Babylon: Entre excesos y el amor al séptimo arte
Si algo me agrada del director Damien Chazelle, es su versatilidad a la hora de elegir sus obras cinematográficas (aunque todas apadrinadas por el jazz). Lo conocimos por Whiplash en 2014, después dio la sorpresa dirigiendo su musical La La Land y de ahí se movió a First Man, su primera biopic. Ahora regresa después de 4 años con Babylon, un drama fantástico situado a partir de los años 20 en el que los actores y sus abusos son los protagonistas.
Centrada en los años transitorios entre el cine mudo y el cine sonoro, Babylon cuenta la historia de la llegada al éxito y la posterior caída de varias estrellas de la época que se vieron afectadas por este cambio.
Babylon es un drama sobre cine y excesos, dos temáticas que generan grandes oportunidades para deleitar y sorprender a la audiencia, algo que su director sabe aprovechar muy bien al entregarnos una cinematografía y un diseño de producción excepcionales; cada detalle parece perfectamente cuidado, formando parte de hermosas escenas que incluyen desde planos secuencias hasta juegos de luces idealmente encausadas.
Aunado a esto encontramos una banda sonora fantástica que nos recuerda el amor de Chazelle por el jazz, tanto así que incluso utiliza para esta cinta ciertas melodías que podrían sonar muy familiares, y no de casualidad, pues algunas de estas canciones claramente formaron parte de la banda sonora del musical previo del director, La La Land.
Todo esto parecería suficiente para lograr una experiencia cinematográfica extraordinaria, pues todos los elementos técnicos y visuales están ahí, solo faltaría una trama mágica y cautivadora.
Babylon nos muestra una historia desmesurada en varios aspectos, no solo en la fiesta y los excedentes que viven sus personajes, sino que parece una mezcla de muchos componentes que en ocasiones logran encontrarse y en otras no tienen mucha cohesión. Iniciando con mucha fuerza, la cinta va decayendo en interés conforme se van repitiendo los eventos y/o temáticas que el director quiere dejar más en claro, llegando a un punto en el que la predictibilidad es el plato fuerte y las ganas de terminar esta fantasía son urgentes.
Y es que esta película cuenta con la poca atractiva duración de 189 minutos, ¡3 horas! Longitud que ya se está haciendo la regla en muchas de las producciones Hollywoodenses actuales. ¿No es un poco irónico que incluso vaya en contra del cine de la época a la que quiso remembrar? Una época en la que las cintas tenían una duración promedio de 90 min (o incluso menos) y aún así lograban crear fábulas creíbles y estupendas que hoy forman parte de ese legado interminable del cine clásico.
Babylon es un filme ambicioso, se nota el deseo de Damien Chazelle de querer transmitir su amor al séptimo arte en cada instante, esto es particularmente visible hacia su conclusión, pues a través de una poderosa escena, todos esos sentimientos logran exponerse al espectador, dejando esta sensación de que el cine es hermoso y que valió la pena esperar hasta el final de la cinta.
Pero siendo honestos, es muy poco probable que yo vuelva a ver esta película en mi vida. Y esto es lo que me hace darme cuenta que lo ofrecido durante todo ese tiempo, no fue ni tan trascendente ni tan fabuloso y ni siquiera suficiente para recomendarla tan ampliamente.
Babylon no es una mala película, pero es en definitiva para verse solo una vez, y es algo que yo sugeriría solo a los más cinéfilos, pues el cine de Damien Chazelle es sin duda uno que se tiene que seguir y no dar por descartado aunque este no sea su mejor trabajo. Sus talentos directivos aún se hacen notar, y por mi parte yo culparía a una historia demasiada extensa y con personajes demasiado vacíos que viven pero no transmiten esa magia que yo vivo en el cine.
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