Venom: The Last Dance – El vómito negro, bufón y bailador

Una película tan horrenda como esta puede tornarse interesante cuando contiene todos los vicios fílmicos que incluso se esfuerza por multiplicarlos de una manera tan apasionada. La tercera parte de Venom no solo es quizá la peor película del año, sino de la trilogía y sin duda una de las peores de la historia en este ya moribundo subgénero de superhéroes, sin nada que aportar más que mierda visual y narrativa adepta a un público nulo de cualquier capacidad de análisis o apreciación cinematográfica, un público “influencer”, irresponsable y que confunde el gusto con la calidad, por qué consumir excremento puede ser de tu gusto, pero no por eso significa que sea bueno.

El principal problema de Venom es precisamente Venom, la estructura de un antihéroe antipático y que, en su intento por ser un bufón, crea una seguidilla de momentos insoportables que poco importan y/o encajan con el supuesto nivel de amenaza que enfrenta el personaje. Tomando en cuenta que es un “simbionte”, Tom Hardy luce cada vez más absurdo gracias a este desequilibrio, dejando en claro que no solo la comedia no es lo suyo, sino también manifestando un nivel dramático paupérrimo que incluso hacen sentir a los momentos clímax o más “emocionales” de “pena ajena” gracias a su obvio fastidio por interpretar a Eddie Brock.

La directora en cuestión, Kelly Marcel, es otro de los vergonzosos lastres de esta mamarrachada. Sobre este esbozo de personajes planos y situaciones carentes de lógica interna que propone el guion, se esperaría que una película de “acción” y repleta de efectos especiales al menos encause un par de secuencias que justifiquen este circo, pero la ineptitud de la del banquillo no solo entrega todo lo contrario, sino que empeora la situación con secuencias carentes de tensión o explosividad, con un “fan service” y un desfile de simbiontes desperdiciado y que alude en su clímax a un montaje en donde todas las “muertes” o “sacrificios” se sienten indiferentes ante una amenaza tan repetitiva como inútil en su accionar.

Pero si hay una cosa que incluso pudiera llegar a ser molesta para el ojo menos crítico, es el timing y el concepto de “tiempo – espacio” que maneja “Venom: The Last Dance”. La ligereza o el poco cuidado con el que los personajes se trasladan de un lugar a otro es una ofensa para la audiencia y para el lenguaje cinematográfico. Si la narrativa ya carecía de lógica interna y está repleta de “deus ex machina”, hasta el desconocimiento del -día y la noche- hacen a esta aventura una tortura sensorial, caricaturesca y bufonesca que deja ver incluso a los cartones animados como obras maestras de la continuidad, en donde al menos las salidas y las “teletransportaciones” eran más coherentes (ni Dragon Ball se atrevió a tanto).

En cuanto a la parte actoral, la pereza que irradia Tom Hardy en cada escena se expande por todo el reparto como un bostezo en una junta de trabajo. Los actores se encuentran ahí, pero no tienen ninguna injerencia dramática que nos haga preguntarnos quiénes son (Chiwetel Ejiofor, Stephen Graham o una Juno Temple que en realidad físicamente se ve deteriorada y aterradoramente delgada)  y que incluso muestran menos registros que los simbiontes y sus efectos. En este apartado hay que incluso destacar que en Venom: The Last Dance todo puede ser empeorable, y un ejemplo de ello es la inclusión del personaje de Rhys Ifans, en donde el guion intenta manifestar un “comedy relief” y un discurso reflexivo hacía con la vida alienígena y la romantización de dicha obsesión, pero que en su lugar ligra incomodar más el desarrollo con diálogos sumamente acartonados y pendejos

Mención aparte merece también sus números musicales, dos al menos incrustados de la manera más vergonzosa y forzada posible, que incluyen a David Bowie y a ABBA, y que al final al menos resultan peor montados, pero musicalmente más atractivos que la pifia del Joker (puede ser que Venom sea mejor bailador que Joker). Pero eso sí, no hay nada peor fílmicamente hablando en este 2024 que su escena final, con todo y flashbacks de sus anteriores entregas y con un Tom Hardy caminando por Nueva York y despidiéndose de esta pinche vomitada negra que nunca debió de existir, al menos no así, confirmándolo como uno de los peores personajes de comics adaptados al cine

Venom: The Last Dance se esfuerza demasiado para que nunca olvides algo tan insoportable, pero es tan repugnante en todos sus apartados, que lo único que querrá tu mente será olvidarla y nunca recordar que viste tremenda mierda.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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