Destroyer: La transformación bizarra de Nicole Kidman
No queda duda de que el deseo de venganza se vuelve obsesivo, corroe y orilla a realizar acciones que quizá en otras circunstancias no estarías dispuesto a hacer. Ese deseo justamente es lo que palpamos en el personaje de Erin Bell (Nicole Kidman), una atormentada agente de policía de Los Ángeles severamente demacrada y con tanta rabia contenida que es capaz de hacerla estallar a la menor provocación. Y es que en Destroyer, la más reciente película de la directora Karyn Kusama (Æon Flux, 2005), vemos como Erin atraviesa toda la ciudad en una búsqueda sin descanso de Silas (Toby Kebbell), líder de una banda criminal que ha regresado recientemente a la ciudad, motivada por lo que pareciera al inicio solamente un enraizado deseo de venganza, y al mismo tiempo en que realiza este recorrido trata de reparar la mala relación que tiene con su hija adolescente, lo que la atormenta aún más.
Aunque tarda un poco en adentrarnos de lleno a la historia y nos deja descubrir poco a poco los motivos de ese deseo incontenible de venganza, llegamos al final con todas las dudas despejadas, aunque lo hace de una manera un poco lenta y desesperante. La narrativa plantea saltos en el tiempo para mi gusto, un tanto mal editados, con los que si te distraes un momento si bien no te pierdes completamente, si puede resultar confuso. En esos saltos de tiempo podemos ver a Erin 16 años atrás dentro de esta banda criminal liderada por Silas, y poco a poco vamos descubriendo que era una agente del FBI infiltrada en dicha banda junto con Chris (un Sebastian Stan quien quiere desligarse de Bucky su personaje en el MCU, y lo está manejando bien como lo pudimos constatar también en I, Tonya) quien es su compañero de trabajo, infiltrado también en dicha banda y con quien tiene una relación sentimental. En ese ir y venir en el tiempo, nos enteramos que fue lo que pasó 16 años atrás, y como se conecta con los hechos planteados en el tiempo actual, para comprender que lo que Erin busca al final no solo es venganza si no también una forma de expiación hacia ella misma por un remordimiento que no la ha abandonado en 16 años, y que más bien, se ha apoderado por completo de ella.
El guion escrito por Phil Hay y Matt Manfredi (que han colaborado con la directora en varias ocasiones), no se preocupa mucho por desarrollar o al menos aterrizar más las subtramas o a algún otro personaje; se centra totalmente en Erin Bell y en como aborda y concluye su misión. Vemos desfilar a varios personajes, pero siempre volvemos a ella. Al final no deja cabo suelto de la trama principal (¿o única?), pero no se molesta en robustecerla cuando evidentemente tiene todo para hacerlo, y aunque entretiene y cumple (tiene un par de escenas que manejan excelentemente la tensión) no deja de ser solo un thriller policiaco más.
Mención aparte para la buena interpretación de Nicole Kidman, quien absorbe todo el peso del relato y marca bien el cambio de personalidad del personaje en el pasado en contraste con la del tiempo actual. Aunque logró entrar en las nominadas a los Golden Globes de este año por esta interpretación, por el poco empuje que lleva la película quizá no le alcance para entrar a las nominaciones para los premios de la Academia ya que su caracterización como la mujer demacrada en el presente, parece un tanto exagerada (creo que no era necesario tanto maquillaje para demostrarnos como la culpa y rabia destrozaron el físico del personaje), o quizá si, sabemos que Nicole es de las consentidas de la Academia. De esta interpretación me quedo con la escena de Erin y Chris cuando están maquinando el plan fallido que la transforma en la persona quien es en la actualidad, en la cual podemos incluso sentir ese resentimiento y ambición, se palpa la malicia que la orilla a jugar a ser la mala del cuento por una ocasión en su vida y la tentación que tiene ante ella de irse por el camino fácil; desgraciadamente el destino tenía otros planes para ambos.