Deep Sea: El increíble restaurante submarino vagabundo

La animación asiática tiene 3 puntos de inflexión en su historia. El primero, su propio nacimiento, cuando Osamu Tezuka creó Astroboy en los 60. El segundo, la fundación de Studio Ghibli durante los 80, complementado por la aparición de muchos animes queridos por el mundo y de obras más independientes como “Hadashi no Gen”, “Night on the Galactic Railroad” y “Akira”. El tercero, el estreno de “El Viaje de Chihiro” en 2001, y con ella, el arribo del resto de Ghibli en Occidente, dando a conocer el trabajo de Miyazaki y Takahata. Dentro de esta etapa, hay que hacer una mención honorífica a “Kung Fu Panda”, que pese a ser una producción occidental, China se enamoró de ella (lo que Disney trató de hacer con “Mulán” dos veces y no logró, Dreamworks lo consiguió a la primera).

Ahora, ¿por qué menciono esto? Porque el impacto que tuvo el panda en el país fue masivo. Desde “El Tigre y el Dragón”, las cintas chinas empezaron a perder el interés de la gente debido al crecimiento del cine coreano y la expansión del anime por Chihiro. En una época donde el gigante asiático estaba perdiendo su identidad, esta película le recordó por qué la gente ama al cine chino y al género wuxia. Le encantó tanto al país que decidió continuar su legado, usándola como base e inspiración para mejorar su propia industria y llegar a más personas, y en el caso de la animación, combinando la tecnología occidental con el folclor, los valores y la filosofía de su cultura. 15 años después de su estreno, el esfuerzo ha dado sus frutos y nos ha dado obras que no tienen nada que envidiarles a las producciones estadounidenses, teniendo casos como “I Am What I Am” y “Deep Sea”, siendo esta última de la que vamos a hablar.

La mayor virtud de esta cinta es su técnica de animación, utiliza pintura abstracta para generar imágenes tridimensionales de forma orgánica, lo que le da un acabado más colorido visualmente sorprendente, contando con un nivel de detalles que la hacen similar a una pintura de acuarela. Sin embargo, esta estética sirve para ofrecer una introspección sobre la tristeza en la que se halla Shenxiu, ya que gran parte del viaje es una metáfora de la depresión causada por el abandono infantil. Aunque la forma en la que se entrega el mensaje es un poco simplista dada la magnitud y el tiempo que lleva su protagonista lidiando con el problema, también puede interpretarse como la importancia de pedir ayuda y la importancia de la compañía correcta para superar el trauma.

Puede que Shenxiu sea el personaje principal de la historia, pero quien termina robándose los reflectores es Nanhe, pues tiene más matices y una personalidad más interesante, siendo alguien que pasa de la burla y la molestia a la preocupación y la dedicación. El resto de la tripulación es carismática, intercalando sus roles entre empleados de un restaurante y piratas buscando un tesoro, dando más variedad a la fantasía y un poco más versatilidad a la historia, algo que necesita dados los polos opuestos de los personajes humanos. Y es aquí donde la cinta también presenta sus problemas.

Aunque la intención de Tian Xiaopeng son evidentes y son dignas de reconocer, la narrativa se siente algo dispersa, puesto que hay momentos donde el drama y la aventura se repelen. Esto mismo afecta a los personajes, puesto que da la impresión de que Nanhe debió ser el protagonista. Pero lo que más afecta a la cinta es que la historia, por más que esté bien contada, es una recopilación de cosas ya antes vistas. Son claras las referencias a “Life of Pi”, “Chihiro”, “El Castillo Vagabundo” y “Canción del Mar”, tanto en la construcción del mundo submarino como en el desarrollo de personajes y hasta de la trama en sí. Ojo, no está mal tomar ideas de otras fuentes, pero una cosa es copiar un par de homenajes, diseños o incluso personajes como inspiración, y otra cosa muy distinta es que estos mismos sean tan evidentes.

Como resultado final, es una obra que sabe qué quiere contar y puede ser emocionante y profunda en las áreas correctas, en especial el conmovedor y desgarrador tercer acto, ya que ofrece un impacto emocional muy fuerte y que reevalúa la historia por completo. Si bien la belleza visual de cada fotograma es innegable, la falta de originalidad en la historia no puede negarse, la vuelve un producto que hay que ver con reservas.

¿Es de las mejores del año? Eso es debatible, pero en plena crisis cinematográfica, vale la pena darle una oportunidad para presenciar algo diferente a lo que estamos acostumbrados. Después de todo, ¿qué tan seguido salen las producciones chinas de su país y llegan a este lado del mundo?

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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