Brightburn: un Superman…chado

En cuánto vi el tráiler de Brightburn pensé “¡Hey! Esto es algo que no debo perderme”, y no solo por ser el hombre de acero mi superhéroe favorito de las historietas, sino por la sensación de estar viendo una de esos clásicos de horror del tipo The village of the damned con chamaco endemoniado llegado vaya a usted a saber de dónde cargado de malas intenciones.

Brightburn puede verse como un comic de horror cósmico o como un relato de ciencia ficción con una buena dosis de mala leche, al tiempo que en ambos casos, transgrede-parodia y hace referencia al cine de superhéroes tradicionales y políticamente correctos.  Y si algo es de agradecerse es que el guion de Brian Gunn y Mark Gunn no recurra al manido asunto de justificar por cualquier medio la conducta maléfica del protagonista.

¿Por qué insistir en qué la maldad tiene una razón de ser? Se puede crecer en un lugar apacible como una granja de Kansas, tener unos padres amorosos como los tiene Brandon, contar con la suerte de que tu tía sea la consejera en el colegio, ser considerado un alumno brillante (aunque algún envidioso te haga bullying) y aun así, teniendo más factores a favor que en contra, convertirse en un monstruo.

Mientras que los superhéroes tradicionales provenientes de otros mundos se plantean dilemas morales sobre lo justo y lo correcto,  tomando la decisión de actuar en pro de la humanidad, sacrificándose si es necesario, en Brightburn nos enfrentamos a la idea contraria, a la pregunta que pondría a temblar a cualquiera ¿Qué pasaría si Superman se pusieran en nuestra contra? (pero en plan manchado, no como en Superman III enderezando la Torre de Pisa) o ¿Cómo sería un psicópata con super poderes?

David Yarovesky logra mantener un buen ritmo de principio a fin, créame querido lector que más allá de gustar o no, la película genera desde el inicio, suficiente interés para entretenerlo noventa minutos de metraje.

El diseño de producción aunque muy modesto comparado con películas como Avengers: Endgame está bien; a los efectos especiales no hay nada que reprocharles considerando la naturaleza del producto más apegada a una cinta clase B. Lo que no puedo dejar de recomendar es la banda sonora de Timothy Williams, la cual es siniestra, angustiante, perfecta para alterar los nervios de cualquiera. Imagine querido lector que hay escenas donde me asustó más la música que lo que estaba viendo.

El elenco de medio pelo cumple, me hubiera gustado ver como la madre a Toni Collete pero bueno, Elizabeth Banks fue la encargada de interpretar a la madre y está pasable, en el mismo tenor figura David Denman, quién no dejó de recordarme a John C. Reilly en Hablemos de Kevin (Si no la ha visto querido lector, considérela porque es buenísima). Por su parte, el chaval Jackson A. Dunn no tiene que esforzarse demasiado pues en las escenas más inquietantes trae el rostro cubierto.

Por desgracia el filme no es redondo, algunas situaciones no quedan resueltas y no me refiero a que nos den “masticada” la trama, hay hechos que se deducen pero otros simplemente quedan en el limbo, supongo algo tendrá que ver con la planeación de una secuela, sobre todo al ver el epílogo. Y qué decir del final ¡Válgame Dios! Si Brightburn en su conjunto era rescatable y entretenida sin ser una maravilla, el desenlace apresurado le pone literalmente en la progenitora, no cabe duda que el  deseo de David Yarovesky era ofrecer un momento memorable y espectacular, sin embargo, ya le dará usted el visto bueno, en lo que a respecta a mi quedé con cara de WTF.

En fin, si usted querido lector ya se sopló, lloró y aplaudió todas las películas del MCU ¡Aviéntese a ver Brightburn! En una de esas también le super gusta.

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Acerca del autor

Flaco Cachubi     blogcinefantastico.blogspot.mx/

Amante del séptimo arte desde que tiene memoria o lo que es lo mismo desde que vio Superman. Sus géneros favoritos son el horror, la fantasía y la ciencia ficción. Ferviente admirador de Hitchcock y asiduo lector de Stephen King. El cine de luchadores, su máximo placer culposo. Se describe a sí mismo como un ser viviente que cultiva su mente, para ser un cadáver muy culto.


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