Actividad Paranormal: Los Marcados, u horror à la fast-food

Cuando se ve una película que pertenece a una franquicia, es como comer en un restaurante que también es de “franquicia”. Se sabe qué esperar: nada nuevo, nada excepcional, algo que en parte funciona. Esta entrega de Actividad Paranormal fue como ir por hamburguesas, que no fueron gourmet.

El centro es Jesse, un muchacho, recién graduado de high school, con ascendencia latina, vaya, un chicano. El asunto paranormal aparece cuando él y su amigo se meten al departamento de su vecina, recientemente asesinada, que tenía fama de bruja en la vecindad. Pues resulta que la bruja sí era bruja, y como buena bruja pertenecía a un aquelarre. Un aquelarre, que cómo no, utiliza niños desde que están en el vientre y esperan pacientemente a que estén lo suficientemente maduros (18 años) para llevar acabo sus fines malévolos.

Poco tiempo después de que entraron en el departamento de la bruja, Jesse empieza a experimentar cosas sobrenaturales, algo parece protegerlo de cualquier cosa que le pueda hacer daño, como si tuviera superpoderes. Sus amigos y familia ya han presenciado estos eventos. Pero es después de otras irrupciones a la vivienda de su vecina que el comportamiento del muchacho cambia para mal, y es entonces cuando intentan ayudarlo.

Bien, el estilo de filmación es el mismo: a manera de grabación hecha por los protagonistas, es decir, Jesse y sus amigos con una camarita. He ahí uno de los elementos de homogeneidad dignos de una franquicia. Y si es usted fan de comer en Actividad Paranormal, descubrirá detalles que ligan a esta película con las entregas anteriores.

El único elemento diferenciador es la onda latina, chicana. Que en parte es la que trae la comedia, y que funciona muy bien tal vez por lo familiar que nos resulta el tema. Sin embargo son los momentos graciosos la navaja de doble filo para esta película, pues lo que esperamos es asustarnos y no reírnos. Incluso, hay momentos que deberían de ser aterradores, pero que causan carcajadas.

Como dije, en las franquicias hay algo que en parte funciona, por ello la gente las consume. En los restaurantes, la comida es siempre igual, nos quita el hambre, más queda una cierta sensación de insatisfacción. Acá, hay sustos, sí, pero parecen los mismos. Y no fueron lo suficientemente buenos para hacernos olvidar las partes graciosas, dejándonos con las ganas de comer algo más de comedia, en lugar de dejarnos con el miedo de ir al baño a la mitad de la noche. 

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