gerald Scarfe, quien con sus trazos postmodernistas, impregna a la película ese sello de decadencia y desanimo durante toda la obra. Muchas veces desdeñada y poco entendida por su relación directa con el Rock, The Wall ofrece una alternativa cinematográfica fuerte, con un guion lineal pero efectivo, logrando convertirse en una película de “verdadero culto” aceptada en los círculos tanto  cinematográficos  como musicales.

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