Confesiones: Carrera apuesta al shock en su regreso a los largometrajes.

La consigna que se nos indicó antes de la proyección de la función de prensa fue contundente, no comentar spoilers, y esto, aunque para mí a veces ya cae en lo exagerado, entiendo que te lo pidan así por algún giro de trama o algún elemento sorpresa que pueda arruinarte la experiencia; puede paras, pero que te lo pidan en alguna película mexicana a donde ya vas con cierta predisposición de “a ver con que jalada me salen” pues siempre generará un poco más de curiosidad.

El hecho de tener esta “originalidad” y que Confesiones sea catalogada como un thriller dentro de la filmografía nacional ya es algo extraño y hasta arriesgado, pero Carlos Carrera se atreve con esta entrega que marca su regreso a los largometrajes. Aunque en un cine plagado de comedias absurdas, crudos y repetitivos dramas que retratan nuestra fallida sociedad mexicana actual y documentales, cualquier variable a estas fórmulas anteriores claro que iba a sobresalir. Además, Carrera sabe promoverse bien, y aunque se aprecia que tome siempre este tipo de riesgos, sabe usar cualquier polémica a su favor. Y con un guión a cargo de Alberto Chimal, escritor reconocido de literatura fantástica, la propuesta también logra captar algo más de interés.

Confesiones nos presenta una familia de clase alta en una hermosa e impecable casa de al parecer Las Lomas de Chapultepec (o alguna colonia similar en la Ciudad de México) y de la cual vemos al inicio su rutina del día a día repleta de clichés; por un lado, vemos a la mamá (Claudia Ramírez) quien, a pesar de ser una profesionista de renombre y académica, es la responsable de preparar a los hijos para la escuela como cada mañana. Son dos hijos, una niña aún pequeña y Juan Pablo, un adolescente malcriado y rebelde, que bien se va perfilando para ser un junior pedante. Y por otro lado tenemos al papá (Luis Gnecco, que ofrece la mejor actuación de todos) un reconocido odontólogo y lo que todo mundo vería como un ciudadano intachable y padre de familia ejemplar. La casa la atiende la empleada doméstica a quien Juan Pablo trata de manera prepotente y los señores, aunque son un poco más amables con ella, es una pantalla para disimular la indiferencia que tienen hacia ella.

Pero esas apariencias de esa familia “normal” y ejemplar solo son eso, apariencias. Hay detalles que en seguida nos van mostrando más a fondo como es la realidad; se percibe una lucha de poder entre la pareja, además la relación entre ellos es totalmente fría y distante, él por un lado ante los problemas familiares siempre prefiere no meterse en problemas y voltear para otro lado, ella prefiere encerrarse en el trabajo para quizá distraer sus frustraciones; el chico hace cualquier clase de tonterías para pedir a gritos atención de sus padres, y la pequeña que quizá sea la única inocente aún. Y es por causa de ella que la idílica familia se irá al traste cuando esa noche se dan cuenta que la niña no regresó de la escuela y nadie sabe dónde está.

Ya con la angustia encima reciben la terrible llamada que en este país puede ser más común de lo deseado: su hija ha sido secuestrada. Y como siempre, ante claro, la desesperación y la costumbre de este tipo de personas de querer resolver todo con dinero, tratan de negociar con el secuestrador, solo qué para su peor suerte, no va a ser tan sencillo.

Lo que quiere éste o estos tipos no es dinero, solo piden que estén los 3 miembros presentes, que apaguen todas las cámaras y dispositivos de seguridad y que les permitan entrar en su casa a cierta hora de la madrugada. Así, obviamente desesperados y acorralados reciben al secuestrador en su casa muy a su pesar y comienza una larga y reveladora noche. Éste, armado, los intimida y amenaza todo el tiempo, les marca clarito las instrucciones, que es que le confiesen cada uno de ellos una verdad que hayan querido ocultar a su familia, algo imperdonable que las otras dos personas no conozcan de ellas. Así van pasando la noche, quitándose las máscaras de la peor manera ante las otras dos personas que en teoría los conocen mejor, y no hay uno que quede bien parado, por decir lo menos.

La película de manera un poco teatral se esfuerza en mostrarnos esa atmósfera fría y conservadora en la casa, hay un dejo de moralidad en la dinámica de la familia (elementos como imágenes religiosas, por ejemplo) que obviamente les hace sentir culpables, razón por lo cual es mucho más difícil confesar sus acciones, no tanto por que hayan obrado mal y lo sepan, sino porque su imagen ante su familia se desmoronará por completo. Así, conforme nos vamos enterando de cada uno de sus secretos, vamos chocando más y más con ellos y con esa hipocresía que siempre ha imperado en la sociedad.

Por otro lado, el mayor problema que tiene Confesiones es como nos va revelando la información y nos deja caer al final la peor confesión de todas; y es que el hecho de tener esa predisposición desde el inicio (a que habrá un giro o algo muy revelador al final), más que sumar al suspenso, se siente como un balde de agua que te cae de sopetón. No es posible empatizar con los personajes porque desde el inicio te hace juzgarlos y casi odiarlos, no los matiza; si acaso el único que tiene un poco más de desarrollo es el secuestrador (un Juan Manuel Bernal cumplidor), personaje con el que pasamos por extrañas emociones, descubrimos su móvil y si bien no te hace odiarlo, tampoco amarlo (y ya, no puedo revelar más porque si sería un gran spóiler).

Fuera de que algunos diálogos que pretenden ser cómicos son metidos casi con calzador, y algún par de escenas de mutilación chocantes y hacen que pierdas un poco el ritmo sobrio y de suspenso que pretende tener la película (y de los tintes moralinos que quiere darnos Carrera, no por los pecados que confiesa cada miembro de la familia, sino por inevitablemente querer decirnos “todos los ricos son unos hipócritas y su dinero no fue ganado decentemente”) Confesiones es una propuesta original que sale bien librada.

Brindando más que nada repulsión y shock hacia el final, quizá ya en una segunda revisión la película no sea tan sorprendente y se le noten más las costuras, pero insisto, es una buena propuesta y que estas alturas con el cine nacional que tenemos, se agradece.

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Acerca del autor

Clementine   @@lupistruphis  

Escéptica ante todo, pero con una gran curiosidad. Amante del café y del aroma a libros viejos. Nostálgica e idealista sin remedio. Alguna vez de niña me llevaron al cine, y siempre vuelvo a él porque siempre me salva.


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